8 de noviembre de 2009

¿Qué sería del mundo rural sin las mujeres?

Perspectiva de Cuenca de Campos (Valladolid)

Que el mundo rural atraviesa una crisis permanente nadie lo discute. Que esa crisis está motivada por la atracción que ejercen las ciudades como ámbitos primordiales de residencia y actividad es algo tan obvio que todo el mundo lo ha acabado asumiendo como algo inexorable. La ciudad domina sobre el campo, que apenas consigue mantenerse en pie cuando la emigración le priva de la gente joven y quienes permanecen en él lo hacen con una dosis de resignación que les lleva a mirar poco más allá de lo que sucede en el día a día. Envejecimiento, desilusión, silencio….Actitudes que el urbanita detecta en cuanto se acerca al campo para contemplarlo con la arrogancia que suele adoptar quien se sabe a resguardo de las frustraciones que ese tipo de espacio genera entre sus gentes.

De ahí que nada más necio que adoptar una postura de distanciamiento, petulancia, indiferencia o superioridad ante un mundo cuyos problemas, valores y perspectivas también nos pertenecen. Acercarse a él con curiosidad, interés y respeto es una obligación que viene impuesta por el convencimiento de que quienes viven en ese escenario tienen mucho, y bueno, que mostrar para bien de una sociedad que dista mucho de saberlo todo. Y es que con frecuencia uno descubre lo que la sociedad rural le enseña para ayudarle a comprender que lo que existe en los pueblos y en el panorama no urbano también encierra lecciones y advertencias dignas de ser aprendidas.

La evidencia nos revela que en muchas ocasiones quienes llevan las riendas de ese aprendizaje espontáneo y repleto de noticias valiosas son precisamente las mujeres. Por eso conviene resaltar y dejar constancia de las experiencias que se acometen cuando las mujer es, en un esfuerzo de superación y revitalización verdaderamente encomiable, asumen su protagonismo para transmitir sus inquietudes y dar a conocer que con ellas no van ni la atonía ni el abandono. No son vivencias genéricas, sino concretas, con nombres y apellidos, con los que se forma la nómina de las mujeres empeñadas en demostrar que si continúan en el campo es para algo más que para sobrevivir resignadamente en él.

Maria Angeles Acebes introduce la jornada ante la atenta mirada de Berta y Carmina

No ha mucho he vivido una experiencia que deseo dar a conocer. Ha sido de la mano de mi buena amiga Maria Angeles Acebes Palenzuela, historiadora del Arte, trabajadora incansable y entusiasta defensora de cuanto tenga que ver con la protección del patrimonio y su transmisión como fuente inagotable de conocimientos. Ha ideado un proyecto de gran originalidad e interés: hacer que la sociedad rural asuma la riqueza de sus valores patrimoniales para darlos a conocer a quienes deseen descubrirlos y entenderlos. No se trata de comunicar estos valores desde fuera sino desde la perspectiva de las personas identificadas geográficamente con ellos. Marian, como la llamamos sus amigos, se encarga de la formación previa, de enseñar el método adecuado, de familiarizarlas con lo que siempre han tenido ante sus ojos y que quizá no han sabido valorar suficientemente. Esta labor requiere una paciencia infinita, viajes frecuentes, idas y venidas, sorpresas, frustaciones y alegrías. No es tarea sencilla ni tampoco pequeña. Supone nada menos que imbuir ilusión en la gente y fomentar su autoestima a la par que el orgullo de vivir en un entorno que les es propio y que han de interpretar como algo dignamente valorizable a través de la palabra y el mensaje pertinentes.

Aunque modestos de momento, la tarea ha comenzado a dar sus frutos. Hace unas semanas comenzaron a darse a conocer en Cuenca de Campos, un pequeño pueblo al Norte de Valladolid. Marian me invitó a conocer la iniciativa en directo y allá que fui con mi cámara, con mi mochila y mis antenas bien abiertas. En un ambiente otoñal muy agradable y en la compañía de una veintena de personas, de pronto aparecieron dos mujeres que, en la cincuentena de la vida y con muchos sacrificios a sus espaldas, se mostraban dispuestas a enseñar su mundo con entrega, inteligencia, cultura y pasión. Berta Martínez y Carmina Mediavilla, así se llaman. Toda una jornada de recorrido, palabra, comentarios, buen humor, descubrimientos y generosidad a raudales. Por esas calles anduve yo disciplinado y atento a cuanto decían y explicaban; apenas intervine, salvo para reconocer su esfuerzo y entusiasmo.

Atención y expectativa del grupo a comienzos del recorrido

Agradecido y admirado, me despedí no sin antes felicitar a Marian por lo que ha hecho y lo que piensa hacer (afanada está ahora en otros pueblos de la Tierra de Campos vallisoletana, aunque sus horizontes no admiten fronteras), por ese tesón que ha puesto en recuperar los valores ocultos de un mundo en crisis, sacando a las personas interesadas a la calle, haciéndolas ver el papel que pueden desempeñar y demostrando hasta qué punto la mujer del mundo rural puede dejar de ser la persona sumisa y resignada que siempre ha sido para convertirse en una pieza esencial de ese escenario que sólo puede seguir adelante mientras sea consciente de las posibilidades que tiene.

