17 de septiembre de 2017

La falacia del derecho a decidir y los riesgos de quienes la plantean

Hay un sector significativo de la izquierda española que corre el riesgo de ser desbaratado en su pretendida coherencia interna por la deriva secesionista, tramposa e ilegal en la que se ha instalado el gobierno de Catalunya. La proclama de los sindicalistas gallegos va en ese sentido, del mismo modo que forma parte del discurso inconcebible y rabioso de Podemos. No tardando mucho, el coste a pagar puede ser muy alto. Amparándose en un uso indebido, mendaz y demagógico del llamado "derecho a decidir", asume y propala los mismos argumentos que en su día esgrimió Umberto Bossi para lanzar la propuesta de separacíón de la región de la Padania del Estado italiano o los que Nigel Farage, del UKIP, empleó para dar rienda suelta al Brexit. Uno y otro han desaparecido y nadie los echa de menos. Antiguallas devoradas por el tiempo. He repasado las soflamas y mentiras utilizadas en su día con este fin y están calcadas. Son las mismas ideas, idénticas reflexiones, enraizadas en el discurso excluyente y falaz - fascista en ocasiones y, en cualquier caso, repleto de tópicos falsos - de los susomentados.

Embebidos quizá por la manipulación y la demagogia que tan obscena como reiteradamente realiza Oriol Junqueras , un tipo sin pudor ni formación, del "derecho internacional" como fundamento del "derecho a decidir" o, mejor dicho, de "autodeterminación", muchos conspicuos personajes de la izquierda española se colocan incomprensiblemente a su lado evitando considerar las circunstancias en los que este derecho está justificado por Naciones Unidas, como opción estrictamente aplicable a los territorios sojuzgados por la dominación colonial, situación que obviamente, como recuerdan con insistencia los miembros de la Comisión de Venecia, no es en la que se encuentra la Comunidad autónoma catalana. Cuando oigan hablar de nuevo a Junqueras de "derecho internacional" como la única muletilla en la que se apoya argumentalmente, sepan que está engañando de forma descarada. Es un profesional del embuste sistemático.

El hecho de que se trata de un argumento falso explica el nulo respaldo que internacionalmente está teniendo esa aventura.  Y es que la iniciativa a favor de la autodeterminación - que ningún Estado reconoce constitucionalmente - encubre, y así hay que destacarlo, una voluntad indisimulada en pro de la insolidaridad y de la destruccíón de los mecanismos redistributivos de la riqueza que permiten mitigar los desequilibrios existentes en Estados integrados. No hay una brizna de progresismo en esa defensa del llamado derecho a decidir. Es un concepto antitético de las posiciones convencionales y propias de una izquierda que se entiende concebida en términos de solidaridad interterritorial, una de sus premisas fundamentales. Y no olvidemos que nacionalismos de esta indole siempre han sido perjudiciales para los trabajadores.






De ahí el rubor que provocan algunas declaraciones de quienes aquí y allá presumen de ser de izquierda y, sobre todo, el bochorno que suscita la ambigüedad de personajes de la pretendida izquierda "renovadora" española, que caen como moscas, hasta ser fagocitados o silenciados, por las fauces corrosivas del nacionalismo estratégicamente perverso y antidemocrático como es el que actualmente preconiza la banda mancornada en la que, ya sin disimulo, se integran Puigdemont, Junqueras, Forcadell y Colau. Es la banda de los cuatro que están destruyendo la convivencia en Catalunya en un clima de tensión marcado por la xenofobia y los comportamientos fascistas hacia la ley y hacia el discrepante. Y todo ello con la connivencia impagable del partido Podemos, que queda,  al fin y bajo la verborrea insufrible de Pablo Iglesias, desenmascarado ante la lela mirada de Alberto Garzón, patético en su nulidad.  

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