21 de diciembre de 2007

Cien años de la matanza de Iquique


Maria Antonia Salvador (mariansalgon@gmail.com) ha publicado en El Norte de Castilla (Valladolid), el siguiente texto, en recuerdo de los sucesos ocurridos en Iquique (Chile) el 21 de Diciembre de 1907, hoy hace un siglo
"A comienzos de los años setenta del siglo pasado el grupo chileno Quilapayún dio a conocer al mundo la versión musical de la Cantata de Santa María de Iquique, en la que narraba la masacre que tuvo lugar en la zona minera del Norte chileno en 1907. Su impacto fue grande en la juventud de la época, ya que permitió descubrir un suceso del que jamás se había hablado. Un suceso remoto en el espacio y en el tiempo, que de pronto quedaría asumido en ese momento como una tragedia cercana, otra más de las muchas que la humanidad sufriría a lo largo del siglo XX. Fue un acontecimiento clave en los albores de la nueva centuria, en el que se pusieron de manifiesto las contradicciones de las economías mineras emergentes, la agudización de los conflictos asociados a la explotación de los trabajadores que ello traía consigo y la importancia que tiene la evocación histórica de las luchas sociales para entender el mundo contemporáneo y los logros sustentados sobre ellas.
Ocurrió exactamente hoy hace cien años en la región chilena de Tarapacá y, más concretamente, en la ciudad de Iquique, el gran puerto desde el que se comercializaba hacia todo el mundo el mineral del salitre, fertilizante del que Chile abastecía cerca de los dos tercios de la producción mundial del entonces llamado “oro blanco”, lo que proporcionaba al país un recurso estratégico y de gran abundancia, obtenido de las tierras de Perú y Bolivia tras la guerra que los enfrentó con Chile entre 1879 y 1884. En un ambiente, pues, de extraordinaria prosperidad mercantil, estimulado además por la fuerte depreciación del peso chileno respecto a la libra esterlina, tiene lugar un incremento fortísimo del precio de los bienes básicos del que derivarán graves repercusiones sobre el poder adquisitivo de los sectores más humildes, acentuadas además por la extrema dureza y severidad de las condiciones de trabajo. Los testimonios recogidos de la época son, en efecto, reveladores de una situación que poco a poco se iría haciendo insostenible, a medida que las reclamaciones planteadas para mitigarla eran sistemáticamente desatendidas. De plano serían rechazadas, entre otras, la demanda de lograr un aumento del salario que paliase el fuerte deterioro sufrido tras la devaluación y la de percibirlos en dinero legal y no mediante bonos que eran canjeados por bienes en las tiendas de las empresas a precios superiores a los del mercado, la solicitud de protección frente a la altísima siniestralidad de un trabajo enormemente arriesgado e insalubre, que habría de ir ligada también a la mejora de las viviendas en un entorno especialmente inhóspito o la petición de crear escuelas que permitieran a los trabajadores salir del analfabetismo en el que la mayoría se encontraba.
Tras múltiples y fallidos intentos de negociación el primer brote de huelga estalla el 4 de Diciembre, cuando los trabajadores del ferrocarril que transporte el mineral desde las “oficinas” (yacimientos) al puerto deciden paralizarlo, abriendo así un proceso de tensión que se generaliza en muy pocos días para, como demostración de su fuerza, adoptar la decisión de desplazarse a pie hasta la ciudad de Iquique, a fin de plantear directamente sus reivindicaciones ante las sedes de las compañías nacionales y extranjeras que tenían intereses en la industria y comercialización del que internacionalmente sería conocido como el nitrato de Chile. La llegada a la ciudad el 15 de Diciembre de los primeros grupos de trabajadores del salitre se vería engrosada por los que provenían del interior – los pampinos - , gentes humildísimas como corresponde a quienes ejercían labores agrícolas o ganaderas en el desierto más árido del mundo. Se crea en muy poco tiempo una corriente de solidaridad que suscita temor y provoca una actitud de desconfianza, refractaria a cualquier negociación en aras de la defensa del principio del “prestigio moral” frente a la avalancha de los que “nada tenían que perder”. Alojados en la escuela Domingo Santa María, la catástrofe no tardará en producirse cuando, ante la insistencia en el mantenimiento de la protesta y el temor suscitado por la aglomeración creciente de los trabajadores y sus familias, se decidió por parte del general Silva Renard y con el consentimiento del Presidente Pedro Montt, proceder al ametrallamiento indiscriminado de la multitud, reforzado por el uso del fusil y los ataques a caballo. Nunca se supo la cifra de fallecidos. La censura de prensa fue terminante a la hora de señalar, sin posibilidad de réplica, que la represión se había saldado con 126 muertos y poco más de una centena de heridos. Investigaciones posteriores elevaron este número por encima de los tres mil, pero nunca esta cantidad ha sido oficialmente reconocida. La Cantata de Quilapayún habla de 3.600. Nadie hasta ahora los ha desmentido.
Chile se apresta a conmemorar con toda solemnidad la tragedia de Tarapacá y es muy probable que en las reuniones científicas previstas afloren nuevos datos que ayuden a avanzar en el conocimiento del que sin duda ha de ser considerado como uno de los principales hitos en la historia contemporánea del movimiento obrero. De ahí que no pueda pasar desapercibido en la conmemoración de su centenario, pues forma parte de la historia de la humanidad como un acontecimiento que trasciende a su marco geográfico para aleccionar sobre lo que realmente significa la lucha contra la injusticia como solución de continuidad a través del tiempo entre las sociedades del pasado y las de nuestros días. Y es que, si partimos del hecho de que la conciencia de la injusticia de las sociedades es un hecho permanente en la historia, difícilmente podríamos entender lo conseguido hasta ahora sin rendir el merecido homenaje a los que lo hicieron posible con su esfuerzo y hasta con sus vidas".


12 de diciembre de 2007

Una obra sobre el pensamiento económico de la Ilustración española


Cuando Caja España de Inversiones me encomendó la tarea de seleccionar y editar una obra que formase parte de la colección de textos cuidadosamente publicados por la Entidad sobre temas de especial relevancia económica, opté por dar cumplimiento a un deseo intelectual durante mucho tiempo abrigado. Quería satisfacer la curiosidad y el interés que siempre he sentido hacia las cuestiones relacionadas con la modernización de la sociedad y de la economía españolas en el periodo de la Ilustración, y particularmente con esa etapa que, coincidente con el último tercio del siglo XVIII, ve florecer un movimiento organizado de sensibilización pública, auspiciado desde el poder central, hacia los cambios que esos momentos tienen lugar en Europa, razón que explica esa alusión concreta y reiterada a las Academias Reales de Londres y París, aunque las alusiones a Inglaterra sean las más frecuentes, ante la importancia dada al hecho de que “a finales del siglo último abrió los ojos a sus verdaderos intereses”.
Son experiencias que movilizaron la atención de los ilustrados españoles, motivados por la necesidad – “forzosa”, como aquí se dice - “de imitar las naciones industriosas, si queremos mejorar la aplicación y utilidad que rinde la ocupación bien ordenada de las gentes”, lo que les llevaría a mostrarse dispuestos, por eso mismo, a romper definitivamente con las arcaicas estructuras de producción y de trabajo existentes en España, mediante la asimilación de las innovaciones, la introducción de nuevas pautas organizativas y los esfuerzos de formación que lo hicieran posible.
No se trataba ciertamente de un movimiento aislado ni de una posición espontánea ni oportunista. La voluntad de introducir reformas obedecía a un estado de ánimo creciente, permeable a los principios y a los objetivos del Siglo de las Luces, y planteado con el propósito de que también llegasen a formar parte de la economía, de la sociedad y de la cultura españolas. Actitud que en cierto modo ha de ir poco a poco cobrando carta de naturaleza si, como señala Gonzalo Anes, el pensamiento ilustrado reformista consiguió impregnar y cohesionar las sensibilidades de una parte significativa de la sociedad hasta el punto de provocar “la colaboración de nobles, eclesiásticos, burgueses, campesinos y trabajadores de las ciudades en el intento de intensificar la producción y de conseguir una cierta liberalización”. Mas es obvio que este proceso no hubiera sido posible sin la implicación directa de las propias estructuras del poder de la época, personificadas por la figura del Rey Carlos III y por la muy relevante de Don Pedro Rodríguez Campomanes, cuya impronta cristalizó de manera muy significativa en el ambicioso proyecto de puesta en marcha de las Sociedades Económicas de Amigos del Pais, a las que se otorgó un papel fundamental en la transformación y modernización del país “mediante la ordenación de las ciencias con un criterio de utilidad, la dirección de la producción con la proliferación de centros de enseñanzas prácticas, la verificación de ensayos económicos, etc.”.
Las numerosas y elocuentes ideas plasmadas en este obra, que recupera en edición facsímil las Memorias de la Sociedad Económica Matritense existentes en la Biblioteca Histórica del Palacio de Santa Cruz de la Universidad de Valladolid, nos acercan con claridad a la realidad económica y social española del último cuarto del Setecientos y, particularmente, a las reflexiones, debates y alternativas que suscitan los problemas, muchos de ellos seculares, encontrados a la hora de facilitar la transformación del país. La obra fue presentada en Valladolid el 12 de Diciembre de 2007.


