Ninguna institución
debe estar al margen de la crítica. Cuanto más rigurosa, mejor. La crítica debe ser inherente a la Universidad, pues solo así será capaz de corregir sus
deficiencias y resolver las contradicciones que una estructura tan compleja y
variopinta presenta. En un país donde la autocrítica está ausente - e incluso
quienes se reclaman depositarios políticos de la mayor honestidad son incapaces
de hacerla - la defensa de esta postura, aplicada al mundo académico no deja de ser algo
excepcional, a fuer de necesario.
Pero, ojo, de ahí a denostar con virulencia a
la Universidad pública, sin resquicio alguno al reconocimiento de lo que se
hace y al sinnúmero de profesionales solventes que en ella trabajan, media un gran trecho. Nada se dice de las Universidades privadas, que
comparten con aquélla el mundo de la formación, aunque no el de la ciencia,
mientras permanecen inmunes a la crítica. Ciencia y formación se funden, en
cambio, en las aulas de los Centros superiores financiados por todos, arrojando
resultados que deben ser valorados en lo que representan, pues tras ellos hay
con frecuencia una enorme carga de esfuerzo, dedicación y, a menudo, sacrificio
personal, que deben ser tenidos en cuenta. Hay de todo, ciertamente, pero
conviene también reconocer que pocas estructuras son tan irreductibles a la
simplificación como la Universidad.
En cualquier caso, ¿cabría pensar que en
medio de esta corriente de descrédito no se esconde otra vertiente más del
empeño por justificar el trato injusto que en España está recibiendo la enseñanza pública
en los tiempos que corren?
Buen contenidogracias
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