Si las sociedades siempre han recurrido a
referencias personales que, desde el punto vista ético y profesional, sean
capaces de simbolizar los valores que dignifican el sentido de la convivencia,
en nuestros días, y por razones bien conocidas, esta invocación se ha convertido en una necesidad. Nadie es
indiscutible, nadie está exento de la crítica, obviamente, pero tampoco cabe duda que en la historia reciente
de España pocas personalidades han merecido el reconocimiento, amparado en lo
que han hecho por el mundo que les ha tocado vivir y por el legado que les
sobrevive, que se otorga a Don Gregorio Peces-Barba Martínez, cuya labor como
impulsor de la Revista "Cuadernos para el Diálogo", como ponente
constitucional, como presidente del Congreso de los Diputados y como artífice y
máximo responsable de la Universidad pública Carlos III de Madrid no admite
sino parabienes y gratitud.
El acto celebrado ayer en el Paraninfo de la
Universidad de Valladolid, organizado por el Partido Socialista vallisoletano y
al que asistí, fue buena prueba de ello. Las intervenciones de Virgilio
Zapatero, de Elias Diaz, de Alfonso Guerra, de Marcos Sacristán, rector de la
Universidad, y de Javier Izquierdo, Secretario provincial del PSOE y moderador del encuentro, dieron fiel
testimonio de la figura del personaje, de su trayectoria profesional y
política, de su coherencia intelectual, de su firmeza en la defensa de los
Derechos Humanos y de su empeño a favor de la enseñanza pública. Bastaría traer
a colación el perfil con el que fue identificado "como hombre de compromiso
político, fortalecido por una concepción ética, humanista, democrática,
defensora de los derechos humanos y del respeto al Estado social y democrático
de Derecho" para compendiar en torno a estas ideas básicas lo que en estos
momentos reclama una sociedad en la que muchos de estos valores y principios se
encuentran gravemente lesionados. Recordar lo que significaron la vida y la
obra de Gregorio Peces-Barba cuando se cumple el primer aniversario de su
fallecimiento (24 de julio de 2012) ayuda a reafirmar las convicciones sobre las que descansa la
dignidad del ser humano y de la acción pública al servicio de la sociedad.
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