27 de abril de 2017

La penosa y patética deriva de Lluis Llach




Cada vez estoy más convencido de que la ideología nacionalista, la rabiosa y fanática mentalidad que obnubila las mentes, exacerba el sectarismo y empobrece las conciencias, acaba por destrozar la calidad intelectual de quienes se adscriben a ella, abandonando las sensibilidades que en otro tiempo, y no demasiado lejano, les distinguieron. Es una ideología perversa, a cuyo socaire se han cometido y cometen tantas aberraciones. No está de más evocar en este sentido la reflexión expuesta por Stefan Zweig en el prefacio de su obra El mundo de ayer. Memorias de un europeo - "una lección magistral sobre la demolición de los vínculos entre palabra y verdad”, en opinión de Rafael Argullol - cuando señala: “he visto nacer y expandirse ante mis propios ojos las grandes ideologías de masas: el fascismo en Italia, el nacionalsocialismo en Alemania, el bolchevismo en Rusia y, sobre todo, la peor de todas las pestes: el nacionalismo, que envenena la flor de nuestra cultura europea.”


Cuántas veces los de mi generación hemos entonado en tiempos no demasiado lejanos las canciones de Lluis Llach, que aprendimos en catalán y que mantenemos vivas en la memoria como expresión de mensajes que, frente a la dictadura ominosa, reclamaban libertad y asumían como letras combativas la defensa de la igualdad y el respecto a los derechos humanos. Raimon, Pi de la Serra, Ribalta, Raimon, Paco Ibáñez, Elisa Serna, Llach... una estirpe inolvidable en la historia de la democracia española. La mayor parte de ellos permanecen en el recuerdo, admirados al preservar la coherencia de la que siempre hicieron gala.

Por eso sorprende y provoca lástima, que no indignación, la postura servil con el nacionalismo más excluyente que ha acabado adoptando sin pudor Lluis Llach, asumiendo la función de mamporrero que en el reparto de papeles le asignan los que reclaman y utilizan su prestigio declinante para meter en vereda a cuantos se resisten a esa presión secesionista que, abocada al fracaso, provoca el menosprecio y la indiferencia, cuando no el hazmerreir, de la comunidad internacional.

Triste destino, a la postre, el de un intelectual otrora brillante y hoy penosa caricatura de sí mismo, convertido en un farsante manipulador de la historia y de las conciencias de los ciudadanos catalanes, y enarbolando con furia la "estaca" no para reclamar justicia y libertad, sino para amenazar con lenguaje trabucaire y chulesco a los que desean respetar la legalidad que institucionalmente les ampara.

15 de abril de 2017

Que nadie olvide el bombardeo de Gernika hace ochenta años





Cuando se cumple una semana del acto de entrega de las armas por parte de la banda criminal ETA y a once días del 80 aniversario del bombardeo de Gernika por la aviación nazi, efectuado con la aquiescencia de los militares españoles insurrectos, he visitado la villa simbólica de los vascos. Hoy se muestra como una ciudad hermosa, bien urbanizada, tranquila y hospitalaria. Rezuma paz por doquier. Una paz a la que se concede la importancia histórica y cultural que tiene en los paneles de ...un Museo especificamente dedicado a la defensa de los Derechos Humanos y al cultivo de la memoria sempiterna sobre lo que esa villa vivió el 26 de abril de 1937.




Impresiona encontrarse con esas evocaciones, que reflejan hasta qué punto la destrucción de Gernika supuso no solo un castigo atroz a una sociedad concreta sino la experimentación de la barbarie sobre poblaciones inocentes, que preludiaba lo que iba a ocurrir dos años después en Europa. España como laboratorio de la muerte masiva. Así la concibieron los nazis, los fascistas italianos y los rebeldes franquistas. Habrá que esperar al año 1997, sesenta después de la barbarie, para que el Estado alemán reconociese la responsabilidad de ese país en la tragedia.




El silencio y el respeto se imponen ante un escenario de dolor recordado, con el convencimiento de que la memoria de lo ocurrido debe quedar preservada. Son recuerdos y sensaciones que conducen, con igual actitud de respeto, a la Casa de Juntas y al recinto que acoge el roble representativo de la historia y la cultura de una comunidad que, finalmente en paz, merece ser reconocida en sus valores y significados en el marco de la rica complejidad intrínseca de España.





14 de abril de 2017

Reflexiones en torno a la idea republicana en el 86 aniversario de la Segunda República Española

Hoy se conmemora el 86 aniversario de la proclamación de la Segunda República Española. No voy a insistir en los argumentos que se vierten en torno a esta experiencia tan importante en la Historia de España y que a nadie deja indiferente. La efeméride, que celebro todos los años con el recuerdo emocionado, me suscita esta reflexión.

La evolución y las transformaciones de la Historia han superado irreversiblemente la etapa en la que las Monarquías simbolizaban a los Estados y a sus ciudadanos. Desde 1789 los soberanos quedaron arrumbados por la ola republicana, imparable en adelante. Es el espíritu republicano - libertad, igualdad, fraternidad, con todo su corolario de manifestaciones - el que marca desde entonces el rumbo de los tiempos. Afortunadamente.

