Se acabaron los disimulos, cayeron las caretas
y las imágenes artificiosas, las trampas han quedado al descubierto, los afanes
empeñados, a toda costa y con toda clase de subterfugios, en ocultar la realidad se han derrumbado por sí solos ante la
contundencia de las pruebas que conducen a la revelación de los hechos
tal como han sido, tal como son. Sin edulcoraciones ni trampantojos. La sociedad, por un lado;
ellos - en todo caso, una gran parte de ellos - por el otro. Tanto tiempo hemos
vivido engañados que nos cuesta asumir que hayamos podido ser tan ingenuos y
tan crédulos. Los veíamos ufanos en sus puestos, solemnes en sus declaraciones,
respetables en sus foros, grandilocuentes en sus púlpitos, en sus tribunas, en
sus barcos de recreo, en sus mítines y declaraciones, en sus ruedas de prensa silentes o elusivas con las cuestiones incómodas, atentos a sus amistades
peligrosas y complacientes con ellas. Una tribu, en fin.
Mas, de pronto, se ha hecho la luz, los
comportamientos afloran con toda su miseria y desengaño. Han tardado
ciertamente más de lo deseado y conveniente, pero al final, ya en liquidación, el valor de los disfraces con
los que se arropaban, pensando que les iban a durar siempre, se ha multiplicado
por cero, porque en la realidad no valían nada, menos aún que la palmera
marchita que de cuando en cuando enarbolaban. Incluso la rama del árbol aparece desnuda porque la sombra de sus hojas es ya innecesaria.
No sé a quién te refieres, si es que apuntas a alguien en particular. A mí me ha venido a la cabeza alguna ídem coronada. Sea como sea, me gusta el jugo que le sacas al cartelito. Salud(os).
ResponderEliminarSe me ocurren no pocos nombres, pero los omito por temor a no sintonizar con tu sugerente y enigmático texto...
ResponderEliminarUn abrazo, Fernando