23 de marzo de 2013

Mensajes en la calle (40): Mare Nostrum versus Germania


Los rostros de la protesta son los rostros de la sociedad manifestada  en la calle. Sorprende verlos cuando la frustración o la desesperanza se apodera de sus ánimos y ya no les queda otro recurso que la rebeldía contra lo que consideran, porque lo es, la causa de su malestar. Son imágenes que jamás se olvidan, y a las que se ya he aludido en alguna ocasión. Son las caras inconfundibles de la crisis, de esa crisis que ha contribuido a acentuar la asimetría que separa al Norte del Sur de Europa, agudizando las contradicciones en un espacio que presumía de integración, de solidaridad y de convergencias y que hoy se debate entre la confrontación y la ruptura. 

Abrumados por los imperativos de la lucha contra el déficit público hasta extremos que resultan asfixiantes y que crean un panorama de expectativas desoladoras para la mayoría de la sociedad, los ciudadanos salen a la calle con la sola fuerza de su presencia y de su mirada, las únicas armas de que disponen frente a la especulación y la barbarie de un modelo financiero - el del Banco Central Europeo - concebido para privilegiar  a los bancos e imponer sus reglas a través de los gobiernos bajo el liderazgo exclusivo del alemán mientras los demás permanecen pasivos, consentidores y sumisos hasta convertir a la Unión Europea en un verdadero polvorín social, al compás de su propio desgarro interno y el agravamiento imparable de las desigualdades. Desaparecida la Comisión (ay, Durao Barroso, el gobernante de la irrelevancia), todo parece indicar que los equilibrios del poder, en los que creíamos basada la construcción europea, han dejado de existir. 

Entre tanto, el Sur se debate entre el ser y la nada. Terribles experiencias han  marcado la historia de los dos segmentos del continente. Conocer lo sucedido entre las tierras del Mediterráneo oriental y el mundo de los teutones sobrecoge cuando se analiza a fondo. Ha pasado el tiempo, pero las imágenes de los rostros perviven para recordarnos lo que fueron la Héllade y sus alrededores. Basta observar la imagen de la mujer chipriota que, con la mirada perdida, enarbola un mensaje de protesta contra la canciller alemana para ver que las facciones se mantienen casi intactas. Al verla en la prensa me ha recordado el rostro de Higía, la diosa de la salud, cuya réplica adquirí en Atenas hace ya unos años y que, al contemplarla de nuevo, me ha recordado lo que ha representado Grecia para el mundo, su huella en Chipre,  y en lo que se ha convertido ahora. 

22 de marzo de 2013

El riesgo de "enamorarse de sí mismos"


Leo en Le Monde Diplomatique un artículo que induce a la reflexión. Los impulsores y partícipes del movimiento Occupy WallStreet (OWS) parecen estar "amoureux de lui même". Es decir, tras una etapa de eclosión, clamor en la calle, reivindicaciones justificadas en pro de una "democracia real", repletos de eslóganes y frases que en algunos rozaban la genialidad, parecen recluidos en sus nichos autocomplacientes. Da la impresión de encontrarse en un impasse, en una especie de laberinto sinuoso cuya salida, coherente con las pretensiones que lo animaron, no parece visible ni se atisba por dónde puede transcurrir. 


¿Pasa lo mismo, pasará lo mismo, con el 15-M, que convirtió a las plazas españolas en los testimonios ostensibles de una nueva época? ¿Dónde están en estos momentos? ¿Hacia qué derroteros se dirigen? ¿Qué conexiones le vinculan con esas mareas multicolores que, organizadas sectorialmente, claman contra los recortes y los brutales desmoches de lo público? ¿Qué tiene que ver con ese Partido X, enfáticamente autocalificado como Partido del Futuro, e identificado con una incógnita que se aviene mal con el valor y la importancia pretendidamente otorgados a la transparencia como principio incuestionable de la toma de decisiones y de la participación ciudadana? 