3 de diciembre de 2007

Cuando la juventud cualificada emigra

Pocos temas han suscitado tanta atención en la Comunidad Autónoma de Castilla y León en los últimos años como los problemas que aquejan a su realidad demográfica. La mayor parte de los análisis posee ese nivel de madurez y concreción que permite hacer diagnósticos rigurosos y llegar a conclusiones fiables para comprender sus tendencias esenciales e interpretar correctamente tanto los problemas que afectan a la sociedad castellana y leonesa como a sus perspectivas de futuro. Y es que la dinámica de la población no es sino fiel reflejo de la economía de un territorio. Todos los procesos que desde esta perspectiva tienen lugar en él responden a los efectos derivados de las actividades económicas y, por tanto, de las estrategias que las orientan. Profundizar en esta relación de interdependencia se convierte en un ejercicio obligado cuando se detectan síntomas de alarma que exigen la toma en consideración de factores que, yendo más allá de lo estrictamente demográfico, posibilitan su mejor comprensión y tratamiento.

No es una apreciación sin fundamento la que destaca la importancia que tiene la pérdida de población juvenil en los censos de Castilla y León. Aparte de las numerosas referencias efectuadas por los más relevantes estudiosos del problema, de él se han hecho eco también un sólido informe auspiciado por el Consejo Económico y Social en el año 2002 y, más recientemente, el estudio de la Fundación BBVA – “Actividad y territorio: un siglo de cambios - , uno de los análisis más completos sobre los impactos provocados por la movilidad de la población en España.

Como aproximación a la magnitud del fenómeno, bastaría señalar que, según datos contrastados, en lo que va de siglo XXI cerca de 110.000 personas entre los 16 y los 29 años han salido de la región, en su mayoría para encontrar empleo en otros ámbitos. Mas, con ser una cifra elevada, no se trata sólo de un hecho cuantitativo. Su alcance, cualitativamente hablando, es aún mayor si cabe, teniendo en cuenta lo que significa la pérdida de población joven en una estructura demográficamente problemática. Representa la circunstancia que más debe alertar en la medida en que a ella aparecen asociadas las tres tendencias que distorsionan la dinámica de una sociedad, a saber, el aumento progresivo del envejecimiento, el declive del capital humano y la desvitalización natural, en función de la mella ocasionada en los índices de natalidad y fecundidad. La concatenación entre estos aspectos sitúa, por tanto, al descenso de los niveles de población joven en el centro mismo de la preocupación socio-política sobre la cuestión y las medidas encaminadas a afrontarla.

Precisar las causas que lo explican no es tarea fácil, a falta de una investigación a fondo sobre el tema, pendiente de realizar. Con todo, y como contribución al debate abierto, no está de más apuntar algunas de las razones que pudieran estar en la raíz de esta preocupante tendencia. A mi juicio, resulta muy cuestionable el argumento que la atribuye a la falta de adaptación del sistema formativo a las necesidades de la oferta de empleo. Aunque siempre se puede avanzar en este sentido, es obvio que el nivel de preparación proporcionado por la dotación académica con que cuenta la Comunidad permite disponer suficientemente de la plataforma adecuada para lograr una buena inserción de la juventud en el potencial mercado de trabajo. Hay que recurrir a otras motivaciones que, por lo que puede percibirse, tienen más que ver con los dos aspectos que con especial énfasis esgrimen quienes optan por orientar su vida fuera de la región en la que se han formado y a la que, en no pocos casos, desearían volver.

De un lado, existe para muchos jóvenes la percepción de que las oportunidades de empleo en Castilla y León son limitadas, de que las exigencias de experiencia previa acaban creando un círculo vicioso del que a veces es muy difícil salir, de que la precariedad de la contratación es excesiva, de que los estímulos a la mejora de su bienestar (vivienda) adolecen de insuficiencia o de que las expectativas de promoción y mejora, una vez logrado el empleo, no son precisamente alentadoras. Y, de otro, no es menor la verificación de que la capacidad de iniciativa empresarial se encuentra muy por debajo de las posibilidades que en principio cabría esperar de una sociedad dinámica, comprometida con su territorio y dispuesta a asumir los riesgos necesarios a la hora de optimizar los recursos disponibles. Cierto es que la trayectoria económica de Castilla y León ofrece experiencias muy encomiables en la creación y gestión de proyectos empresariales innovadores, con un balance positivo en la generación de riqueza y empleo, al tiempo que han servido como plataforma de proyección comercial y tecnológica hacia el exterior. Pero también hay que reconocer que los valores inherentes a la cultura empresarial no presentan la dimensión generalizada en el espacio ni la continuidad en el tiempo ni la escala que haga posible la consolidación de un tejido productivo con posibilidades a largo plazo y con la suficiente fortaleza para resistir los reveses de la coyuntura.

Afrontar la pérdida de efectivos juveniles con éxito no es tarea fácil, pues las inercias en demografía suelen ser muy fuertes, por más que existan instrumentos reguladores que tiendan al fomento del empleo o traten de alentar políticas de rejuvenecimiento. Bastaría, sin embargo, con conocer a fondo las causas que desde el punto de vista económico y social justifican este problema para intervenir decididamente sobre ellas con la firmeza y contundencia que la situación requiere. De ahí el interés que el recientemente llamamiento del Presidente de la Junta a robustecer “el músculo financiero” de la región tiene quizá como parte de una estrategia que, más allá de las declaraciones bienintencionadas, reafirme la convicción de que la competitividad y el prestigio de una región son siempre indisociables del buen aprovechamiento de sus recursos humanos.

21 de noviembre de 2007

Ruinas de Copán (Honduras)




Impresiona el silencio del recinto.
Todos los colores se entremezclan
para confundirse sin perder su claridad
en un espacio de miradas infinitas.
Las ruinas no son ruinas. Son señales
de que el tiempo transcurre sin cesar,
pues de repente, en su aparente quietud,
la selva se rebela, se hace clamor,
transforma el legado con sus troncos retorcidos
y se enfrenta a la fuerza de la obra construida.
La luz, finamente tamizada entre las sombras,
el olor de la ceiba imperceptible
el susurro de la conversación apaciguada.
Todo parece invitar a la reflexión de lo que fue
testimonio de una cultura maya extinta y floreciente,
violenta en sus mensajes y en sus formas
que nos acoge hoy silente y enigmática.

19 de noviembre de 2007

La arquitectura al servicio de la educación

El 15 de Noviembre de 2007 fue presentada en acto público celebrado en el Paraninfo del IES Zorrilla de Valladolid esta obra que recoge la edición facsímil del proyecto de construcción del que en su momento fue conocido como el Instituto General y Técnico de Valladolid, inaugurado en 1907, y que actualmente alberga el Instituto de Enseñanza Secundaria Zorrilla.

