No ha sido Francia un vecino fácil ni cómodo a lo largo de la Historia. No hace mucho hemos conmemorado con gran pompa y circunstancia el bicentenario de la lucha contra la ocupación francesa a comienzos del siglo XIX, es evidente que la postura de inhibición de Francia durante la guerra civil fue letal para la continuidad de la Segunda República , que no fueron gratos los años en los que grupos enormes de exiliados trataron de sobrevivir en aquellas ciudades y pueblos contra el menosprecio de muchos franceses, aunque pronto se verían, sin embargo, sorprendidos y admirados por la combatividad y el coraje que los que habían llegado de allende los Pirineos mostraban contra la presencia de los nazis en la Francia ocupada.
Los españoles estuvieron entre los primeros que liberaron la capital francesa y de España fueron también muchos de los que, con su trabajo e inteligencia, contribuyeron al progreso del país tras la Segunda Guerra mundial. Y, para concluir, no estaría de más recordar las resistencias de Giscard a la incorporación de España a las Comunidades Europeas, a lo que finalmente accedió porque no tenía más remedio, y las ambigüedades mostradas en la cooperación contra ETA, que durante años no dieron los frutos que cabria esperar de un país sin cuya colaboración seria imposible poner fin a esa lacra de muerte y extorsión apoyada en una causa y en unos métodos que siempre han tenido perdidos.
Todo parece indicar que las relaciones que actualmente se mantienen con Francia van viento en popa. Gracias a su presidente, y da la impresión que sin precio alguno, el Gobierno español ha logrado estar presente en las reuniones de los Grupos que tratan de hacer frente a la crisis mundial - sin que aún este muy claro el sentido de su estrategia y sobre todo su eficacia - y, lo que es más importante, parece ser que la actitud contra la banda terrorista es firme, resuelta y decidida. Continuará quizá su estela de muerte y destrucción, pero su persistencia va a resultar atroz para quienes la secunden. Ya lo estamos viendo, por fortuna.
Aunque solamente fuera por eso, y sin entrar en la peculiar personalidad del actual inquilino del Elíseo, bienvenida sea la visita oficial de Nicolás Sarkozy, por más que todavía subsistan prevenciones en ambos países sobre el grado de estrechamiento de sus vínculos y ante el hecho de que en sectores de las sociedades españolas y francesas afloren de cuando en cuando los recelos que normalmente surgen en toda relación de vecindad que se precie. Siempre será así, porque así suele ocurrir entre vecinos, pero de lo que no cabe duda es que Francia, más allá de sus vicisitudes políticas, siempre será en muchas cosas un referente incuestionable para los españoles. Lo es, en efecto, en cultura, en tecnología, en arte, en protección de sus paisajes, en ordenación del territorio, en el valor de lo público, en tolerancia, en espíritu critico, en respeto al adversario. En sentido del Estado. "Hay en mis venas gotas de sangre jacobina" decía Machado. Es una frase con la que siempre me he identificado.
Como todo país, Francia tiene sin duda muchos defectos, mas posee una cualidad que le caracteriza: con frecuencia se ha anticipado a los cambios históricos, lo que le ha permitido ir por delante de su tiempo, y su lema memorable - Libertad, Igualdad y Fraternidad - se corresponde con los ideales a los que debe tender la Humanidad. Por cierto, ¿se imaginan Vds. qué hubiera sido de España de haber arraigado en ella los aires de la Revolución francesa a comienzos del siglo XIX, dejando arrumbado para siempre el sórdido fardo de absolutismo e intolerancia que sobrevinieron cuando aquel infame Fernando VII decidio derogar el tímido soplo de libertad afrancesada que fue la Constitución de Cádiz de 1812?. Y es que "cuando canta el gallo negro es que ya se acaba el día, si cantara el gallo rojo otro gallo cantaría".
Imágenes: Arriba: El Panteón de Hombres Ilustres, en Paris. En el centro: Placa de reconocimiento a la participación de los republicanos españoles en la liberación de Francia, en Pau. Abajo: Alegoría de la República francesa en la plaza principal de Lille
No sé si les pasará a Vds., pero, dejando de lado su aire belicoso, a mí siempre me ha causado cierta emoción La Marseillaise