19 de diciembre de 2019

El privilegio de la inmunidad parlamentaria

Hace tiempo que me he planteado esta cuestión, que hoy suscito y que agradecería que alguien tuviera la amabilidad de despejarla.

A saber: ¿cuál es la razón justificativa de que los parlamentarios posean singularmente inmunidad ante la aplicación del Derecho y no estén sujetos a la jurisdicción de los Tribunales ordinarios, disfrutando de una excepcionalidad frente a los ciudadanos a los que representan? ¿Hasta que punto este privilegio dificulta la aplicación diligente de la justicia de suerte que algunos representantes pueden ampararse en el para eludir responsabilidades por delitos cometidos y juzgados antes de acceder a la condición de parlamentarios? ¿No se trata de una especie de treta o ardid que les permite, rayando en lo obsceno, hacer uso de la dignidad parlamentaria cuando en realidad su ejercicio les importa una higa?

Lo planteo simplemente por curiosidad mientras veo subir el caudal del rio y desvanecerse el vuelo de las grullas.

9 de diciembre de 2019

No hay conflicto


No entiendo la palabra "conflicto" aplicada al tema catalán. Conflicto significa contraposición de intereses, pugna ante objetivos contrastados, lucha por el espacio, voluntad de resolución de las tensiones bajo la dialéctica derrota-victoria, la que distingue entre ganadores y perdedores. A mi modo de ver, España no confronta en absoluto con Cataluña, que forma parte de España, y cuyo desarrollo es imposible interpretar al margen de su integración en el Estado. Basta analizar con el debido rigor los hechos históricos - desde que Cataluña y, particularmente el puerto de Barcelona, se abre al comercio internacional a partir de 1714 - para darse cuenta de esa tendencia al fortalecimiento económico que los historiadores que estudian con solvencia y honestidad la Historia de Cataluña reconocen.

Lo que sucede en esa admirable región nordestina proviene de las pretensiones de un sector no mayoritario de la sociedad catalana de presionar al Estado con el fin de ampliar sus privilegios en detrimento de la solidaridad inherente a un Estado integrado, cuyas prerrogativas se amparan en una de las Constituciones más avanzadas de Europa en cuanto al nivel de descentralización de las regiones y nacionalidades que lo componen.

6 de diciembre de 2019

España, 41 años después: Un positivo balance


Con sus luces y sus sombras, con sus tensiones y euforias, con sus horizontes abiertos o difuminados, no ha habido un período igual tan positivo en toda, toda, la Historia de España como el iniciado hace hoy 41 años. Quienes conocimos a fondo la dictadura franquista, quienes discutimos sobre las perspectivas del país sin tener ni idea de lo que iba a suceder tras la muerte de aquel siniestro ferrolano, quienes en los primeros años de la transición cada día percibiamos la incertidumbre como escenario...no podemos por menos de sentirnos satisfechos por lo sucedido. Ni lo imaginábamos en nuestros más complacientes devaneos intelectuales.

Ha habido mucha corrupción, muchos crímenes, infinitas decepciones, pero también logros incuestionables, avances significativos, conquistas sociales, culturales y científicas impensables hace cuatro décadas. Tenemos libertad. España continua y continuará, porque la mayoría de la sociedad así lo quiere y, sobre todo, lo necesita.

Cuando cada mes llega la pensión a casa, cuando regularmente recibo la citación de la asistencia sanitaria pública y observo la excelente labor de los profesores que enseñan a mis nietas en el Colegio público al que acuden, tengo la sensación de que vivo en un Estado que funciona. Siempre se puede mejorar, y la complacencia nunca es buena, pero es evidente que cualquier examen honesto de la realidad no puede ignorar la solida plataforma conseguida merced a la Constitución aprobada en 1978, en la que, conviene recordarlo, se recogen todos los principios, libertades y derechos contemplados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
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