Después de muchos años de indagaciones, la toma de contacto con el Archivo Central de Educación (Archivo General de la Administración) despejó todas las incertidumbres que hasta entonces habian existido al respecto. Fue merced a la información, precisa, pormenorizada y rigurosa, suministrada el 16 de Febrero de 2007 por Evelia Vega González, facultativa de dicho Archivo, como le fue posible a Maria Antonia Salvador González disponer de tan importante documento y proceder a su publicación.
El resultado de este esfuerzo editorial, propiciado por el entusiasmo de Paz Altés Melgar, responsable del Departamento de Publicaciones del Ayuntamiento de Valladolid, está a la vista y ha sido objeto de los comentarios más elogiosos.

Tras una breve presentación de la profesora Salvador y de la referencia archivística efectuada por la Sra. Vega, el libro recoge íntegramente la Memoria técnico-económica y los Planos de la obra (1902), diseñados por el arquitecto municipal Teodosio Torres, y un excelente estudio introductorio del Dr. Juan Carlos Arnuncio Pastor, Catedrático de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Valladolid. En conjunto, constituye una gran aportación al conocimiento de la arquitectura civil española de comienzos del siglo XX, reflejada en un edificio que simboliza el empeño a favor de una mejora de la infraestructura educativa del país.




Junto con el catálogo de la Exposición conmemorativa del 150 aniversario del Centro y del centenario del edificio, este libro completa hasta hora la producción bibliográfica relacionada con la efeméride. Está previsto la publicación de los textos de las conferencias impartidas a lo largo del Curso.


(En la fotografía, de izquierda a derecha, Evelia Vega, Juan Carlos Arnuncio y Maria Antonia Salvador)

Guatemala: entre la esperanza y la incertidumbre




Aunque las experiencias vividas en el conjunto de la región hayan sido en ocasiones terribles, no hay en todo el continente que se identifica con el Nuevo Mundo un espacio tan castigado y convulso como el istmo centroamericano. Si exceptuamos la singularidad política de Costa Rica, no cabe duda de que el tortuoso brazo de tierra que enlaza México con el ámbito andino ha acusado de manera crónica las huellas de la violencia y la desestabilización, casi tan patentes como las que revela una naturaleza que de cuando en cuando transmuta su espectacular magnificencia por las manifestaciones de la catástrofe más demoledora.
Pese a sus fuertes vínculos históricos y culturales con España, poca atención mediática suele prestarse, sin embargo, al espacio mesoamericano, al que sólo se alude cuando algún hecho dramático lo afecta o su consideración parece episódicamente justificada en función de los intereses que desde fuera se concitan sobre la zona. Y pese a que las diferentes formas de cooperación al desarrollo dejan notar en nuestros días un legado nada desdeñable, lo cierto es que ante los grandes problemas que le aquejan prima el silencio cuando no la indiferencia, frecuentemente entendida por sus sociedades como la expresión de un inmerecido desamparo.
Reflexionar en estos momentos sobre lo que sucede en Centroamérica no carece de interés por dos motivos que conviene resaltar. De un lado, porque por primera vez en mucho tiempo todos los países de la zona gozan de una situación de estabilidad política, consecuente con el cumplimiento de los acuerdos de paz allí donde se ha logrado poner fin a larguísimas guerras civiles o, en cualquier caso, con la normalización del proceso democrático, finalmente resuelto en un ambiente político donde las alternancias no posibilitan sorpresas significativas, ya que las fuerzas en liza se autolimitan a márgenes de maniobra plenamente asumidos por los distintos contendientes. Y, de otro, porque lo que antaño era un rasgo distintivo, asociado a los enfrentamientos armados o a la feroz represión, hoy ha cedido paso al agravamiento de los problemas internos, reflejados en un panorama donde son patentes las tensiones motivadas por la pobreza, la extrema desigualdad, la violencia, la inseguridad, el narcotráfico y la corrupción, síntomas de un profundo deterioro en el que todos estos aspectos guardan entre sí íntimas correlaciones, en cuya génesis no son irrelevantes la crisis del Estado y la debilidad de los instrumentos institucionales.
Es en este contexto donde cobra importancia y suscita curiosidad el horizonte abierto con la reciente elección presidencial en Guatemala. Las particulares características del país (su magnitud física, su contigüidad con México, su fuerte componente indígena y una trayectoria histórica demasiado marcada por la violencia: (“uno de los países más desgraciados de América Central, de toda América Latina”, diría Ryszard Kapucinski) justifican la atención que merece la preferencia mostrada a favor de un candidato, Álvaro Colom, ingeniero industrial decantado hacia objetivos que tienen más que ver con la voluntad de justicia e integración social que con la defensa de la seguridad a ultranza que preconizaba su adversario, Otto Pérez, militar retirado y artífice de una campaña repleta de descalificaciones que con frecuencia alcanzaban niveles inaceptables en una sociedad democrática.
Es cierto que la figura de Colom no responde a priori a los perfiles que en Europa o en Sudamérica se adscriben al modelo de político socialdemócrata con el que él mismo se ha tratado de revestir durante la contienda electoral. No es un reproche que deba hacérsele, pues quien conozca la historia guatemalteca convendrá en que difícilmente es posible construir trayectorias políticas coherentes en un entorno tan inestable e inseguro. Colom ejemplifica la capacidad de resistencia del político que en la esfera civil ha tratado de mantenerse fiel a sus principios y objetivos incurriendo en contradicciones y altibajos que, más que por su personalidad, han venido impuestos por una realidad que en ese país ha ido modelando las trayectorias de sus mejores cuadros al compás de las exigencias a que ha obligado el elemental deseo de supervivencia.
Lograda la victoria con un margen muy ajustado, habría que remontarse a lo que fue la figura de Jacobo Arbenz a mediados del siglo pasado para encontrar un precedente asimilable, aunque las circunstancias históricas condicionantes de las perspectivas de ambos no tengan ya nada que ver. En este escenario la sociedad guatemalteca más sensible a los problemas de su sociedad y de su tiempo, la que abomina de una etapa política que se encuentra entre las más funestas de Latinoamérica (no es fácil olvidar una guerra civil de 36 años), la que busca con esfuerzo su lugar en el mundo y pugna por una mayor transparencia y sentido de la justicia en la acción de gobierno, mira con cierta esperanza la nueva etapa que se ha abierto tras las elecciones. No hay que esperar a la toma de posesión del nuevo Presidente para adquirir conciencia de la gran expectación suscitada a través del particular debate que está teniendo lugar como expresión de una inquietud centrada en la composición del nuevo gobierno, en la relación que ha de mantener con los municipios (una realidad muy activa y de gran resonancia ciudadana), en la orientación de la política social y en las que hayan de ser las primeras medidas en sintonía con el programa defendido, ante el convencimiento de los grandes obstáculos que sin duda van a entorpecer su labor. Demasiadas incógnitas a la vez para incurrir en el optimismo, de momento reemplazado por una actitud repleta de incertidumbres sobre lo que habrá de ser el gobierno de la Unidad Nacional de la Esperanza - tal es el nombre del partido ganador - para el futuro del tan atormentado como hermoso país de los mil colores.

15 de noviembre de 2007

Homenaje a los profesores olvidados del Zorrilla


Por fin, el merecido reconocimiento, tantas veces ocultado y tantas veces deseado. Ha sido necesaria la celebración de una efeméride tan destacada como el 150 Aniversario del Instituto de Enseñanza Secundaria “Zorrilla” de Valladolid para que se hiciera justicia con una generación de profesores e intelectuales sumida en el olvido, tras la depuración y el castigo sufridos en la guerra civil.
El trabajo de indagación, meticuloso y paciente, de Maria Antonia Salvador, con la ayuda y el asesoramiento de Evelia Vega, tan entusiasta como eficaz facultativa del Archivo Central de Educación (Archivo General de la Administración, ubicado en Alcalá de Henares), lo han hecho posible.

Los resultados de este esfuerzo fueron presentados el 14 de Noviembre de 2007 en un acto multitudinario celebrado en el Paraninfo del IES Zorrilla. En la imagen, y con los nombres de los profesores recordados a sus espaldas, Maria Antonia Salvador al finalizar su intervención, acompañada por Antonino González.

12 de noviembre de 2007

Quo Vadis Argentina?


