27 de noviembre de 2012

Las lecciones de Catalunya


Hace tiempo que Barcelona derribó sus murallas y la ciudad se abrió a ese mundo de posibilidades y perspectivas que la convirtieron en "La ciudad de los prodigios" tan bien novelada por Eduardo Mendoza. Es una ciudad abierta, espléndida,  en una Comunidad, en un país, que siempre ha sido mucho para España y para Europa. Precisamente en la complejidad de su sociedad, en la diversidad de culturas y visiones que coexisten en su seno radica la riqueza de Catalunya, que nunca pasa desapercibida cuando se la visita, tanto en las ciudades más populosas, como en las pequeñas o en los pueblos que salpican una trama de paisajes espectaculares. De su entidad no cabe duda y de su identidad tampoco, aunque en eso de las identidades conviene andar con cuidado porque con frecuencia, y a su amparo, permanecen latentes posiciones, discursos e intereses cuyos aspectos más cuestionables quedan diluidos por el simplismo del slogan que todo lo minimiza en la frase hecha con el fin de encubrir o difuminar la realidad, siempre más compleja y contrastada. Cuando se adoptan decisiones que aventuran horizontes forzados, la sociedad reacciona para acabar dejando las cosas en el lugar que la propia sociedad desea. He ahí el mérito de la democracia y la servidumbre que amenaza el prestigio de quienes pretenden utilizarla en beneficio propio atribuyéndose liderazgos no bien calculados.

Pasó en el País Vasco con Juan José Ibarrexte y pasará ahora en Catalunya con Artur Mas. A la postre, ambos tendrán una deriva parecida, en mi opinión, por más que el segundo trate de mantener un protagonismo que ha quedado muy resentido y que seguramente condicionará a partir de ahora su rumbo político. ¡Cuántas lecciones habrá extraido también de esta experiencia el pragmático Iñigo Urkullu!; ese individuo que no olvida lo que le ocurrió al predecesor de Patxi López y que tan confortablemente está instalado en su Concierto Económico privilegiado. En el fondo, que nadie se engañe, es lo que verdaderamente pretende, en su pulso tan ferviente como arriesgado, el señor Mas. Es cierto que las posiciones soberanistas tienen mayoría en el nuevo Parlament del Parque de la Ciutadella, pero su engarce no será fácil ni cómodo para sus cabezas de serie, pues conocidos son los altos riesgos inherentes a los pactos  con opciones independentistas, de los que hay pruebas abundantes tanto en Catalunya como en el País Vasco. No tendrán más remedio que reconocer que, quiéranlo o no, forman parte de una sociedad plural con la que han de coexistir en el seno de un Estado que los necesita y con el que seguramente tendrá que marcar una hoja de ruta y de compromisos mutuos, revisados hasta donde la Constitución y los equilibrios apoyados en un diálogo necesario lo permitan, para llegar a la conclusión de que las advertencias de las urnas nunca deben quedar desatendidas.

1 comentario:

  1. Hola, Fernando. Leí este artículo en fb. Lo que más me gusta, indudablemente, es el final. La independencia catalana me interesa bien poco. Creo que es un sentimiento muy generalizado en la sociedad española no catalana, de la gente normal, de la calle. Quizás se intuye que es un juego, como tú planteas, un juego de poder, y una cortina de humo.
    Que tengas un feliz viaje y que te sea de mucho provecho esa preciosa visita que sugieres.

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