15 de septiembre de 2011

¿Están las tertulias mediáticas en crisis? De la fidelidad al hartazgo

Confieso que siento auténtico tedio ya por las tertulias mediáticas. Durante algún tiempo las he seguido con interés, tratando de descubrir, en medio de la pretendida refriega dialéctica, alguna idea que pudiera esclarecer los temas abordados y, que en principio, son de interés general. Pero poco a poco he ido percibiendo que la controversia cede a menudo paso a la algarabía para culminar con demasiada frecuencia en una patulea de frases que acaban por sugerir y alumbrar lo contrario de lo que pretenden. Ignoro si los niveles de audiencia apuntan en la dirección que presumo, es decir, hacia la fatiga y el cansancio, convencido el sacrificado oyente o telespectador de que ya no le aportan nada, o tan poco que ya no merece la pena el tiempo que se las presta.

Creo que es una sensación por muchos compartida. Las mismas voces, los amigos de siempre, los mismos argumentos, idénticas posturas y actitudes de discrepancia de unos frente a otros, que parecen previamente pactadas y que acaban sumiendo a quien escucha en una especie de torbellino tan falto de interés como agotador. Aborrezco la polivalencia retórica y con frecuencia fatua de quienes creen saber de todo y de todo hablan con desparpajo y sin rubor. De “eruditos a la violeta” los calificó José Cadalso, y sobre ellos José de Larra lanzó venablos que permanecen hoy tan justificados como entonces.

Desde luego, hay excepciones, pues el panorama cuenta con opinadores que se salvan del aquelarre, aunque compruebo que son muy pocos, quizá los menos. Lo común, negocio aparte, es la frase hecha, el latiguillo reiterado, cuando no el plagio vertido sin ningún rubor mientras todo se adoba de una petulancia que sonroja por injustificada. Por esa razón, y preocupado por la pérdida de tiempo, he decidido ausentarme de ese tipo de foros que causan jaqueca, confusión y bostezo para orientar mis horas hacia lo que creo más provechoso y fecundo, es decir, a la lectura del intelectual u observador preparado, del crítico solvente, serio, de quien sabe lo que dice y lo sabe transmitir.

No creo que ésta sea una decisión singular, pues tengo el convencimiento de que, tras una etapa de sobrecarga de decibelios opináticos, quien desee saber lo que pasa y porqué se sentirá cada vez más tentado a sustituir el ruido por las nueces. Y éstas ya no se prodigan en las ondas españolas.


7 comentarios:

  1. Completamente de acuerdo, querido Fernando. Las tertulias de la SER que siempre escuchaba con atención, últimamente me aburren soberanamente. Besotes, M.

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  2. De acuerdo. Comparto ese tedio del que hablas.

    Un abrazo.

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  3. Estoy de acuerdo. Son como los debates políticos, un puro muermo.
    Un abrazo

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  4. Hace muchísimo tiempo que lo vengo diciendo, y puedes creer que me han llovido las críticas cuando digo que practicamente eran los mismos dia a dia, con el agravante que también los leias en las cartas de opinión de según que diario. Siento decirlo por se me me tacharar de catalanista, pero la cadena Ser, como dice Merche no es que aburra es que es patético.
    saludos

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  5. A mí me gusta presenciar debates y coloquios. Por eso sigo algunas tertulias en radio y televisión. Pero también me aburro, cada día más. Creo que, en vez de ser siempre de contenido político, deberían introducir más variedad temática y cambiar, según las cuestiones, a los participantes. Muy buena crítica, Fernando, acertada, respetuosa, ponderada. Salud(os).

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  6. Pues eso, lo que tú dices. Y cómo se echa a faltar la voz de alguna persona que pueda ilustrarnos y aportar criterio sabio e independiente. Estamos solos en este laberinto de soMbras sin apenas luz que nos pueda indicar el camino hacia la salida...
    Un abrazo de un ex-oyente de terulias...

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  7. Fernando: Coincido e intuyo que en tu reflexión tiene mucho que ver la deriva que en los últimos meses ha tomado Hora 25, con la salida "natural" y forzosa de todos sus grandes y unas cuantas decisiones equivocadas por parte de la dirección. ¿Me equivoco? Manuel.

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