22 de febrero de 2008

Siempre recordaremos a Luis

Hace tres años ya que falleció Luis Pastor Antolín (Palencia,1958 - Valladolid, 2005), una de las personas más admirables que he conocido en la vida. Su muerte me afectó muchísimo y su ausencia se me antoja inasumible. Conservo los recuerdos de una relación de amistad y profesional que me depararon momentos inolvidables. Quiero dejar en este blog constancia de quien fue un buen amigo y un excelente compañero. A él dediqué en su momento estas líneas que siguen, recogidas más tarde en un libro de homenaje elaborado por los amigos.


No es la fugacidad de la vida lo que alerta nuestros sentidos,
ni siquiera nos conmociona ya el saber que todo tiene un término inexorable,
sino tomar conciencia de que el paso del tiempo
nos lleva a asumir la defensa del valor de lo perenne
de aquello que fortalece y da sentido a la misma razón de vivir.
Y nada más perenne que aquello que se resiste a desaparecer en el fondo
en la esencia de nuestra memoria vivificada.
La memoria nos hace libres, porque nadie ni nada nos puede impedir
abarcar con ella lo más profundo de nuestros deseos,
de esos deseos empeñados en sobrevivir al desgaste del olvido.
De ahí ese afán justificado por evocar las vivencias que fraguaron
la formación de la madurez, de esa madurez
que nos lleva a contemplar las cosas con la perspectiva más enriquecedora,
más positiva, más diáfana en sus mensajes y evocaciones.
Son los paisajes de nuestra vida,
las experiencias más ilusionantes, los recuerdos más apetecidos,
las ilusiones compartidas, los proyectos apenas insinuados.
Son los cimientos sobre los que se edifica la amistad,
lo que da sentido a nuestras inquietudes, lo que mantiene nuestras esperanzas,
lo que da permanencia y vigor a los recuerdos imborrables.