En una de las paredes exteriores del edificio central de la Universidad Nacional del Sur, en Bahía Blanca, hay una inscripción que dice: “Cuidado: por aquí se entra al laberinto de la realidad”. Aunque sin duda alude al juicio que merece la siempre crítica situación universitaria argentina, no es desacertado aplicarla a lo que sucede en el país que acaba de salir de una contienda electoral agotadora con resultados que hacía tiempo eran previsibles. Y es que adentrarse en la evolución política de Argentina nos lleva a un escenario que no admite parangón en el Cono Sur latinoamericano. Las fronteras entre opciones electorales que en Chile, Brasil o Uruguay aparecen coherentes con lo que ocurre en Europa, en este caso están difuminadas en un heteróclito abanico de candidaturas que se modelan de manera oportunista durante la campaña, se modifican al albur de los sondeos, se contradicen en sus mensajes y, sobre todo, se supeditan en exceso a la imagen personalista de quien las encabeza, adobadas a menudo de una dosis de populismo expuesto sin ningún rubor.
No es posible entender el momento actual de Argentina y sus horizontes de futuro sin analizar de qué manera ha logrado superar la profunda convulsión vivida en 2001: “un embudo siniestro y colosal que nos arrastró a las cavidades del infierno”, en palabras de Marcos Aguinis. Con un estruendo brutal, estallaron los problemas larvados durante la etapa de Menem y que De la Rua fue incapaz de afrontar. La crisis económica, asociada a una paridad forzada del peso con el dólar, al deterioro galopante de la competitividad y de la producción, al engrosamiento desbocado de la deuda externa y a la evasión masiva de capitales, derivó en una catástrofe política de enorme envergadura, que llevó a la ciudadanía a proferir aquella terrible frase, nunca oída hasta entonces, de “¡Que se vayan todos!”, reflejo de hasta qué punto la imagen de los políticos se hundía sin remisión. Visitar Argentina en aquellos años era desolador: sentimiento de frustración histórica, deseo de abandonar el país, falta de proyecto personal y profesional, sensación de que no había nada que hacer, vivir al día…
La presidencia de Néstor Kirchner introdujo un cambio de rumbo que llamó la atención por sus aspectos de forma y también de fondo. Proveniente de la provincia patagónica de Santa Cruz, donde había sido gobernador, las directrices de su acción de gobierno estuvieron marcadas desde el primer momento por la voluntad de establecer claras distancias con sus predecesores para así de demostrar que no era uno más. Los análisis que se han hecho sobre su labor son redundantes cuando describen un modo de actuación en el que se mezcla la contundencia (supeditación de las Fuerzas Armadas, derogación de las leyes de punto final, postura de firmeza frente las empresas extranjeras, voluntad de demostrar independencia de las siglas convencionales, estilo iracundo…) con la toma de decisiones que, en el ámbito económico, no han hecho si no poner en práctica lo que parecía inevitable: devaluación del peso, fomento del comercio exterior en un clima coyuntural favorable y renegociación de la deuda con el FMI. La responsabilidad que en ello concierne a Roberto Lavagna, candidato en estas últimas elecciones, es clave. Si durante los últimos cuatro años, Kirchner ha gozado de niveles de aprobación insólitos en la historia argentina, este reconocimiento no es indiferente al hecho de haber logrado, gracias a Lavagna, fortalecer su posición competitiva en el comercio internacional, mientras afianza su proyección comercial en relación con Europa y se consolida como un país fuerte dentro de MERCOSUR, ampliando al tiempo sus conexiones con el mundo andino.
Mas cuando se examina de cerca este proceso de recuperación las cautelas no son pocas. Desde la perspectiva económica, Argentina no ha modificado de momento un ápice sus pautas de crecimiento clásicas. Dos pilares lo sustentan: la exportación masiva de productos agrarios, en la que a los tradicionales rubros de cereal y ganado se ha unido el espectacular impulso de la soja (expandida a costa de las superficies de uso pecuario) y el turismo, que acude a Argentina al socaire de sus buenos precios y de sus espectaculares bellezas naturales. Sin embargo, y pese a disponer de excelentes profesionales, no hay innovación, la industrialización está casi paralizada, los salarios son muy bajos, la inflación supera los dos dígitos y la modernización de los servicios a las empresas ni se plantea. Entre tanto, el modelo político kirchnerista retoma en esencia los cánones sustentadores del peronismo de siempre, de esa mezcla de populismo y voluntarismo posibilista, que anega otras formas de hacer política e impide que opciones alternativas puedan competir en igualdad de condiciones. Cristina Fernández, respaldada por un aparato mediático y gubernamental impresionante, ha sido elegida sin efectuar ningún debate ni someter a la controversia con los demás candidatos ni con la prensa un programa vacuo e intrascendente.
Con todo, los reclamos para que las cosas sean de otro modo no cesan de aflorar. Baste mencionar la interesante reflexión publicada por Enrique Kleppe en el diario “La Nación” tres días antes de las elecciones: “Necesitamos un partido que con entidad suficiente, conducta y buen proyecto, logre galvanizar el hartazgo social, diferenciarse, ser creíble y desatar la movilización que inaugure una nueva y fundacional manera de hacer política, en la que pueda florecer la Argentina que merecemos”. La Argentina que merecemos”: ese era precisamente el lema de campaña de Roberto Lavagna, el ministro que sacó a Argentina del infierno económico de 2001, que ahora presentaba un verdadero plan de desarrollo económico y social y que ha visto fallidas sus aspiraciones. Una oportunidad perdida

6 de octubre de 2007

América redescubierta


Miguel de la Quadra Salcedo ha sido el primero de los premiados con el "Huevo de Colón", que se concede a quienes, personal o institucionalmente, se han caracterizado por su capacidad de iniciativa, por su coraje y por sus esfuerzos a favor de las causas más nobles. Se me encargó presentar al premiado, lo que hice gustosamente con las palabras siguientes:
"Decía el gran maestro Alejandro de Humboldt que quien conocía el continente americano conocía el mundo. Desde la percepción de ese gran naturalista, considerado como uno de los padres de la Geografía moderna, y que recorrió el continente entre 1799 y 1804, la perspectiva del espacio americano cobraba una dimensión universal que, sin menoscabar la enorme relevancia de otras áreas del mundo, simbolizaba la riqueza de paisajes, de matices, de realidades, de sociedades y de culturales que coexisten en la Tierra.
¿Cómo representarla en toda su magnificencia y expresividad? ¿Cómo captar lo que significan y aportan a la cultura humana y a la percepción de quien de pronto se encuentra con ella y trata de transmitirla convincentemente a través de las diferentes formas y posibilidades con las que se despliega la creatividad humana?. Lo han hecho los novelistas, lo han expuesto los poetas, se han afanado también en ello los diseñadores de tecnología y, por supuesto, jamás han permanecido al margen de ese empeño los artistas, en sus variadas formas de proyección.
Asistimos a un acto de homenaje y reconocimiento al espacio americano y, de manera representativa, a algunos de quienes sienten a América con tanta pasión como inquietud. Nada más pertinente que hacerlo cuando se conmemora el aniversario del fallecimiento en Valladolid del descubridor, que en nuestra ciudad vivio una etapa de tensiones y desasosiegos que con el tiempo han hecho indisociable el nombre de Cristóbal Colón de la ciudad donde daría sus últimos pasos y pronunciara sus últimas palabras. Hacer coincidir esta efeméride con la entrega del premio de Turismo de Castilla y león al artífice e impulsor de la Ruta Quetzal, D. Miguel de la Quadra Salcedo, supone una feliz iniciativa que subraya la muy relevante participación de nuestra comunidad en la historia americana, de la que quedan testimonios personales, urbanos, culturales y científicos de valor imperecedero.
Y al tiempo nos permite enlazar bien con el reconocimiento de la sensibilidad que Andrés Coello supo en su momento desplegar en ese afán por abrirse al mundo sin otros límites que los que en cada ocasión le depara el horizonte que culminaba ante sus ojos, tan inquietos y abiertos como incansables. Conozco bien la obra de Andrés, la sigo de cerca y dispongo de algunas de sus muestras más representativas. Pero confieso que es ahora por primera vez cuando descubro la manifestación de su reacción estética ante la grandiosidad e infinitas motivaciones del espacio, de los espacios americanos. Cada cual puede ver en sus cuadros lo que quiera, porque cada cual somos testigos de las vivencias que personalmente matizan el alcance de nuestras percepciones. Pero yo, como geógrafo, lo que veo ante todo y sobre todo son paisajes. Paisajes violentados por la naturaleza frenética de un mundo en el que confluyen todos los climas, todos los relieves, y una impresionante participación en la riqueza florística y faunística de la Tierra. Paisajes de la inmensidad, donde la montaña y la gran planicie se entremezclan en una trama de experiencias que revelan las tensiones que aquejan a un territorio convulso, que está cambiando sin cesar. Y ello se traduce en una panoplia de colores donde el espectro cromático no admite límites ni simplificaciones. Paisajes de hielo, de desierto, de cordilleras imponentes, de masas arbóreas donde confluyen todos los colores del verde, de ríos que la vista no acierta a alcanzar. Paisajes indomables, en fin. Tan indomables como la voluntad de Miguel de la Quadra que nos acerca a la América total. Gracias por el entusiasmo que siempre has puesto en las causas más nobles y que tu renovada juventud te sobreviva al inexorable paso del tiempo".