Enamorarse de sí mismo, como parece ocurrirles a los de NYC, no es bueno porque, al final, se acaba en la irrelevancia y en el desencanto. Hace unos días falleció Stéphane Hessel, el autor del famoso manifiesto a favor de la protesta. "Indignáos" se tituló la obra que canalizó la lectura durante algún tiempo de mucha gente. Con él se fue una voz rotunda que supo sintonizar con las sensibilidades de una época. Dada su lucidez, nada lesionada por la edad, es muy probable que su opinión habría arrojado alguna luz en el panorama de incertidumbres y nieblas que nos invaden. Un legado intelectual póstumo así lo avala
 

17 de marzo de 2013

Espacios transformados (14): los escenarios contrastados de Bergoglio




En muchas ocasiones al salir de la catedral que ocupa uno de los frentes de la Plaza de Mayo de Buenos Aires, el arzobispo cardenal Jorge Mario Bergoglio se toparía sin poder evitarlo con imágenes como ésta. No se puede cruzar ese espacio simbólico de la historia argentina sin detenerse, siquiera un momento, en el sinfín de mensajes, proclamas, reivindicaciones y lamentos que insistentemente recuerdan las tragedias vividas y las esperanzas frustradas.

Ernesto Sábato, uno de los más grandes intelectuales de la tierra de Martín Fierro, escribió que "el pueblo argentino no puede dejar de hacer de su historia el testimonio permanente de su vida cotidiana". En Plaza de Mayo se compendia todo, pues todo forma parte del mismo lugar de encuentros obligados y sensibilidades compartidas y siempre a flor de piel. Poco más de 100 metros separan la Casa Rosada de la Catedral católica, donde el general San Martín, el libertador mitificado, de ascendencia palentina, está enterrado a medias. Apenas 300 marcan la distancia entre la sede catedralicia y el lugar donde la sociedad expresa sus preocupaciones, al lado mismo del recorrido marcado por las madres y las abuelas que reclaman a sus desaparecidos.

Cuántas veces, el jesuita Bergoglio, que ha llegado a papa y que va a tratar de ejercer como tal, dirigiría al tiempo la mirada hacia el palacio de gobierno, la sede del poder católico y los grupos congregados en la calle. ¿Qué pensaría en esos momentos? ¿Por cuál optar? ¿Qué actitud tomar ante sensaciones tan contrastadas? ¿Dónde y con quiénes fijar la atención preferente? He ahí la incógnita que encierra una experiencia en ciernes, y también la sorpresa agazapada. Pues no me digan que unir todos esos ingredientes con el panorama soberbio que se divisa al contemplar el mundo desde la imponente balconada del palacio de San Pedro no puede traer consigo sino contradicción y un punto de esquizofrenia, que tal vez le obligue a aliviarlas, aunque sea en la distancia, con los aromas vivificantes del mate y las tonalidades del tango más desgarrador. ¿Se imaginan contemplar los fastos que tienen lugar en la nave central de la basílica bajo los acordes del bandoneón?



14 de marzo de 2013

Cuando investigar es llorar


En una nota que fácilmente puede pasar desapercibida para el lector veo en la prensa la noticia de que Amaya Moro-Martín, investigadora del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y promotora de la Plataforma por una Investigación digna, ha puesto su mirada y su curriculum en Estados Unidos con el fin de encontrar posibilidades de futuro para un trabajo científico que en España tiene ya fecha de caducidad. Cuando concluya el contrato que la mantiene unida a la entidad, el escenario que se abre ante ella es preocupante y sin duda abierto a la frustración. Seguramente cuando vuelva la vista atrás su memoria se llenará de recuerdos, experiencias, ilusiones, ideas, momentos de insomnio y de placentera satisfacción, descubrimientos, logros… todo basado en la dedicación a una tarea a la que ha dedicado no pocos de los mejores años de su vida. Lamentablemente, no es una situación excepcional. 

