4 de octubre de 2014

Principios más necesarios que nunca



Paseando por Avignon, la mirada se detiene ante el impresionante edificio de su Hotel de Ville. Uno de los más espectaculares Ayuntamientos que he conocido. El viajero queda asombrado por la columnata y el friso de evocaciones helénicas, pero enseguida la vista centra la atención en las ideas que han marcado en la Historia el rumbo por el que debe transcurrir la evolución de la Humanidad. Quizá muchos las han olvidado, por lo que nunca está de más traer a colación el significado de lo que representan las nociones de Libertad, Igualdad y Fraternidad, nacidas de la Ilustración, del Siglo de las Luces, y plasmadas para siempre en los frontispicios donde ha dejado su huella bienvenida la Revolución que a finales del siglo XVIII cambió el destino del mundo. 

Siempre me he identificado con estos conceptos, que más que nunca cobran vigencia ante la antigualla de los nacionalismos de toda laya, que sólo han traído consigo exclusión, enfrentamientos, mentiras y tragedias. Ya lo dijo el gran Inmanuel Kant: "el nacionalismo es el pensamiento más nefasto de la Historia". "El nacionalismo es la guerra" profirió siglos después François Miterrand. Entre uno y otro, la reflexión de Stefan Zweig no fue menos elocuente: "La peor de las archipestilencias, el nacionalismo es capaz de convertir identidades culturales en excluyentes soberanías políticas". 

Recuperemos, adaptado a nuestro tiempo, el espíritu que cimentó el progreso de la Ilustración y enfrentemos con la dialéctica del buen sentido y la cordura las miserias intelectuales que emanan del nacionalismo excluyente, manipulador y mendaz. Hoy mi nieta Lara cumple tres años, tres años maravillosos. Llegará el día en que su abuelo le haga ver lo mucho que han de representar para su vida estas tres ideas, esculpidas para siempre en los muros de la racionalidad.

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