20 de noviembre de 2019

La justicia funciona

Por desgracia la corrupción es una gangrena que corroe con demasiada frecuencia la política. No es una lacra privativa de ningún país pues ofrece una dimensión más generalizada de lo que se cree. Ocurre en España, con escándalos tremendos, pero también ha hecho mella en Italia, en Francia, en Alemania, en Estados Unidos, por doquier y alcanza niveles escalofriantes en los países con regímenes estructuralmente corruptos. Con todo, lejos de mi ánimo pensar en aquello de "que mal de muchos... ".

Pero lo cierto es que, echando un vistazo al tratamiento jurídico de la corrupción política, no es difícil comprobar que en España, a diferencia de otros muchos países, incluso europeos, LA JUSTICIA FUNCIONA, de modo que tarde o temprano las fechorías y sus responsables reciben la sanción que sus malas prácticas merecen. Es el nuestro un Estado donde la impunidad, a diferencia de Italia por ejemplo, no se estila ni permite irse de rositas a los que ejercen obscenamente la responsabilidad pública sin la ejemplaridad que debieran. Los efectos jurídicos, planteados con las debidas garantías, son demoledores a la par que aleccionadores.

Las sentencias promulgadas en los últimos años así lo evidencian de forma inequívoca, mientras esperamos como agua de mayo la aplicación de la justicia garantista española al latrocinio sistemático e inmenso llevado a cabo por la banda familiar de los Pujol Ferrusola y cuya pretensión de impunidad constituye uno de los pilares principales sobre los que esa gente ha tratado de asentar la manipulación secesionista en Cataluña. Mientras tanto, España funciona y la ley prevalece. Tarde o temprano. ¿No les parece?

18 de noviembre de 2019

Un geógrafo ante la crisis social francesa


Christophe Guilluy acababa de terminar la carrera de Geografía cuando le conocí en los pasillos del Institut de Geographie de Paris-Sorbonne, en la rue Saint Jacques, al presentármelo Bernard Dezert aquella tarde de mayo de 1985. Andaba yo por allí disfrutando de la primavera parisina y observando al propio tiempo los métodos empleados en el estudio de los impactos socio-espaciales provocados por la industria del automóvil en La Porte d'Alsace (Peugeot-Citroen) de la mano del maestro Dezert. Recuerdo a Guilluy como un joven despierto, muy hablador y muy bien preparado. No le volví a ver. Hoy he tenido noticias de sus preocupaciones con la lectura de "La batalla de los chalecos amarillos"

Me complace, más de treinta años después, saber de él como analista de las tensiones sociales que afectan a Francia y en las que profundiza con las herramientas de la Geografía, tan ignoradas por tanta gente. Son herramientas válidas, rigurosas, dispuestas a no pasar por alto la dimensión espacial de los procesos de transformación a los que se enfrentan las sociedades contemporáneas, dando origen a escenarios imposibles de interpretar con rigor al margen de la reflexión geográfica. He ahí, por si alguien no lo sabe, otro de los grandes motivos que justifican la razón de ser de la ciencia que desarrolló Alejandro de Humboldt y que tanto ayuda a entender el mundo en que vivimos.

Taurus acaba de publicar su obra "No society. El fin de la clase media occidental". Mañana me hago con ella. 

1 de noviembre de 2019

El concepto de nación en España

Por más vueltas que le doy al tema, por más que lo intento, a pesar de las lecturas sobre el asunto, no consigo aclararme sobre las confusas connotaciones actuales del concepto de "nación" y la definición de España como "nación de naciones", que, por lo visto, aunque con otra forma de expresarlo asume la idea de " nacionalidades ", contemplada en la Constitución vigente. El lío aumenta tras comprobar en el debate de ayer que los portavoces de los principales grupos parlamentarios tampoco tenían claro cuántas naciones forman España y si basta la lengua específica para que ese atributo identifique al territorio en cuestión como una nación o es necesario algo más. Es, con todo y a mi modo de ver, una noción respetable, que forma parte de la posición identitaria de cada cual y que no merece otra crítica que la que pudiera surgir ante los comportamientos excluyentes o supremacistas que sobre ella pudieran descansar o justificarse.


