5 de diciembre de 2018

La presión callejera contra una opción política puede favorecerla

Dificilmente la presión callejera, y si es violenta peor, sirve para contrarrestar el peso de las opciones políticas adversarias o denostadas. Por el contrario, hasta es posible que las fortalezcan. El efecto puede estar en los antípodas de lo que persigue. Sorprende que los señores Iglesias y Garzón no lo vean así. Comúnmente la presión en la calle se ha entendido como estrategia reactiva a las decisiones del poder instituido. Como refleja lo sucedido recientemente en Francia las calles enfervorecidas se han movilizado contra el gobierno de la República, contra quien la preside, pero no contra ningún partido específico sustentado en un apoyo electoral más o menos relevante.


Para combatir las ideologías contrarias y neutralizar su respaldo popular hay que utilizar herramientas ideológicas capaces de persuadir a la sociedad de que la opción que defienden sus adalides es la que la sociedad necesita. Sólo la firmeza del rearme ideológico, la solidez de los programas, la honestidad de los comportamientos, la sensibilidad hacia los problemas reales y la credibilidad de los dirigentes fraguan el hormigón necesario para que las derivas políticas cuestionadas no puedan prosperar. Es lo que permite una democracia que se precie, donde todo es mutable y reversible: politica contra politica a través de la acción política que el entramado institucional posibilita.
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