(Fotografía: Miguel de la Quadra, en el centro, en compañia de Fernando Manero)

20 de septiembre de 2007

Perspectivas Universitarias


En uno los sondeos de opinión efectuados por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) a mediados del año 2007 destacaba la observación de que la Universidad era, en ese momento, la institución más valorada por la sociedad española. Aunque la referencia apenas suscitó comentarios en la prensa o en los foros académicos, no faltaron quienes en el mundo universitario mostraron ante la noticia una actitud de cierta perplejidad: ¿cómo es posible – se preguntaban – que con todos los problemas que la aquejan, sus carencias, sus contradicciones y defectos, con todas esas imputaciones críticas que tan a menudo se la hacen, unas injustas y otras más fundamentadas, sea la institución universitaria merecedora aún de tan alto reconocimiento, por encima de la administración de justicia, de los empresarios o, a distancia notable, de quienes se dedican al ejercicio de la política?.

Sin otra pretensión que la de apuntar ideas en torno a una cuestión necesitada de un debate más a fondo, me permito señalar que la valoración de la Universidad, recogida en la encuesta del CIS, puede deberse al hecho de que la sociedad hace caso omiso de aquellos aspectos de funcionamiento que, por complicados o ajenos a la preocupación ciudadana, pueden pasar desapercibidos o minimizados. En su lugar, reconoce, en cambio, y con toda la carga meritoria que posee, lo que verdadera revalida el alcance social de las actividades universitarias en aquello que realmente la distingue, esto es, la labor realizada en el desarrollo del conocimiento y en la transmisión de los saberes y destrezas que cualifican para el ejercicio profesional o, en cualquier caso, contribuyen el enriquecimiento intelectual de quienes de una un otra manera accede a sus enseñanzas e investigaciones.

Ahora bien, aunque sin duda estos atributos son consustanciales a la Universidad, y, por lo que se ve, siguen influyendo positivamente en su imagen, nadie puede ignorar que el prestigio socialmente adquirido no constituye un valor en sí mismo más que en la medida en que pueda estar preservado de las disfunciones que pueden llegar a ponerlo en entredicho en unos momentos en los que las perspectivas universitarias se hallan expuestas a transformaciones decisivas, capaces de poner a prueba la solidez de sus aparentes o reales fortalezas. Se avecinan, en efecto, tiempos de cambio trascendental, cuya incidencia se ha de mostrar inevitable tanto en el diseño de las titulaciones o en la configuración de las plantillas como en los mecanismos de gestión responsables de sus estrategias básicas de funcionamiento. A la vista de cómo se están planteando los hechos no es aventurado afirmar que en estos momentos la Universidad es, en el sistema institucional europeo, la organización abocada a mayores transformaciones, que en esencia se apoyan en una premisa que conviene subrayar: la necesidad de hacer compatible su condición de servicio público con la inevitable asimilación de las lógicas inherentes a la eficacia y la competitividad. Lejos de suponer una contradicción, este planteamiento permite entender hasta qué punto del modo en que cada Universidad, al amparo de la autonomía reconocida, ejerza sus funciones va a depender algo tan fundamental como la consolidación de su prestigio y la posición que puedan alcanzar las respectivas fortalezas y capacidades de cara a un sistema de relaciones cada vez más abierto y exigente.

La eficacia ha de ir indefectiblemente asociada a la calidad de los servicios prestados. Una exigencia tan ineludible como necesaria de asumir, pues ya no basta con que las Universidades ejerzan de manera convencional las actividades que les son propias sino que es indispensable dar a conocer cómo lo hacen, para qué lo hacen y con qué resultados, entre otras razones porque la sociedad, los organismos responsables de su financiación, los procesos de competencia, la dinámica de diferenciación y las metas de calidad y excelencia incorporan una perspectiva evaluadora y de verificación de resultados que en modo alguno es posible cuestionar.

El compromiso a favor de la calidad integral de las responsabilidades universitarias, garantizado por las medidas e instrumentos – de ahí la importancia de la cultura de la evaluación y su efecto incentivador – que permitan lograr avances irreversibles en esa dirección representa el más sólido soporte para el fortalecimiento de su competitividad. A quienes rechazan este concepto aplicado al complejo y diverso ámbito que nos ocupa, convendría advertirles de que una Universidad pública competitiva ni es en principio excluyente ni ha de primar unas vertientes de su actividad científico-docente frente a otras ni representa tampoco una amenaza para el aprovechamiento de todos sus recursos, opciones y enfoques que en ella se cultivan y confluyen. Se trata, por el contrario, de entenderla, como la capacidad que han de tener las organizaciones “para crear estructuras que respondan a las oportunidades y retos del entorno en el que operan y a la velocidad adecuada”.

Es, en fin, sobre la base de esta simbiosis que en el nuevo horizonte en perspectiva se impone entre calidad y competitividad como la Universidad debe asegurar y fortalecer a la vez su condición de servicio público y de espacio crítico, entre otras razones porque nada hay de malo, sino todo lo contrario, en poner el mercado al servicio del bien público. De ese modo, no sólo se evitaría que el nivel de reputación aún merecido pueda verse deteriorado, sino que al tiempo podría aprovechar el amplio margen de posibilidades que existen en el mundo globalizado, sobre todo cuando son bien gestionadas desde la perspectiva de la mejora continuada de la función universitaria y con la seguridad que aporta un modelo de Universidad donde el saber y la innovación aparezcan debidamente imbricados.

