Deseo reivindicar aquí, y con plena convicción, la figura y la obra de Patxi López y de su gobierno en el País Vasco. En mi opinión, no creo que haya habido otro en la historia de esa Comunidad con tanto sentido de la responsabilidad colectiva y de la integración social y cultural a la par que con tanta dignidad en sus comportamientos y
actitudes. Echaremos de menos su lenguaje sensato, ponderado y sincero, sus reflexiones
constructivas, sus advertencias bien pensadas y oportunas, sus ideas en pos de
una Euskadi diferente de lo que ha sido mientras ha estado sojuzgada por la
muerte y la extorsión, con las que tantos han contemporizado y que ahora se
alzan con el salto y la limosna. En su época de gobierno se ha alcanzado la paz. ¡Al fin la paz en Euzkadi ! Que nadie lo olvide o ignore.
Nos costará a muchos no sentir desde los órganos de responsabilidad las
voces de Rodolfo Ares, de Isabel Celáa y de tantos otros y otras que, con educación y
prudencia, han hecho ver la calidad que poseen algunos de los políticos que
enriquecen el debate en ese país tan interesante y hermoso como atormentado. Me
cuesta entender el resultado de esas elecciones que han dado la victoria a un político como Iñigo Urkullu, del que hasta ahora no se ha conocido otro arte que el de la
descalificación desde la arrogancia del que considera al País Vasco como su
patrimonio. Veremos qué nos depara el futuro, ni fácil ni seguramente
confortable para un amplio sector de la sociedad vasca cuando precisamente
López trató de integrar a toda ella, a la que le apoyaba y a la que no, en un
ambicioso proyecto colectivo como jamás se había visto en la tierra de los hijos de Aitor.
Mientras tanto, y recordando la figura del gran lehendakari que ha sido Patxi
López, qué menos que despedirle con un abrazo mientras se le desea la mejor de
las suertes a los compases del Agur, Jaunak.
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