4 de enero de 2019

No minimicemos la violencia contra las mujeres


Leo y releo los argumentarios redundantes a los que se acogen los adversarios de la llamada "ideología de género" y no puedo por menos de experimentar una sensación de tedio ante tanto afán por eludir el núcleo sustantivo del problema en el que se fundamenta la lucha de las mujeres a favor de la igualdad, del respeto y de la defensa de sus derechos como personas injustamente tratadas. Los datos - muertes, acosos, brechas salariales, humillaciones, discriminaciones - son tan abrumadores que huelga cualquier matización sobre su gravedad.

Cierto es que las normas de rango general insisten en el reconocimiento de derechos y deberes para todos los ciudadanos, independientemente de su sexo. Hace 70 años que así quedó subrayado por Naciones Unidas. Las Constituciones de los Estados poseen un sentido integrador en cuanto al reconocimiento de derechos sin distinción y tanto el Código Penal como las leyes se formulan con voluntad de aplicación no discriminatoria para todos. Sin embargo, la contundencia y reiteración de los hechos que revelan la vulnerabilidad de la mujer es de tal magnitud, tanto en términos absolutos como relativos, que no cabe ampararse en las reflexiones alambicadas para ridiculizar o denostar esa justa reivindicación, que sin duda remitirá cuando la causa a favor de la igualdad y el respeto debido alcance las cotas justificadas. Carecerá de sentido cuando la igualdad prevalezca sobre la discriminación y la vulnerabilidad potencial.

Tanta es la importancia del tema que en modo alguno puede ser subestimado cuando se observa la virulencia, tan obscena como patológica, con la que la plantean las opciones más reaccionarias que ominosamente afloran en el panorama politico actual. Y es que si observan las concomitancias entre el discurso de los de Vox - que sitúan este tema en el frontispicio de su ideario hasta convertirlo en su principal baluarte frente a la negociación política - y los iluminados fanáticos de Bolsonaro se darán cuenta de hasta qué punto la defensa específica de los derechos vulnerados de las mujeres se ha convertido en un pilar fundamental de la dignidad humana, que a todos compete.
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