15 de septiembre de 2014

Ante el desafío catalán, abajo las murallas





Recuerdo aquella exposición, magnífica, que tuvo lugar en Barcelona y que visité en la primavera de 2005. Evoco aquella referencia para valorarla en lo  mucho que significa en estos momentos de incomunicación infranqueable 


Cuando oigo hablar de nacionalismo o de identidades socio-culturales me vienen a la memoria las tragedias que a lo largo de la historia llevan asociados estos conceptos a hierro, dolor, odio y fuego. Sobre ello escribió palabras elocuentes Emmanuel Kant cuando aludía a los mensajes que invocaban en la sociedad alemana la fuerza de la patria como idea obsesiva, alienante y culturalmente tan sectaria como demoledora. Me cuesta encontrar algún ejemplo sobre la utilidad de estas nociones y sobre su contribución al desarrollo de las sociedades, de las mentalidades y de la persona. La experiencia ha demostrado que son una rémora y una antigualla, a menudo esgrimidas para enmascarar problemas y defectos de gestión de quienes las propalan para, embutidos en mensajes simplificadores, egoístas y excluyentes, sentirse ungidos por principios y soflamas que les permiten eludir sus responsabilidades, empobrecer y fracturar a las sociedades que dicen representar y ocultar sus corrupciones. Es lo contrario al legado político e intelectual de la Ilustración, ese asidero intelectual que tanto se echa de menos y cuyo fracaso en España ha sido la causa de una Historia tan llena de miseria moral y frustraciones. Frente a ello, defiendo el Estado integrador, multicultural, solidario y desmitificador de las ideas en las que se sustentan los axiomas elementales de la tribu ensimismada.

¿Consulta en Catalunya? ¿Y porqué no? ¿Porqué eludirla o temerla? Fuera las murallas, que afloren y se abran las ideas, que los debates libres prevalezcan sobre las consignas reductoras, que el Estado demuestre lo mucho de que es capaz para garantizar el buen funcionamiento de un territorio plurinacional integrado, en el que todos sus elementos han encontrado, y más aún en democracia, posibilidades de desarrollo y cotas de poder que nunca pudieron imaginar. No hay en estos momentos país más descentralizado en Europa. Cuando un Estado se organiza bien, todas sus partes resultan beneficiadas, convirtiendo a la escala de colaboración entre ellas en el factor que permite afrontar los problemas, como sucede en Alemania, un Estado federal de impresionante solidez. En un mundo globalizado y al tiempo marcado por la dimensión de la diversidad, la configuración de un Estado bien articulado y fuerte constituye la mejor garantía de supervivencia de los derechos humanos. Los mensajes que enarbolan los de CiU, ERC y comparsas, son simples, primarios, elementales y febles ante la crítica seria, honesta y contundente. ¿Aguantarían un debate riguroso, presentado ante la opinión pública? ¿Porqué no se celebra ese cara a cara tan necesario como ilustrativo entre los políticos defensores de las distintas opciones? Que se haga en la televisión, con datos, con informaciones objetivas, con ideas sólidas y consistentes. Con la verdad. Sin demagogias ni tergiversaciones. Al margen de los slogans sin explicación racional que los justifique. 


Cuando una Comunidad, como ocurre en el caso de la catalana, ha estado gobernada durante más de veinte años por una banda mafiosa, que encubría o difuminaba la gravedad de sus prácticas bajo el manto fabricado de la identidad amenazada, los argumentos a favor de la ruptura soportan con dificultad la controversia razonable. Posiblemente sea tarde ya para afrontar el proceso de enajenación con la fortaleza y la capacidad de neutralización lógica y argumental que se precisa, lo que, por otra parte, requiere una capacidad, un prestigio y una fortaleza de la que tanto carecen los gobernantes españoles, enzarzados en su maraña, en ese laberinto sin fin, de tópicos incesantes y tediosos en el que están sumidos. Sin embargo, cuando leemos reflexiones como la de Francesc de Carreras, prestigioso intelectual y jurista catalán, solo cabe reafirmarse en el convencimiento de que la situación a la que se ha llegado no es más que un monumental artificio, un inmenso tranpantojo...que es preciso poner en evidencia a través de la confrontación inteligente de las ideas y posiciones respectivas.

1 comentario:

  1. Comparto lo que expresas en esta entrada, salvo las primeras líneas del primer párrafo...Sinceramente, creo que no proceden....Por ahora.

    Un abrazo, Fernando

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