Impresiona el silencio del recinto.
Todos los colores se entremezclan
para confundirse sin perder su claridad
en un espacio de miradas infinitas.
Las ruinas no son ruinas. Son señales
de que el tiempo transcurre sin cesar,
pues de repente, en su aparente quietud,
la selva se rebela, se hace clamor,
transforma el legado con sus troncos retorcidos
y se enfrenta a la fuerza de la obra construida.
La luz, finamente tamizada entre las sombras,
el olor de la ceiba imperceptible
el susurro de la conversación apaciguada.
Todo parece invitar a la reflexión de lo que fue
testimonio de una cultura maya extinta y floreciente,
violenta en sus mensajes y en sus formas
que nos acoge hoy silente y enigmática.
Desconocidas y hermosísimas deben ser estas ruinas mayas...es Ud un viajero !!!
ResponderEliminarNo he estado todavía en Copán, pero conozco bien las huellas de los mayas en México y Guatemala. Siempre me han impresionado, aunque las sensaciones que comentas nunca las he conseguido tener, ya que todo estaba lleno de gente y el barullo impedia apreciar las cosas con la calma necesaria. En cuanto tenga oportunidad iré a Honduras para comprobar que es posible, cuando se dispone de silencio, disfrutar de esas maravillas
ResponderEliminarGracias por visitar nuestro perdido pais, que nunca aparece en las guias de nadie, pero es un pais lindo que los europeos tienen que visitar. Gracias desde Tegucigalpa
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