Por eso, incluso en los Estados aún regidos por instituciones hereditarias de corona y cetro el papel desempeñado por las Monarquías y sus cohortes familiares deben ajustarse a los principios que reivindican la ética y la ejemplaridad como pilares esenciales de sus actitudes y comportamientos.

Ya sé, ya, que son muchos los políticos republicanos en los que la moralidad republicana brilla por su ausencia; son los contraejemplos a desechar. Mas en el caso de las Monarquías es evidente que en la preservación de esos valores reside la única garantía de su supervivencia, la fuente de su legitimidad. Pues, ¿qué sentido tienen los Reyes si no son ejemplares éticamente para su pueblo? ¿Qué valor cabe concederles cuando ellos mismos y sus dinastías incurren en las corruptelas más escandalosas?


Tales son algunas de las reflexiones que en su día me suscitó  la visita al edificio religioso donde reposan los restos de los reyes daneses en Roskilde, no lejos de Copenhague. Detenerse con la mirada ante lo que ofrece ese escenario repleto de soledad plantea al viajero con toda nitidez el sentido y la razón de ser de las Monarquías en los tiempos que corren, afortunadamente cimentados en el significado de la "res publica". Una ciudad y un lugar merecedores de una visita.

13 de abril de 2017

Evocaciones del pasado: una visita al patrimonio industrial de Valmaseda


Tranquilo, relajado, transcurre el Cadagua por tierras del sur de Vizcaya, provenientes del septentrión burgalés. Da la impresión de que no pasa nada, pero ha pasado tanto. Me detengo a observar la importancia de ese rio en la industrialización vasca y me sorprenden las obras de ingeniería que jalonan su curso con el fin de aprovechar la fuerza motriz del agua. Proyectos espectaculares.

Hace 52 años visité con mi padre la fábrica de boinas La Encartada. Él las vendía en su pequeño comercio burgalés. Le invitaron a visitarla y yo le acompañé. Aquello iba a ser mi sino. Para mí, aquel lugar era el fin del mundo. Entonces - la fábrica- estaba a pleno rendimiento. He vuelto a esa factoria mitificada en la memoria y hoy convertida en impresionante testimonio de patrimonio industrial. Admirable, una maravilla, todo el ciclo integrado de la fabricación textil a partir de la manufactura de la lana. Duró cien años, de 1892 al 8 de agosto de 1992. Merece la pena verlo de cerca. Aún sigue produciendo electricidad mediante su salto de agua y que vende a Iberdrola, lo que genera un beneficio con destino al mantenimiento del museo.

Antes de llegar a ese complejo fabril he conocido casualmente en el paseo a Pancho Pastori, arquitecto y fotógrafo de Montevideo. Un artista interesante, la verdad. Son las sorpresas que los viajes sin guión previo proporcionan. Hemos departido durante un rato a la sombra de las escuelas mientras comentabamos la imagen inconfundible del Cadagua en Valmaseda, cabecera de la comarca vizcaina de Las Encartaciones.

10 de abril de 2017

Cuando los despoblados se confunden con la tierra


El rural profundo se despuebla y el caserío acusa las huellas del vaciamiento demográfico. Pero no siempre el abandono es absoluto. Con frecuencia se reconstruyen algunas casas, se levantan nuevos edificios (con aberraciones estéticas clamorosas), para albergar esporádicamente a los que desde las ciudades acuden a sus pueblos de origen a descansar y respirar. Son notas arquitectónicas excepcionales en medio del silencio, que de cuando en cuando se interrumpe fugazmente. Un signo del cambio de uso del espacio edificado en ese mundo tan crítico. Esa España a la que llaman "vacía", pero que ofrece un "vacío" matizable.

Sin embargo, cuando la vida se extingue y a nadie interesa mantenerla de ningún modo, la naturaleza acaba retomando la importancia que corresponde a la falta de presencia humana. El espectáculo llama la atención cuando las construcciones están labradas en adobe. Poco a poco, el derrumbe se impone, las casas pierden el equilibrio y van desapareciendo. Lo que queda de la construcción se confunde con la arcilla, todo aparece empastado por el ocre que uniformiza la imagen de la desolación. En Otero de Sariegos (Zamora). El mejor observatorio para contemplar el complejo endorreico de Villafáfila. Donde uno se siente tan deslumbrado como empequeñecido.


8 de abril de 2017

Al fin, ETA derrotada






AL FIN. Acaba de ocurrir. 8 de abril de 2017. Desarme total de Euskadi Ta Askatasuna. Se acabó.

Tratarán de presentarlo como un acto de buena voluntad, como la expresión de un propósito del que han acabado convenciéndose. Obscenamente tratan incluso de adornarlo como un gesto de "artesanos de la paz", que "entregan las armas al pueblo".  Frases hueras, de marketing rancio, que no embaucan a nadie. Pelillos a la mar. Pero no. Es una derrota. La banda criminal ETA, que durante cuarenta y tres años ha sumido en la muerte y el terror a la sociedad española, ha sido derrotada. En toda regla. Sin haber conseguido ninguno de sus fines. Ha triunfado el Estado, el Estado de Derecho. Sin paliativos. Su disolución es cuestión de muy poco tiempo.







