Abonado desde hacia tiempo a la Revista de Libros, que veía la luz gracias al patrocinio de una Caja de Ahorros, hace unos días me llegó la carta que incluyo en esta entrada como otro más de los testimonios de lo que está pasando en nuestro país. En ella el director de la publicación señala, con un lenguaje elocuente y no ajeno al desencanto por lo ocurrido, que la Revista ya no volverá a editarse. Es una noticia que lamento muchísimo y que me lleva a compartir los argumentos que Elvira Lindo ha expresado en su columna periodística, como reflejo de un lamento tan generalizado como comprensible en la medida en que revela hasta qué punto la cultura está acusando los impactos de esa crisis que va a acabar por asfixiarnos en todos los sentidos, si no lo ha hecho ya.
Es un episodio más de los muchos a los deberemos habituarnos; una advertencia contundente sobre lo que avecina y que nos puede privar de valores y conquistas que considerábamos arraigados y cuya vulnerabilidad se muestra mucho mayor de la que nos temíamos. La Revista que comento era, lo sigue siendo, un soporte cultural excelente, muy cuidado, riguroso, ameno, intelectualmente enriquecedor. Uno de esos productos editoriales que dan lustre y prestigio a la institución que los promueve, y cuyo rendimiento social está sin duda muy por encima de su coste. Por eso sorprende que desaparezca, lo que lleva a la sospecha de que ante este vendaval de mutilaciones y recortes que se cierne sobre nuestras cabezas ya no se distingue entre lo banal y lo esencial. Todo forma parte de ese erial en el que, a la postre, culmina el paisaje de la devastación resultante.
Y, desde luego, no es casual que la desaparición de esta Revista emblemática de la cultura española coincida en el tiempo con la supresión de la Dirección General del Libro dentro del organigrama del nuevo Ministerio de Educación y Cultura, dirigido por una persona relevante del mundo de la demoscopia, pero, por lo que sabemos, ajena por completo al de la educación y la cultura. Otro presagio más de lo que se nos viene encima.
Es una pena, y por desgracia no es un acto aislado. La verdad es que la cultira se va a llevar una buena cantidad de recortes que al menos esperemos que sean provisionales.
ResponderEliminarUn abrazo y Feliz 2012
Desde pequeño he oído el lamento de la gente que ha estado a mi alrededor por el hecho, comprobado, visible, de las librerías que cerraban y los bares que abrían, con frecuencia en los mismos locales. Cuando digo "pequeño" hay que pensar en cincuenta o cincuenta y tantos años atrás. Si no ruinosa, la actividad cultural siempre ha hecho más pobres que ricos a sus agentes y creadores. El artículo me parece una oportuna denuncia, y no solo en el momento actual, sino en todo momento. Salud(os).
ResponderEliminar