12 de diciembre de 2013

La inutilidad de un "Congreso de Historia" con conclusiones predeterminadas



Oigo y veo a Jaume Sobrequés, el director del evento, y no salgo de mi asombro. He asistido a muchos Congresos científicos en mi vida pero jamás había observado ninguno en el que ya las conclusiones estuviesen fijadas de antemano. La propia formulación del enunciado sitúa el desarrollo del evento dentro de unas coordenadas que prejuzgan todo lo que en él se va a abordar, pues sus conclusiones ya están hechas. No ha lugar en ese contexto a controversia alguna. Me sorprende la animosidad de Sobrequés i Callicó a quien creía más ponderado y riguroso. Plantea el encuentro de forma enrabietada, dogmática, cerrada en sus perspectivas de análisis. Actitud acientífica donde las haya. Entre sus convocantes, la ausencia de la Universidad llama la atención, dominado el elenco de responsabilidades por órganos dependientes del Gobierno autónomo. Cuando se organiza un Congreso, todo está abierto a la discursión y a la confrontación racional de enfoques, métodos e ideas; de lo contrario, es una estafa. Y que conste que no me dejo llevar por la escandalera que, a juicio de García Montero, se ha montado sobre esta cuestión: simplemente me limito a constatar las anomalías que encierra un "simposio", ajeno a las reglas comúnmente asumidas para las reuniones científicas dignas de tal nombre, a no ser que no sea ese el propósito. Habrá que estar atentos a las conclusiones y valorar el rigor histórico con el que están planteadas. De momento, que se sepa, solo la Generalitat ha defendido el rigor científico de la reunión, pero resulta difícil otorgar credibilidad en este sentido a Artur Mas y sus consellers. No hay fundamento alguno que avale su formación y su solvencia como historiadores acreditados. Tampoco, que se sepa, se ha dado opción a historiadores no catalanes para intervenir en cuestiones que sólo los debates rigurosos y sosegados pueden clarificar. Cuando prevalece la identidad como soporte intelectual básico, ya sabemos lo que, a la postre, eso da de sí. 




Me detengo en el programa, que deriva por los mismos derroteros: "la inmigración, la acción de la Iglesia Católica, la persecución de la lengua y la cultura catalanas (sic), la falsificación de la Historia (sic), la censura sobre los medios de comunicación (sic), la educación". Los meros epígrafes anticipan, sin sentido de la opción de error, de qué va la cosa. Es la primera vez que lo veo planteado de esa manera. Al margen quedan, o muy minimizadas, las cuestiones económicas, las alusivas al desarrollo de Cataluña desde el siglo XVIII , cuando, como bien señala Rosa Castejón, de la UB, "el momento culminante estuvo representado por la nueva actividad comercial catalana del siglo XVIII; el puerto de Barcelona, junto con el de Palamós, constituyeron las dos principales aperturas catalanas al comercio maritimo. El comercio del azúcar y de las indianas determinó un fuerte aumento del tráfico maritimo barcelonés en esta centuria". ¿Nadie va a hablar de lo que supuso el despegue catalán en el Setecientos cuando el puerto de Barcelona arrumbó al de Sevilla y las manufacturas catalanas, "cautivas del arancel español" (Fuentes Quintana dixit), se expandieron en un mercado protegido, hundiendo, entre otros competidores, a los textiles de Béjar y otros muchos lugares del interior del país? Y, por lo demás, ¿aludirá también al apoyo de un sector de la burguesía catalana al franquismo, con representantes tan conspicuos como Porcioles, Gual Villalbí, López Rodó y los Godó de La Vanguardia, entre otros muchos? ¿También ellos lo pasaron mal? ¿Fue la dictadura una etapa en la que solo los catalanes se vieron sojuzgados? ¿Recuerdan, siquiera sea por un instante,  cuando en la transición fuimos legión los que salíamos a la calle cantando a Llach, a Pi de la Serra,  a Ribalta, fascinados por los aires de libertad que nos llevaban a reivindicar Libertad, Amnistía y Estatut d'Autonomía, pensando fundamentalmente en Catalunya? 


Y es que no hay que engañarse: a lo largo de la Historia siempre han sufrido los mismos, así en Catalunya como fuera de ella, al igual que los privilegiados lo han sido con independencia de donde vivieran. No son los territorios los que sufren, sino las sociedades, los pueblos, inmersos en estructuras sociales marcadas por la desigualdad, de lo que es fiel reflejo también la sociedad catalana. Por eso cuando oigo a Sobrequés, con pose de solemnidad excesiva, echar pestes como dardos contra la España donde viven los españoles o algunos llegan a hablar incluso de "genocidio cultural" y de "colonización", observo la tibieza de Josep Fontana, cuya postura no he entendido al oírle esta tarde exponer argumentos confusos, o veo silentes ante tanta manipulación a los miembros de la prestigiosa escuela que formara el gran Jordi Nadal, no puedo por menos de llegar a la conclusión de que una de dos: o el hechizo desplegado por la Generalitat actual se ha apoderado hasta de las conciencias más respetables o el dinero está corriendo a raudales para sojuzgar cualquier atisbo de pensamiento crítico. En estos momentos, cómo se echa de menos a figuras como Pau Casals. 


Junto a  la estatua erigida a Pau Casals en El Vendrell (Tarragona)



2 comentarios:

  1. Me temo que algo de esto hay: "el dinero está corriendo a raudales para sojuzgar cualquier atisbo de pensamiento crítico". Pero lo más vergonzante es que, además, se trata de dinero público de la Generallitat. Dinero de los contribuyentes, partidarios o no del independentismo o del victimismo recalcitrante

    Un abrazo, Fernando

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  2. Muy bueno el articulo, se que es de hace ya algunas semanas, pero me gusto mucho.
    Un saludo.

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