11 de febrero de 2008

Portugal, tan cerca y a la vez tan lejos



Como ha señalado el ex Presidente Mario Soares en el Diário de Notícias lisboeta, la última Cumbre hispano-portuguesa, celebrada en Braga a finales de Enero, “ha constituido un paso importante en las relaciones peninsulares, abriendo una oportunidad única, que no se debe perder, para los dos Estados, en el dominio de las convergencias políticas y económicas, en el marco europeo en particular, pero también en relación al Mediterráneo, al Atlántico y a América Latina”.Objetivos encomiables que seguramente han sido reiterados en ediciones anteriores con la misma grandilocuencia, aunque su repetición no haga sino destacar que una estrategia que debiera estar ya consolidada aparece en este XXIII Encuentro como la manifestación de un deseo aún por cumplir.
Sin embargo, y a la vista de lo acordado, es evidente que los avances en la cooperación entre ambos Estados han ido adquiriendo entidad a través de realizaciones importantes, cuya incidencia habrá de notarse tanto globalmente para cada uno de ellos como para las regiones y lugares en las que se materialicen. No son desdeñables las comprometidas en esta reunión, donde se ha acordado la instalación en Braga del Laboratorio Internacional Ibérico de Nanotecnología, o proseguir en el camino, ya emprendido, hacia la integración energética. Un proyecto tan ambicioso como necesario, cuyos hitos más relevantes han de venir dados por los avances en la compatibilidad reguladora y convergencia tarifaria en el sector energético que permitan configurar un Mercado Ibérico de la Electricidad (MIBEL), acordado en 2004, por la política de fomento conjunto de las energías renovables, y por la ordenación del Mercado Ibérico del Gas (MIBGAS), todo ello con la mirada puesta al tiempo en la creación de un gran operador del Mercado Ibérico de la Energía (OMI).
Ahora bien, el buen funcionamiento de los vínculos entre los dos países no ha de limitarse sólo a los grandes acuerdos interestatales, que dan cumplimiento al Tratado de Amistad y Cooperación, suscrito el 22 de Noviembre de 1977. Desde que, tras la caída de las dictaduras que los distanciaron durante décadas, vieron la luz los primeros intentos de crear espacios de relación a menor escala basados en estrategias compartidas de desarrollo, la cooperación transfronteriza descentralizada se ha convertido en el punto de referencia esencial a la hora valorar el éxito o la frustración de esa voluntad de encuentro a favor de estrategias beneficiosas para ambas partes. Se trata de una cuestión cuya dimensión como problema, variable en su gravedad según los espacios concernidos, no ha dejado de persistir a o largo del tiempo, por mor de unos resultados que ni siempre pueden calificarse de satisfactorios ni, menos aún, incurrir en la autocomplacencia.
Los estudios sobre el tema son tan explícitos que no ha lugar al equívoco cuando ponen al descubierto las insuficiencias de desarrollo o los crónicos problemas de regresión global de estas áreas, que siguen acusando, salvo excepciones singulares, el estigma de la fragmentación histórica. Algo que resulta particularmente perceptible en el tramo de la “raya” correspondiente a la Comunidad de Castilla y León, que sigue siendo el más refractario a la rentabilización de las posibilidades permitidas por la confluencia de fuerzas a uno y otro lado, como ya puse de manifiesto en estas mismas páginas hace años (El Norte de 21 de Mayo de 2001). De manera puntual algunas iniciativas revelan el alcance del esfuerzo realizado y de las ayudas que lo han hecho posible, pero en la mayor parte de los casos son precarias o carecen de las condiciones capaces de asegurar su continuidad en el tiempo como garantía para la creación de oportunidades de desarrollo realmente consistentes. Recurrir para explicarlo a la debilidad demográfica nos lleva, en mi opinión, a un argumento no cuestionable pero insuficiente. Pues cuando ha existido verdadera voluntad de avanzar en la formación de espacios de encuentro creativos e innovadores, la experiencia ha servido para lo que se pretendía, es decir, para fijar población y crear expectativas, y sobre todo confianza, hacia el futuro.
Y es que, en general, la cultura de la cooperación transfronteriza deja todavía que desear: ni está asentada en el conjunto del territorio ni es asumida como una opción estratégica integradora, por más que las proclamas entusiastas que de vez en cuando se hacen den la impresión de lo contrario. De todos modos, para que los propósitos bienintencionados se conviertan en logros contundentes no es necesario improvisar instrumentos de cooperación sino aprovechar convenientemente, y sobre la base de los recursos disponibles, los ya creados y garantizar su operatividad. En resumen, bastaría con centrar la atención en dos soportes de actuación esenciales. Por un lado, en el fortalecimiento de las posibilidades permitidas por la Fundación Rei Afonso Henriques y por el Instituto Interuniversitario asociado a ella, evitando que languidezcan o que sus actividades sean poco más que acciones esporádicas o de mera intencionalidad; y, por otro, dar consistencia a la voluntad política de aplicar en Castilla y León, con fuerte implicación de los municipios y las organizaciones más dinámicos, las directrices contempladas en los acuerdos adoptados en el Encuentro Luso-Español sobre Cooperación Transfronteriza de 13 de Enero de 2006, que fijaron los principios en los que se apoya la programación de los Fondos Europeos para el periodo 2007-2013. Si se tiene en cuenta que la próxima Cumbre (¿porqué no en Zamora?) va a celebrarse en Castilla y León – una oportunidad para recabar la implantación de iniciativas innovadoras de alcance interestatal, como se ha hecho en Braga - y que las posibilidades de las Comunidades de Trabajo constituidas con las regiones Norte y Centro de Portugal están avaladas por la contundencia de los diagnósticos y por el convencimiento de que existen potencialidades que han de ser aún valorizadas, nos encontramos ante una ocasión histórica que en modo alguno puede quedar desaprovechada, pese a que las inercias heredadas obliguen aún más a la prudencia que al triunfalismo. 
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