8 de diciembre de 2014

La Universidad pública en el punto de mira

Ninguna institución debe estar al margen de la crítica. Cuanto más rigurosa, mejor. La crítica debe ser inherente a la Universidad, pues solo así será capaz de corregir sus deficiencias y resolver las contradicciones que una estructura tan compleja y variopinta presenta. En un país donde la autocrítica está ausente - e incluso quienes se reclaman depositarios políticos de la mayor honestidad son incapaces de hacerla - la defensa de esta postura, aplicada al mundo académico no deja de ser algo excepcional, a fuer de necesario. 

Pero, ojo, de ahí a denostar con virulencia a la Universidad pública, sin resquicio alguno al reconocimiento de lo que se hace y al sinnúmero de profesionales solventes que en ella trabajan, media un gran trecho. Nada se dice de las Universidades privadas, que comparten con aquélla el mundo de la formación, aunque no el de la ciencia, mientras permanecen inmunes a la crítica. Ciencia y formación se funden, en cambio, en las aulas de los Centros superiores financiados por todos, arrojando resultados que deben ser valorados en lo que representan, pues tras ellos hay con frecuencia una enorme carga de esfuerzo, dedicación y, a menudo, sacrificio personal, que deben ser tenidos en cuenta. Hay de todo, ciertamente, pero conviene también reconocer que pocas estructuras son tan irreductibles a la simplificación como la Universidad.

En cualquier caso, ¿cabría pensar que en medio de esta corriente de descrédito no se esconde otra vertiente más del empeño por justificar el trato injusto que en España está recibiendo la enseñanza pública en los tiempos que corren?

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