9 de agosto de 2007

Ciencia y política frente al riesgo ecológico

Cuando se violentan en exceso los procesos naturales, la naturaleza suele responder con furia acrecentada. Indómito y flexible a la vez, sujeto a las pautas de evolución y de equilibrio características del dominio ecológico al que pertenece, el medio físico se rebela si se le maltrata. La historia de la Humanidad es pródiga en ejemplos que evidencian hasta qué punto las intervenciones indebidas sobre el medio acaban siempre pasando factura, con serios perjuicios para sus responsables y, lo que es peor, para las generaciones que les suceden. Hace años, mucho antes de que la noción de desarrollo sostenible se impusiera como uno de los grandes paradigmas de nuestro tiempo, el geógrafo Jean Tricart ya advertía en su clásica “La epidermis de la Tierra, con la credibilidad que aporta la experiencia acumulada, de los efectos negativos que inevitablemente resultan de la modificación de los equilibrios que articulan el funcionamiento de las estructuras ambientales, debido a su condición de sistema integrado, en el que sus componentes mantienen entre sí estrechas interdependencias, de modo que cualquier perturbación en ellas ocasiona inestabilidades, cuya gravedad varia en función de la irreversibilidad de los factores desencadenantes de los impactos.
Si las aportaciones científicas sobre el comportamiento de las dinámicas naturales son harto elocuentes, la metodología aplicada a la prevención de los riesgos goza también de una fecunda madurez. En la Unión Europea reviste además dimensión operativa a través de ese instrumento que comenzó a adquirir carta de naturaleza a mediados de los ochenta y que, conocido como “evaluación de impacto ambiental”, permite valorar el alcance de las implicaciones ambientales que una determinada intervención antrópica pueda traer consigo, orientándola así en la dirección menos lesiva para el entorno natural. Es un concepto arropado por protocolos técnicos rigurosos y por un amplio y valioso soporte empírico, aunque no siempre atendido con la diligencia que, desde la visión política, debiera merecer.
Sorprende que con el nivel de desarrollo alcanzado por los conocimientos científicos sobre el tema, suficientemente ilustrativos de la situación de riesgo latente en que nos encontramos ante las crisis medioambientales, sobrevengan episodios críticos generadores de fuertes tensiones y que obligan al pago de un alto precio por cuanto deteriora la imagen del territorio y afecta a sectores esenciales de su actividad productiva. La magnitud alcanzada por la plaga de roedores (de la especie “Microtus arvalis”) que en los últimos meses está afectando a la Comunidad de Castilla y León, y que en algunas de sus áreas alcanza ya niveles de catástrofe, es una prueba inequívoca de los efectos provocados por factores causantes de la ruptura de un equilibrio natural, que por las razones que sean no se ha sabido detectar ni controlar. Está comprobado que la plaga alcanza en la cuenca sedimentaria – y especialmente en su tramo centro-occidental – su máximo nivel de incidencia, con repercusiones no registradas en ninguna otra región española, lo que sitúa a la nuestra en una situación anómalamente excepcional. Ello induce a abordar la cuestión desde una perspectiva estratégica, a fin de evitar que un problema que se ha mostrado cíclico en el tiempo, y sobre el que ya se disponía de advertencias plausibles, pueda tener en el futuro, de actuar correctamente, una recurrencia controlada.
Ante una crisis que reviste niveles de emergencia, las soluciones no pueden ser nunca dilatorias, excluyentes ni fragmentarias. Reconociendo la correcta intencionalidad que anima al llamamiento de los grupos de investigación que en las Universidades de la región están en condiciones de aportar soluciones eficaces, no se entiende, en cambio, el aplazamiento de sus iniciativas cuando el problema está en toda su virulencia ni, ante una situación de esta índole, el que no se haya planteado, o al menos así no ha trascendido a la sociedad, la toma en consideración de asesoramientos a mayor escala, habida cuenta de que en el fondo el problema no puede ser indiferente a los expertos que en España y en Europa se ocupan de la lucha contra las plagas ni, por supuesto, a los órganos que desde la Administración central tengan algo que decir, pues de su alcance como tema de Estado no cabe duda alguna. La delimitación de competencias nunca debe prevalecer sobre la cooperación ante el riesgo.
La toma de conciencia de lo sucedido ha de suponer una severa lección para actuar en el futuro con las herramientas que aporta la perspectiva integrada a la hora de acometer la gestión de algo tan delicado como es el medio ambiente y sus interacciones estructurales. Bastaría con tener clara, fuera de toda improvisación, la coherencia existente entre los tres estadios que la definen para mitigar los sobresaltos que eventualmente pudieran producirse. Y así, reafirmando, como punto de partida, el valor de la “prevención”, basada en el conocimiento científico de los procesos ecológicos dominantes en el territorio, de sus tendencias y de las amenazas previsibles, se antoja indispensable reconocer la importancia que tiene la “valoración” de la magnitud de los riesgos, cuando suceden, extremando el cuidado de su seguimiento y la evaluación de sus impactos directos e inducidos, pues sólo así será posible poner en práctica los mecanismos que hagan de la “intervención” el resultado efectivo de un conjunto de medidas ya previstas, de aplicación inmediata, sustentadas en el asesoramiento riguroso y en el valor de la experiencia comparada. En definitiva, un modo de actuar sobre el territorio en el que aparezcan firmemente imbricadas la calidad científica y la voluntad política.

15 de julio de 2007

El placer de escuchar a Max Bruch


Hace años, en Barcelona, a finales de los setenta, recorriendo con la calma que merecen las calles del barrio gótico encontré una vieja tienda de discos que me llamó mucho la atención. Escaparate estrecho, estancia profunda y mal iluminada, olor a antiguo y a café. Pero, sobre todo, acumulación abigarrada de discos y más discos, de todos los colores y todos los estilos. Sensación apabullante de música encerrada y quizá imposible de descubrir en su plenitud. Pensé que la mayor parte de aquel material, donde coexistían los álbumes aún vírgenes con los vinilos de segunda y múltiples manos, no iba a ser escuchado jamás. Era imposible que todo aquello, apilado sin orden durante toda una vida, llegase a ser disfrutado. En medio de aquel agobio, y decidido a rescatar algo del olvido, opté por comprar dos discos de portadas nada llamativas aunque la intuición me indicaba que podrían encerrar algo interesante.

Ambos con el sello, siempre tan acreditado, de La Voz de Su Amo. Uno me resultaba ya conocido: una grabación de Pau Casals con la Filarmónica Checa, dirigida por Georges Szell, y que compartía la edición con el Concierto en si menor Op. 104 de Dvorak. El otro, misterioso para mí todavía, hacía referencia a la
Fantasía Escocesa de Max Bruch (1838-1920), ejecutada al violín por Itzhak Perlman, y bajo la dirección de Jesús López-Cobos, a la batuta de la Nueva Orquesta Philharmonia.

Fue un verdadero descubrimiento, un impacto en el ambiente sonoro cuando éste se dio conocer, y al que recurro normalmente cuando quiero, con la música, identificar un paisaje apetecido. Recientemente mi hijo me ha regalado la versión en CD, que es la que me acompaña cuando me apetece. Y lo es con frecuencia. Pero el recuerdo y el disfrute de la versión en 33 revoluciones, con esa carátula de color desvaido, en la que una escena de pesca evoca la belleza natural de Escocia, forman parte de ese acervo cultural que todos vamos acumulando a lo largo de la vida y que a la postre forma parte indisociable de nuestra personalidad. Como esta Sinfonía me ha acompañado en un reciente viaje a los Picos de Europa, os la traigo a colación (en concreto, el
Cuarto Movimiento), con la recomendación de que no os pase desapercibida.





(Fotografía: Perspectiva de Picos de Europa desde el mirador de Panderrueda, en la provincia de León)

3 de abril de 2007

No se entiende Berlin sin la visita a la Universidad de Humboldt




Cuando se visita Berlín, y antes de emprender el camino que a través de la Unter den Linden nos lleva a la Puerta de Brandenburgo, es obligada la entrada en la Universidad de Humboldt, denominación que recibe desde 1949 la prestigiosa Universidad de Berlín, fundada en 1810 por Wilhelm von Humboldt. Referencia básica en la configuración del modelo universitario europeo, con incidencia clara en la concepción de algunas de las más relevantes Universidades norteamericanas, el palmarés de esta Institución es realmente espectacular, y así lo atestiguan las alusiones a sus maestros y a los galardones recibidos que adornan el acogedor espacio que los alberga. La estatua de Alexander von Humboldt (1769-1859), que junto a la de su hermano preside la entrada, nos evoca el impresionante legado científico que nos dejó tras una vida intensa y fructífera de quien es considerado como uno de los precursores de la Geografía moderna.

2 de abril de 2007

Avanzando en el concepto de desarrollo sostenible

Conocer al interesante grupo de investigación que en la Universidad de Brasilia da contenido y resultados a la labor realizada por el Centro de Desenvolvimento Sustentável ha sido una de las experiencias más gratificantes y alentadoras de mi vida profesional. Nunca agradeceré suficientemente a Jean François Tourrand el ofrecimiento que en su día me hizo para participar en el Proyecto ALFA-SMART y, a través de él, de asistir e intervenir en las Jornadas Transamazónicas celebradas en Marajó (Brasil), Brasilia y Puyo (Ecuador). Algún día escribiré - ya he empezado a hacerlo - mis experiencias profesionales en América Latina desde que, en 1994, visité por primera vez el continente americano en un viaje agotador con destino a la ciudad argentina de La Plata, donde se celebraba uno de los Congresos Iberoamericanos de Municipios, al que fui invitado como Ponente y a donde llegué tras una primera escala en Rio de Janeiro, cuya imagen nunca se borrará de mi memoria.

