22 de diciembre de 2015

Un pacto de gobierno muy condicionado por el contexto político y las sensibilidades partidarias



Todos atisban riesgos y todos están al acecho, a la expectativa, de por dónde haya de encauzarse la decisión del adversario. En un escenario tan abierto, tan versátil e inestable, cualquier decisión puede ser letal hacia el futuro inmediato que se avecina. Los costos en que se podría incurrir se consideran excesivos, de modo que todo queda supeditado a los errores del otro para captar o perder el apoyo electoral que se presume va a ser necesario en un plazo de tres meses o como mucho de dos años. En este contexto, el pacto se antoja muy difícil por no decir imposible. Prima la visión a corto plazo sobre la perspectiva de futuro. Aunque hay precedentes de acuerdos de legislatura en 1996 y en los gobiernos de Rodríguez Zapatero, lo que se requiere en esta ocasión es mucho más complicado, ambicioso y, sobre todo, arriesgado.


Y ello, en mi opinión, por dos razones, obviamente discutibles. Una: la movilidad del voto entre los potenciales artífices del acuerdo, lo que motiva la sensación de que los compromisos asumidos pueden derivar en ventajas a favor de uno en detrimento del otro, ocasionando así un desequilibrio no deseado de cara al inminente desafío electoral. Un coste, por tanto, difícil de asumir. Otra: el fuerte condicionamiento creado por el apogeo de las corrientes nacionalistas, que han encontrado en Podemos el baluarte para la defensa de sus posiciones en la política española. El compromiso asumido por Iglesias en la defensa del movimiento reivindicativo nacionalista - razón de ser de su auge, por más que el apoyo estricto a sus siglas se sitúe en los 42 escaños, casi los mismos que Ciudadanos, aunque con una diferencia a favor de éste de 320.000 votos - introduce un escenario en el que la reclamación referendaria va a ocupar durante toda la legislatura un plano primacial en la negociación política, por encima, desde luego, de las reclamaciones sociales, lo que sin duda dificulta cualquier tipo de engarce a la izquierda del tablero desde la perspectiva del Partido Socialista mientras el flanco de la derecha se ve entorpecido en su voluntad de pretendido entendimiento por la fragilidad de Ciudadanos y el rechazo suscitado por la continuidad de Rajoy Brey al frente del gobierno y responsable de un partido al que le faltan nada menos que 53 escaños para lograr la mayoría absoluta. Nadie se los va a prestar sin una contrapartida demasiado onerosa tanto para el que los da como para el que los recibe. 


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