Un drástico e implacable plan de ajuste amenaza con debilitar la capacidad científica del CSIC, laboriosamente construida a lo largo de los años y apoyada en los esfuerzos  de muchas personas, que han dado lo mejor de sí mismas en el amplio abanico de opciones y saberes que estructuran un amplio y valioso caudal de aportaciones, sujetas a rigurosos controles de calidad y evaluación de resultados. Ya sé que toda generalización es excesiva y que en un grupo tan amplio como heterogéneo siempre habrá matices que pongan en evidencia situaciones y balances contrastados. 

Sin  embargo, cuando se asiste a la reconversión de un organismo de tanta relevancia simplemente por el hecho de que no puede quedar inmune a la mutilación aplicada a todo lo  público que sin excepciones, miramientos y reservas está teniendo lugar en España, uno tiene la sensación de que la prevalencia del criterio cuantitativo sobre el cualitativo acabará siendo letal para el futuro del país. No es irrelevante el hecho de que en los últimos quince meses, señala la misma nota que comento, un total de 1.280 profesionales de la ciencia, la investigación y la innovación han sido despedidos. Esto se ha llevado a cabo en un país que en 2011 destinó a la investigación el 1,35% de su PIB, sensiblemente por debajo del promedio de la Unión Europea   de los 27 (2,3%) y de la cifra propuesta por el Consejo Europeo (3%). 


Son cifras elocuentes aunque frías. Por eso tal vez convenga detenerse en los casos concretos de las personas afectadas, valorar lo que han hecho hasta ahora, qué resonancia ha tenido y en qué situación quedan los trabajos realizados, inconclusos en la mayor de los casos, y ellas mismas.  Qué pasa con los equipos a los que pertenecían, qué con las líneas puestas en marcha y que sólo pueden ofrecer la magnitud de sus resultados a largo plazo, qué con sus carreras profesionales, en algún momento esperanzadas. Sugiero que más pronto que tarde se haga una evaluación de lo que ha supuesto para la situación de la investigación en España la política aplicada al CSIC, sin olvidar tampoco los recortes acometidos en general sobre el sector. Será la forma de aclarar las dudas que nos asaltan y conocer en toda su dimensión hasta qué punto investigar en España - empresa decisiva para superar la cultura de la banalidad y el lucro rápido que nos invade - es una labor que va acompañada del llanto, la rabia y la decepción de muchos de quienes la cultivan dignamente.

Basta una muestra. Hace unos días me enteré de que esta situación afecta también a Elisa Martín Ortega, una excelente investigadora en el campo de la Literatura y que acaba de abandonar el Consejo. Es hija de unos buenos amigos míos, los afamados escritores Gustavo Martín Garzo y Esperanza Ortega. Sinceramente lo siento. Dejó constancia de sus sensaciones en su blog. Merece la pena leerlo. 

6 de marzo de 2013

¿Qué queda de aquel liberalismo digno?




"No pueden florecer largo tiempo el comercio y las manufacturas en un Estado que no disponga de una ordenada administración de la justicia, donde el pueblo no se sienta seguro en la posesión de su propiedad, en que no se sostenga y proteja, por imperativo legal, la honradez en los contratos, y que no se dé por sentado que la autoridad del gobierno se esfuerza en promover el pago de los débitos por quienes se encuentran en condiciones de satisfacer sus deudas. En una palabra, el comercio y las manufacturas solo pueden florecer en un Estado en que exista cierto grado de confianza en la justicia y el gobierno".

Lo escribió Adam Smith en La Riqueza de las Naciones, el libro fundacional del capitalismo moderno y del liberalismo económico, que vio la luz en el siglo XVIII. ¿Qué ha quedado de aquellos principios en la mente y en los actos de quienes, presumiendo de liberales, entienden su modelo de gestión y de gobierno de lo público como algo al servicio del enriquecimiento propio y de las huestes que los secundan sin atreverse impúdicamente a reconocerlo? ¿No somos víctimas de un proceso de degradación de colosales dimensiones? Ay, si Adam Smith, Alfred Marshall y David Ricardo levantasen la cabeza y vieran a la tropa que se reclama descarada y obscenamente como sus herederos.
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