Desde entonces he volado a América 21 veces, lo que me ha permitido lograr un cúmulo de experiencias, relaciones y contactos que han marcado buena parte de mi vida personal y profesional en todos estos años. Sirva esta breve presentación para justificar el interés que me ha provocado la lectura de una obra que generosamente me ha hecho llegar Marcel Bursztyn, donde se recogen los trabajos presentados en el Curso de Estratégias de Negociação de Conflitos Socioambientais que organizó en 2000 el Centro de Brasilia al que he hecho referencia.

Se trata de la obra "
A Difícil Sustentabilidade. Política energética e conflitos ambientais", editada por Garamond Universitária. Dentro de ella he prestado especial atención a la introducción de Marcel - muy incisiva cuando señala la pertinencia de la reflexión en unos momentos en los que "accidentes y conflictos sociales en torno a causas ambientales se convierten en hechos cotidianos de la vida en un mundo industrializado y globalizado - , a la excelente sistematización que el propio coordinador de la obra realiza sobre "las políticas públicas para el desarrollo (sostenible)" y a la serie de aportaciones que profundizan, sobre la base de casos específicos, en la dimensión ambiental de los impactos asociados a la producción de energía en el territorio brasileño. Recomiendo su lectura porque las reflexiones aquí ordenadas constituyen algo más que un mero ejercicio académico. Son la expresión de una toma de conciencia de un problema mundial, sobre el nunca podrá decirse que se ha dicho la última palabra. Cuando Bursztyn visitó Valladolid invitado por mí a participar en un Curso de la Universidad, muchas de estas ideas afloraron en las interesantes conversaciones que mantuvimos durante nuestro recorrido por tierras castellanas.

También lo he hecho con Doris Sayago, pilar fundamental del proyecto auspiciado por el Programa ALFA-SMART, así como con el entrañable Roberto Bustos, siempre tan celoso con su Bahia Blanca. ¡Cómo me gustaría tener la oportunidad de compartir esta experiencia con el infatigable Jean François Tourrand, con Laura Duarte, con Eric Sabourin, con Gabriela Litre, con Pierre Valarié, con Silvina Carrizo, con Jorge Sepúlveda y con cuantos he disfrutado de ratos inolvidables en la selva amazónica.

En la imagen superior, con Marcel Bursztyn en las Casas del Tratado de Tordesillas. Abajo, a la derecha, Jean François Tourrand en una de las sesiones de trabajo en las Jornadas celebradas en Puyo (Ecuador)

13 de marzo de 2007

Nicolás Castellanos: Premio a la Solidaridad "Luis J.Pastor" 2007


Este es el discurso que escribí con motivo de la concesión en Valladolid del Premio a la Solidaridad "Luis J. Pastor" 2007 a Don Nicolás Castellanos, obispo emérito de Palencia y en la actualidad responsable de la Fundacíon Hombres Nuevos, que ejerce una impresionante labor de ayuda a los pobres y desfavorecidos en Santa Cruz de la Sierra (Bolivia)

"Hacer del principio de solidaridad una opción de vida ante las desigualdades flagrantes y crecientes que aquejan a nuestro mundo, entender que sólo desde la comprensión de los problemas de los otros, pero que nos son propios y cercanos a la vez, es posible contribuir a su conocimiento y solución, sentir que, frente al individualismo, la indiferencia o la resignación, la calidad de la persona se valora en función de la sensibilidad que muestre hacia los demás......éstas son las cualidades que han de adornar a las personas merecedoras del Premio a la Solidaridad Luis J. Pastor, cuya primera edición se concede este año.
Dos han sido los objetivos que se han querido resaltar especialmente con esta iniciativa: de un lado, el de asociar su imagen a la de un proyecto creativo que entiende el arte y la cultura como la expresión de la sensibilidad hacia los problemas y las necesidades de nuestro tiempo, abriendo la imaginación del artista y sus empeños culturales al descubrimiento de una realidad que en modo alguno nos es ajena; y, de otro, el de ejemplificar el significado del premio en la figura de Luis Jesús Pastor Antolín que, desde la Universidad y desde los múltiples foros en los que dejó presencia imperecedera de su pensamiento y de su buen hacer, no cesó nunca en su empeño a favor de la causa de los más desfavorecidos.
Lejos de ser un anacronismo, todos estos valores cobran en nuestro tiempo una dimensión renovada en la medida en que suponen una puesta en entredicho de posturas excluyentes a las que tan proclives son las sociedades contemporáneas, tan frecuentemente motivadas por el egoísmo o el menosprecio hacia los diferentes. La recuperación de la dignidad humana es indisociable del reconocimiento que debemos otorgar a todas aquellas actitudes que marcan, por su coherencia y honestidad, un estilo de vida y un comportamiento impregnados por los patrones éticos de la solidaridad en escenarios difíciles, lo que muchas veces lleva a la renuncia de privilegios en aras de una voluntad de servicio y entrega que lleva consigo un estilo de vida con numerosas privaciones e incomodidades.
No son hechos frecuentes pero tampoco excepcionales. Hombres y mujeres en todo el mundo despliegan lo mejor de sus esfuerzos, y durante la mayor parte de su vida, empeñados en mejorar las condiciones de vida de la gente con carencia de recursos y aquejada de dificultades que incluso llegan a limitar cuando no a entorpecer el disfrute de lo que la comunidad internacional asume y entiende como derechos humanos. Una conquista de la humanidad irrenunciable, por más que nos parezca una utopía. Mas el mundo también se construye con utopías, que pierden su carácter ilusorio cuando de realizaciones posibles se trata, y por las que hay necesariamente que luchar. En su discurso de despedida como secretario general de la ONU, Koffi Annan señalaba que “mientras haya una sola persona en el mundo carente de los derechos humanos más elementales, debemos entender que todavía queda mucho camino que recorrer en la erradicación de la injusticia”. Y es que este es el gran reto al que siempre ha de estar enfrentada nuestra sociedad del desarrollo, del bienestar y del confort: el de procurar que las injusticias se resuelvan en un marco de cooperación y de toma de conciencia en el que todos y todas debemos estar necesariamente implicados. De ello depende sin duda nuestra dignificación como sociedad desarrollada, el valor de nuestra identidad como personas residentes en Europa y a la par conscientes de que pertenecemos a un mundo interdependiente.
Estos son los fundamentos sobre los que se sustenta el Premio que hoy concede la Fundación AndrésCoello en la Universidad de Valladolid, con cuya colaboración ha contado para que este acto y este encuentro sean posibles. Y lo hace por vez primera en la persona de Don Nicolás Castellanos, en la que ha creído encontrar la personificación de los valores, de las actitudes y de la coherencia que más expresivamente se concilian en torno al concepto de solidaridad. De prestigio avalado por una trayectoria muy dilatada, sus contribuciones a esta idea son de sobra conocidas pero es muy probable que nunca lleguen a ser suficientemente valoradas.
Quien brillantemente ejerció como obispo de Palencia, hoy desempeña un magisterio de amplísimo alcance en el municipio boliviano de Santa Cruz de la Sierra. La labor allí realizada testifica la envergadura de los esfuerzos realizados en materia de vivienda, de asistencia sanitaria y, ante todo, de educación. Impulsor del Movimiento “Ningún niño sin escuela en Santa Cruz y en Bolivia”, ha hecho de la educación la espina dorsal de su proyecto de vida y de trabajo en uno de los países que se identifican como lo más profundo y crítico de la América Latina. De ese continente tan allegado a nosotros, que Luis tanto admiró y al que dedicó algunos de sus mejores afanes intelectuales, y que hoy recuperamos, siquiera sea por unos momentos, en la persona de Nicolás Castellanos, Premio a la Solidaridad Luis Pastor 2006, como símbolo inequívoco de los vínculos que nos unen con el mundo del subdesarrollo y que nuestro homenajeado representa con una dignidad y unos merecimientos universalmente reconocidos".
Fotografía: Entrega del Premio en el Aula Triste de la Universidad de Valladolid. De izquierda a derecha: Nicolás Castellanos, Fernando Manero y Félix Zarzuelo