AL FIN. Desaparecerá para siempre la estética sórdida y tenebrosa impuesta por la banda en el espacio público. Incluso en los cantones - callejas transversales- de las ciudades vascas (en la segunda foto, Mondragón) volverá a salir el sol, al tiempo que la mugre quedará olvidada en la Parte Vieja donostiarra, mientras la sociedad española, incluyendo la vasca, mirará, satisfecha por lo logrado aunque sin olvidar los cerca de 900 asesinados por ETA, hacia el horizonte que se abre, tras la escultura de Eduardo Chillida, en la playa de la Concha de San Sebastián, no lejos del Barrio del Antiguo, que tanto sufrió.


1 de abril de 2017

El arte estimula la creación de espacios imaginativos



Los contrapuntos en la percepción de las diferentes formas del arte alientan y estimulan la imaginación de quien las contempla. Magnífica es la perspectiva que ofrecen las esculturas, suavemente modeladas en bronce, de Henry Moore frente a los relieves en piedra, donde se simboliza la Historia de España a finales del siglo XV en el Colegio de San Gregorio, en Valladolid.

Imaginemos, por un momento, que Fray Bartolomé de las Casas y Ginés de Sepúlveda salen a la plaza, tras la batalla dialéctica que mantuvieron durante la Controversia de Valladolid, celebrada en ese edificio en 1550, y que tan decisiva fue en el reconocimiento de los derechos de los indígenas americanos. Con la mente agotada y el ánimo necesitado de estímulo visual, es muy probable que ante las imágenes de Moore recobrasen el sosiego que esas modulaciones proporcionan a cuantos se situan ante ellas para entender que las aristas de los argumentos pueden ser matizadas por las sinuosidades que el escultor británico ha proporcionado a sus obras como réplica, siquiera sea temporal, a la rotundidad de los estilos, las filigranas y los alardes estéticos propios del gótico tardío.

Un recuerdo emocionado a la Librería de Eva



A la ida o a la vuelta, en relación con mi rumbo profesional cotidiano, paso a diario por la calle Torrecilla, alternativa, en un sentido u otro, a la de Cadenas de San Gregorio, la de los museos, una de las más apetecidas de Valladolid.

Pero la de Torrecilla me atrae, porque en ella impera el pequeño comercio, nutrido de establecimientos diversos que pugnan por sobrevivir en un mundo banalizador de franquicias y grandes superficies, ante las que reividican su existencia estas tiendas modestas, que coordinan estrategias para atraer a la clientela mediante el marchamo de identificación que el nombre de la calle procura.

En ese trayecto hace unos días cerró la librería de Eva. De la librera más sensible, afable y cultivada que he conocido. Muy a menudo me detenía en su escaparate, y a veces entraba para ver lo que tenía, para comprar alguna novedad o simplemente para charlar. Con qué celo, con qué cuidado, con qué solvencia mimaba sus libros y los transmitía al visitante. Era algo tímida, pero la timidez se desvanecía cuando alguna obra llamaba la atención del cliente, que Eva entendía como una invitación al descubrimiento del libro deseado.

De pronto, sin saberlo de antemano, la encontré a la puerta de la librería, con el escaparate cubierto por una cortina de papel que cegaba para siempre el espacio interior, donde hasta entonces los libros ejercían su reclamo.

- ¿Qué pasa? le dije.
- Cierro - me contestó- me jubilo. Esa fue la respuesta. No quise indagar más. Seria como nunca. Con la mirada ante el cristal.
- Lo siento. De veras. Somos muchos los que te echaremos de menos.
- Gracias.
- Gracias a tí, Eva
- Adiós
- Hasta siempre, librera. Me gusta lo que has dejado escrito como despedida, como legado de lo que para ti ha supuesto tu dedicación al libro. Lo voy a fotografíar y a difundir.
- Gracias


Cuántas lecciones extraemos de las pequeñas librerías. De los libreros cultos, entregados al oficio, verdaderos sabuesos a la búsqueda, al descubrimiento y a la transmisión sensible de lo que un libro signífica. El olor al papel, el silencio, el contacto del lector con ese universo de sorpresas sin límite. Un placer. La experiencia de Eva me ha recordado a Pepe, el de la Librería Relieve. Esta tarde he visitado a Miguel, en Sandoval, en la Plaza del Salvador. Jamás he comprado ni compraré libros en otro tipo de librerías.


Al día siguiente, desde la Casa del Sol y a mediodía, vi pasar a Eva de camino a Santa Clara con un trolley seguramente lleno de libros. No me atreví a saludarla, pero la contemplé hasta que se perdió en la mirada. Sentí admiración hacia esa persona. Espero volverla a ver algún día para hablar de libros. Su experiencia no tendrá precio.

Hoy he vuelto a pasar por la calle Torrecilla. Mañana y al otro... y al otro, lo haré también. Sin Eva ya no es la misma. Small is beautiful. ¿No les parece?
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