Sin embargo, y para aclarar las cosas y saber de qué estamos hablando, no puedo dejar de asirme de entrada al verdadero origen del concepto moderno de Nación, heredero de la Ilustración y de su formalización política durante la Revolución Francesa, que lo define asociado al cumplimiento de la ley aplicable a las personas que integran una comunidad nacional como ciudadanos libres e iguales, y en coherencia con los principios de Libertad, Igualdad y Fraternidad. Nación es, así se afirmó entonces, " la potencia soberana de un pueblo y un principio de unidad contra todas las divisiones provinciales, sociales y de órdenes del Antiguo Régimen ". Este es el sentido de la Nación que simboliza y dignifica a una sociedad moderna, plural, y que las independencias americanas, del norte y del sur, decidieron asumir con firmeza para incorporarse con credibilidad al concierto de naciones.


 Ahora bien, cuando esa perspectiva se vió adulterada, como sucedió en España, por la defensa de privilegios forales residuales y anacrónicos que frente a la Constitución de 1812, émula de la francesa, enarbolaron los carlistas en el País Vasco y en algunas zonas del Mediterráneo, se produjo una regresión brutal de los fundamentos estructuradores de la convivencia - basados, a diferencia de los ilustrados, en la invocación de Dios, Patria y Leyes Viejas - que acabó por dar al traste, tras la derogación de la Constitución de 1812 por Fernando VII, con las posibilidades de construir en España un Estado Moderno igualitario. Un Estado congruente con los objetivos ilustrados de la Constitución de Cádiz, arrumbados para desgracia de la convivencia política futura de los españoles. De ahí deriva el gran fracaso histórico de España, que tratará de afrontar la Constitución de 1978, tras más de un siglo y medio repleto de atrocidades, entre ellas una guerra civil salvaje y la larguísima dictadura que la siguió.


Es en esa plataforma profundamente reaccionaria de raíz carlista y con propensión sistemática a la violencia en la que descansan las terribles guerras carlistas - qué bien lo describió el gran Benito Galdós al narrar la segunda guerra carlista, ferozmente catalana, contra el liberalismo- y también los argumentos racistas de Sabino Arana y Enric Prat de la Riba, artífices principales del ideario nacionalista periférico construido en la segunda mitad del siglo XIX, adobado por el Romanticismo pasional y con una componente de oportunismo, insolidaridad e irracionalidad muy fuerte, mantenido sin solución de continuidad hasta hoy.


De ahí la confusión y el desbarajuste en que actualmente nos encontramos, inédito en la Europa de nuestros días. Y que además resulta inconcebible tras el enorme esfuerzo de consenso y articulación realizado por la Constitución de 1978, que, pese a todo, ha asegurado el período más dilatado de libertad y estabilidad de la Historia contemporánea de España con un modelo descentralizado que rebasa los rasgos de un Estado Federal. España está más descentralizada que Alemania, República Federal donde las haya. Que nadie lo ignore

Un mérito indiscutible de Mario Vargas Llosa. Las cosas como son





Es un escritor de ideología liberal, criticado desde la izquierda que siempre le ha reprochado un pensamiento reaccionario,aunque en realidad sus dardos conducen tanto a los regímenes de izquierda como de derecha cuando en ellos los mecanismos de la libertad están politicamente reprimidos. No entraré ahora a valorar el sentido de las debates que gravitan en torno a la vida y a las actitudes del Sr. Vargas Llosa. Lo podemos hacer en otro momento. Pero ahora me veo motivado a escribir estas líneas tras haber finalizado la lectura de Tiempos recios, que describe las intrigas y las maquinaciones que dieron al traste con el régimen democrático de Jacobo Árbenz en Guatemala. Hace años leí también La Fiesta del Chivo, sobre aquel siniestro y brutal personaje dominicano, Trujillo, que hoy yace en el mismo camposanto que el dictador Francisco Franco, con quien tan buenas migas y perversas complicidades  mantuvo.




Pues bien, no he leido en la literatura iberoamericana, y he leido mucha, obras tan contundentes y sólidas contra la dominación de los Estados Unidos en el continente latinomericano como las escritas por Mario Vargas Llosa, nacido en la ciudad peruana de Arequipa. Reconociendo la dimensión de Eduardo Galeano en el campo del ensayo o la de Pablo Neruda en la poesía, ningún narrador, en mi opinión, aborda el tema orientado a este enfoque con tanto rigor, precisión y lujo de detalles. Es uno de los Premios Nobel de Literatura más comprometidos con los problemas de su tiempo.Se puede y se debe discrepar de él, pero las cosas son como son.



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