20 de enero de 2007

Paisajes maltratados

De una u otra manera, con mayor o menor acierto, todos hemos sido educados en la percepción de los paisajes. Nuestras vivencias aparecen siempre asociadas a un modo de entender, interpretar y valorar la realidad espacial que nos rodea. No hay experiencia sin paisaje imbricado en ella, ni reflexión que no sea efectuada a partir de la referencia geográfica que la motiva. Tanto es así que parece imposible recordar los hechos que nos sucedieron en un determinado momento sin tener presentes al tiempo las características del ámbito en el que tuvieron lugar, y que en medida nada desdeñable ayudan a entenderlos y a conservarlos en la memoria.
Somos, pues, tributarios directos de lo que sucede en nuestro entorno, de suerte que nuestra cultura territorial se enriquece a medida que sabemos entender las otras culturas, expresivas de realidades que nos alertan sobre el significado de la diferencia, la magnitud de los contrastes, la utilidad creativa de la experiencia comparada. Nos enseña a relativizar los conocimientos, que precisamente se fortalecen cuando los asumimos como partes integrantes de un todo complejo, bien estructurado e incluyente. Esenciales, por tanto, en la maduración de la personalidad, la imagen que tengamos de cada uno de ellos constituye un elemento primordial de nuestra propia sensibilidad, que precisamente se fragua a medida que asimilamos los valores que los distinguen. De ahí la necesidad de subrayar hasta qué punto de la calidad de los paisajes depende también la de nuestra propia cultura, que no es sino la manifestación de los comportamientos que nos permiten enriquecernos con el entorno tanto individual como colectivamente.
Sin embargo, rotundamente debemos advertir que en el territorio español los valores que encierra la noción de paisaje, clave a la hora de definir la fortaleza de un proceso educativo que obliga a la beligerancia a favor de los aspectos que en mayor medida lo cualifican, no gozan en los momentos actuales de buena salud. Peor aún, se encuentran violentados en mayor medida que en cualquier otro país de la Unión Europea. No en vano al toparnos con la realidad circundante y analizar con espíritu crítico cuanto se hace a nuestro alrededor la imagen cualitativamente pretendida se desvanece para abrir paso a un panorama en el que las diferentes modalidades de agresión derivan en deterioros tan graves como generalizados. Asistimos al apogeo de acciones simplificadoras y banales, que, concibiendo el cambio de uso del espacio como algo ajeno a cualquier tipo de restricción, tienden ostensiblemente a prevalecer frente a las que, en cambio, preconizan la defensa y salvaguarda de los valores paisajísticos o a las que lo entienden como un conjunto integral, formado por componentes indisociables.
A poco que en nuestro país se profundice en el seguimiento de la cuestión, no es difícil sorprenderse y asustarse ante la magnitud de las barbaridades que se están cometiendo en nombre de no sé sabe muy bien qué progreso o desarrollo. Por doquier, y con excepciones contadísimas, asistimos desde hace unos años a la proliferación errática de intervenciones sobre el territorio marcadas por un denominador común: la ocupación y consumo desenfrenados del espacio a través de promociones inmobiliarias ante las que no se establecen otros límites que los determinados por la voracidad de los intereses y criterios sobre los que se sustentan. Si los datos numéricos registrados al respecto son más que elocuentes, pues sitúan a España, y con asombrosa diferencia, en la cabeza de los países europeos por el volumen de edificación llevada a cabo, el problema no estriba tanto en la dimensión cuantitativa del fenómeno como en las gravísimas implicaciones que desde el punto de vista estratégico, cultural y medioambiental traducen una peculiar forma de entender las relaciones entre sociedad, desarrollo y territorio marcadas por tres tendencias francamente preocupantes y entre las que se impone una lógica muy bien definida.
La primera tiene mucho que ver con la ausencia absoluta de cultura y de sensibilidad territorial con la que se acometen la mayor parte de las actuaciones, producto de una deliberada desatención por el alcance de los efectos provocados. Aparecen como la manifestación fehaciente de una total falta de respeto y de consideración por el entorno en el que se llevan a cabo. La ausencia de evaluaciones de impacto ambiental, con clara desestimación de los niveles de riesgo o de la repercusión que han de tener sobre los recursos naturales (he ahí la gravedad reiterada del problema del agua), resulta con frecuencia tan grave como el incumplimiento de las que se realizan, que o bien son cuestionadas por restrictivas de la liberalidad edificatoria o se acomodan en sus indicaciones a los fines de quienes las demandan, evitando así cualquier obstáculo que entorpezca o mediatice el objetivo deseado.
En segundo lugar, es evidente que en el modo de concebir la decisión prima casi siempre la perspectiva a corto plazo, la inmediatez de los resultados, con independencia de sus implicaciones hacia el futuro. Y no sorprende que esto ocurra por la sencilla razón de que esta visión cortoplacista que rige la ocupación desbordada y congestiva del espacio viene impuesta por la circunstancia, realmente grave, de que el poder de decisión, la capacidad de iniciativa real, ha cambiado de manos. Los promotores inmobiliarios se han adueñado del territorio y han ido cercenando, a la par que mediatizando en función de sus intereses, al poder municipal, que se pliega ante hechos de los que se sólo percibe su rentabilidad inmediata. La experiencia de nuestro país sobreabunda en irregularidades de este tipo y de hecho son muy pocos los municipios, tanto urbanos como rurales, que resisten a la constatación de esta tendencia generalizada. Y, por lo que se ve, las diferencias políticas parecen diluirse en aras de una tendencia a la homogeneización de estrategias que, si en parte encuentra uno de sus fundamentos primordiales en los problemas de suficiencia financiera a que se enfrentan de las administraciones locales, no es menos cierto que a la par acaba siendo asumido como algo meritorio y digno de reconocimiento, asociándolo demagógicamente a un presunto “desarrollo” mediante campañas de manipulación informativa y de marketing grandilocuente, en las que la opacidad de las intenciones marcha en paralelo con la propia consolidación del entramado de intereses e influencias que a la postre acaban configurando el modelo de ciudad que se pretende por parte de unos pocos frente a los intereses y las preocupaciones de la mayoría.
Hay que recurrir a estos argumentos para comprender el tercero de los pilares en los que se apoya esta situación. Me refiero a la visión fragmentaria y reduccionista con que se abordan la gestión del patrimonio y de los recursos territoriales, y, por ende, las propias políticas urbanas. En pocas palabras, puede decirse que se ha procedido a la sustitución del paisaje, en su dimensión más noble e integradora, por la intervención puntual, comúnmente asociada a la monumentalidad de las iniciativas (esas arquitecturas de la retórica de las que habla Jacques Herzog) o a la preservación más o menos cuidada de las áreas emblemáticas, tal y como se expresa en las políticas de rehabilitación de los centros históricos, aunque aquí tampoco sea oro todo lo que reluce, por mor de las frecuentes agresiones arquitectónicas que los distorsionan hasta desnaturalizarlos.
Aun así, conservar y atender lo que atrae turísticamente o recurrir a la escenografía que depara la espectacularidad puntual de un edificio determinado, más allá de su funcionalidad, de su coste y de la eficacia de su uso, suponen tal vez un alivio frente a la mala conciencia que pudiera provocar el tratamiento especulativo sobre el suelo público o el hacinamiento y el deterioro estético a que brutalmente se ven sometidas las periferias, donde el concepto de ordenación del territorio y de sostenibilidad, tal y como está concebido en la Estrategia Territorial Europea, sufre hoy en España de las mayores aberraciones.
Ante una situación como la que nos ocupa, inequívocamente marcada por el encarecimiento brutal de la vivienda, por el desencadenamiento de escandalosos procesos especulativos, por la destrucción irreversible de espacios de gran valor ambiental o por la hipertrofia de un mercado hipotecario que en los últimos años ha crecido exponencialmente, cabe lamentar que los ciudadanos, inermes, masivamente endeudados, y por más que de manera individual manifiesten una actitud crítica, han acabado adoptando colectivamente un resignado silencio, convencidos de que frente a tales atropellos muy poco o casi nada se puede ya hacer.
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