19 de octubre de 2021

Faltan palabras que denoten sinceridad ante la tragedia que asoló a España durante medio siglo

 Las palabras no son neutras. No son lo mismo unas u otras aunque lo parezcan. Las connotaciones son esenciales. Bien claro lo dejó Fernando Lázaro Carreter con sus atinados "dardos en la palabra ".

Declarar que se sienten los efectos provocados por una acción dramática de la que se es responsable no significa realizar de manera explícita e inequívoca su condena. Y lamentar que la catástrofe haya tenido lugar mediante una acción voluntaria, que en su momento apoyó sin reserva alguna (ay, Arnaldo Otegui, miserable Otegui, cómo resuenan aún sus palabras justificando el asesinato del periodista José Luis López de la Calle en Andoain), no es lo mismo que pedir perdón por el hecho que ahora se lamenta con un retraso inconcebible después del daño causado. Son las mismas que pronunció el 18 de abril de 2018. Nada nuevo ni nada que permita tipo alguno de reconocimiento. Tantos asesinatos sin resolver aún, tanta parafernalia de atención a los asesinos excarcelados. Insoportable.

Entre tanto, demasiado tiempo de silencio y complicidad frente al sufrimiento y la ansiedad. Condenar y pedir perdón. De eso no se habla en comunicado alguno. Es lo único que se pide. Y hacerlo además con sinceridad. Poca sinceridad cabe reconocer cuando el mismo que justificó la violencia y la extorsión encabeza los mensajes. Sólo su retirada, su salida de la escena como el único protagonista, el olvido de su rostro asociado tantas veces al horror, una imagen tóxica y degradada, puede generar la sensación de que el cambio ha sido real y realmente esperanzador.
De ahí la insuficiencia y pobreza del acto de lamentación solemne y enfática tan excesivamente postergado en el tiempo. ¿Y porqué en Aiete, con la simbología extraña que ese lugar tiene? ¿Por qué no en Mondragón, en Andoain, en Elgóibar o en Zaragoza?
¿No les parece?

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