Berta Martinez y Carmina Mediavilla transmiten sus conocimientos

10 comentarios:

  1. Pues es una iniciativa admirable, ojalá cunda el ejemplo, porque hay un mundo rural lleno de historia, y de cultura, que nadie mejor que sus gentes, pueden contarnos. Un beso

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  2. Fernando, ellas desde siempre fueron esas trabajadoras autónomas siempre sacrificadas y siempre dedicadas a los suyos sin importarles para nada los esfuerzos realizados ...Ellas, eran solidarias con sus vecinos cuando las tareas se hacían duras, ellas, han cumplido con gran abnegación la misión que la vida les había dado...Ellas, fueron solidarias en el más absoluto silencio, por éso me alegro que ahora se dejen ver y oir porque ellas también tienen su sitio.Un abrazo

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  3. Me parece una iniciativa muy loable por parte de María Angeles de hacer que estas mujeres, siempre sacrificadas, puedan ser guías turísticas de sus pueblos. Recuerdo hace unos años, en un grupo del Imserso, que una señora de un pueblo de Valladolid, justamente, aunque no recuerdo qué pueblo (lástima). Nos regaló una canción dónde glosaba casi toda la historia de Castilla y de España. Fué ¡maravilloso! Un romance antiguo que ella se lo sabía al dedillo, además que cantaba MUY bien. Ya le dije, creo que a Vd. no le va a afectar el Alzheimer ¡con esa memoria! Alucinante. Besotes, M.

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  4. Por cierto, lástima que en esos años no tenía blog porque si no, le hubiera preguntado de qué pueblo era. Seguro. Lo que sí recuerdo es contactar a un historiador del folclore de Castilla/León diciéndole lo de esta señora. No sé si dió con ella. Besotes de nuevo, M.

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  5. Extraordinario post.

    Repito: extraordinario.

    Un enorme abrazo, querido Fernando.

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  6. Cuando me casé, pipiola yo, me ayudaba en la casa una mujer de las que describes, YO ERA APAÑADA, pero ¿Cómo decirte que no había día que no aprendiera algo de ella?
    Su sabiduría es como tú dices inherente a su puesto y se sentirán orgullosas de compartirlo. Yo ya lo probé.
    Fue para mí la familia que nunca tuve a mi lado al principio de mi matrimonio.
    Felicidades por la labor emprendida a tu amiga.
    Un abrazo

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  7. Realmente es una gran iniciativa que ya ha comenzado a dar sus frutos.
    Has hecho un bonito homenaje.
    Un abrazo Fernando.

    didi.

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  8. Fernando, en los pueblos las mujeres hacemos de todo.
    Pero quisiera abrir un poco mas " el mundo rural".
    Yo nací en un pueblecito de Zamora, vivo en otro pueblecito de Alicante y trabajo como enfermera rural en otro pueblo; los pueblos de Castilla tienen poco que ver con los de Levante.
    Aquí los pueblos se mantienen bastante bien, desde pequeños los niños son introdudidos por las madres en tradiciones del pueblo y participan de forma activa en conservar el patrimonio, todos o casi todos tocan instrumentos como " el tabalet y la dolÇaina", hay niñas y un niño de siete años que aprenden a hacer bolillos, juegan en la calle a la goma, al pilla pilla, a los cromos, es decir viven al menos en su primera infancia en el pueblo, mantienen una relación muy directa con los abuelos. En la escuela les hablan de la historia del pueblo.
    Aunque los padres trabajen en ciudades próximas viven en el pueblo, dicen y les entiendo que es mas tranquilo que la ciudad y se vive mejor, también lo siento así. Por ejemplo ahora en el mes de Diciembre, en el puente, las mujeres nos reunimos para hacer los dulces de Navidad: nueces rellenas, almendrados, mazapanes, turrones, pastelitos de boniato, de cabello de ángel, de yema, tronquet de nadal en fin muchas cosas, las que tienen almendras las ponen en el común, las que tienen nueces, las que huevos los ponen, solo compramos lo indispensable. Es guay, reimos mucho, hablamos, comemos, todas en la cocina cada una a su labor. Vivir en un pueblo es un honor, un lujo, doy gracias a la vida por poder vivir aquí. Un abrazo

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  9. Que gran iniciativa. Esas mujeres han sido las que han tirado del carro en los pueblos, las que han participado con el hombre en la recolección en el campo, las que han sacado a sus hijos, las que han cuidado a sus maridos y las grandes perjudicadas en una época machista... No podemos dejar de recordarlas y admirarlas.
    saludos y salud

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  10. Hola Fernando, hace tiempo me dijeron que entrase en tu blog a leer tu entrada sobre las mujeres y el medio rural.
    Me ha gustado mucho la iniciativa de tu amiga.

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