El actor George Clooney es detenido frente a la embajada de Sudán en Washington al protestar contra la violencia del régimen que subyuga a aquel país africano
De vez en cuando, como si de una aparición
programada se tratase, los medios de comunicación se encargan de dar a conocer
la entrega que a favor de causas justas y merecedoras de apoyo ofrecen algunos
de los nombres más rutilantes de nuestra época. Ya pasó con la desafortunada
Diana Spencer, princesa de Gales, aquella mujer de gran prosapia que
periódicamente se dejaba ver rodeada del desolador entorno que forman los niños
hambrientos del África profunda. También nos llegan noticias de que en
ambientes similares centran sus preocupaciones nombres sonoros de la pantalla,
como Sean Penn, George Clooney, Colin Firth, Javier Bardem, Angelina Jolie, Serena Williams, Richard Gere, Shakira, Madonna y otros muchos de
no tanta resonancia. Y, desde luego, no se puede ignorar, pues aplauso merece, el apoyo que uno de
los hombres más potentados del mundo, Billy Gates, presta, junto con su
esposa, a la lucha contra enfermedades endémicas y atroces en los lugares más
trágicos de la Tierra, y particularmente en el siempre necesitado mundo
africano.
Evidentemente, nada habría que objetar a esas
muestras de generosidad, filantropía o sacrificio que, calculadamente adobadas
en algunos casos con ciertas dosis de mercadotecnia, manifiestan los personajes
de la moda con gran poder de convocatoria, y que hay que valorar positivamente,
aunque solo sea porque, más allá de los fondos que pudieran aportar, no dejan
de ser expresiones sinceras de una voluntad empeñada en poner de relieve
problemas que parecen olvidados y de dejar también al descubierto las
ostensibles ausencias, clamorosas, que aún se dan en ese mundo de la popularidad plagada de egoísmos, banalidad y solidaridades entecas.
No obstante, trato de observar con más detalle el
panorama de las figuras siderales y me cuesta percibir rasgos del mismo cariz y con análoga contundencia
en otros escenarios tanto o más preocupantes. Sin duda el mundo está lleno de
problemas humanitarios, que se enquistan y a los que no se ve solución;
problemas crónicos, enraizados en la historia y que, al no resolverse, se
agravan sin cesar hasta adquirir perfiles tan atroces que ponen en evidencia la
incapacidad de las instituciones internacionales para conseguir superarlos.
Entre ellos, cuanto sucede en Palestina representa una de las manifestaciones
más lacerantes e indignas de nuestro tiempo. Son tantos los elementos de juicio, los hechos
inequívocos, que lo corroboran que huelga mencionarlos aquí, pero nada debe
impedir evocar la magnitud de la tragedia y su persistente agravamiento, trayendo a colación las voces israelíes que
no dejan el tema abandonado a su suerte, como ocurre con la de Ilan Pappe, el historiador que no ha dejado de mostrar su sensibilidad por la causa palestina. o con la potente e igualmente rigurosa de Avi Shlaim, autor de una obra extraordinaria - El muro de hierro. Israel y el mundo árabe (Ed. Almed, 2012)- quien ha llegado a afirmar que "sin resolver el problema palestino no habrá paz en el mundo".
Son voces importantes, libres y rotundas, pero, por lo que se ve
alrededor, no aparecen secundadas en este tema sangrante por los rostros y las palabras de los individuos mediáticos que atraen la mirada de las multitudes, que con frecuencia se
enteran de las causas que apoyan porque las identifican con el nombre que colma la pantalla y las revistas del relumbrón. Sin embargo, brillan por su ausencia las visitas a Nablús, a Ramallah, a la Jerusalén árabe, a la destrozada Yenin. Salvo Henning Mankell, el escritor sueco que se esfuerza por revitalizar la cultura en Mozambique, y que ha mostrado en varias ocasiones su compromiso con Palestina, nadie famoso se detiene en Gaza. Ni siquiera se oyen en el cielo estrellado referencia alguna a la mayor prisión del mundo al aire libre como tampoco trascienden las noticias desoladoras que día a día no dejan de revelar su trágica situación.
Defensa de las causas solidarias, sí,
pero que ninguna de ellas quede en el olvido, por más que las manifestaciones
de respaldo que se las brinda - y particularmente a la hora de denunciar la atroz ocupación y el latrocinio a que están sometidos la sociedad y el territorio palestinos - puedan molestar a intereses muy poderosos y vengativos mientras las otras son contempladas por éstos incluso con admiración y sin
atisbo alguno de mala conciencia.
Como has visto te he contestado en FB... Gracias por tu "like" :) Besotes, M.
ResponderEliminarGracias, Merche, buena amiga y lúcida compañera. Un abrazo.
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