18 de septiembre de 2010

¿Estamos ante una Generación Perdida?



Cuando se estigmatiza negativamente a una generación entera, quien lo hace debe asumir el riesgo y, sobre todo, la responsabilidad que corre. Seguramente no le pasará nada si se trata de personalidad relevante, con poderosa proyección mediática y amplias audiencias que, en el poder y sus aledaños, siguen fielmente sus presumiblemente bien ponderadas reflexiones. Rara vez le discuten. Los oráculos de los que forma parte atenderán con ojos y oídos bien abiertos cuanto proclama, pues reconocida es su autoridad en todas las materias que bajo su égida funcionan. Diriase que es el único que goza del don de la infalibilidad, ahora que el Papa de Roma ha perdido buena parte del caudal de confianza que antaño tuvo.

Dominique Strauss-Kahn es un político francés, de adscripción socialdemócrata, que ostenta la presidencia del Fondo Monetario Internacional. No es un hombre público cualquiera sino el rostro y la voz autorizadas de uno de los organismos más importantes del mundo, el garante de la ortodoxia capitalista en su versión más drástica y selectiva. Los gobiernos del mundo, y especialmente los latinoamericanos, saben bien de qué estoy hablando. Bastaría comentar con un argentino serio su opinión sobre el FMI para tener idea de cómo se las gasta el Fondo cuando tiene a su merced administraciones – como la de aquel fantoche y corrompido Carlos Menem - que le rinden pleitesía hasta el ridículo.

Lo que acaba de afirmar Straush-Kanh no puede ser pasado por alto. Sin ambages ni medias tintas - Forges lo recoge bien en su viñeta - ha dicho que estamos, o estamos a punto de hacerlo, ante una Generación Perdida. Se refiere a la juventud que en estos momentos, y en los que se avecinan, pugna por hacerse un hueco, un pequeño hueco a ser posible, en el mundo organizado de la producción y del trabajo. Nunca se habia utilizado este término con tal rotundidad. Hablábamos de mileuristas, de JASP (Jovenes Aunque Sobradamente Preparados) mal pagados, de contratos basura, de explotación de la inteligencia. Pero el concepto de “pérdida” es algo que cuesta muchísimo asumir. Cuesta entender que de pronto se intente justificar la relegación del sector más dinámico de la sociedad, aquel que se esfuerza por salir adelante, aquél en función del cual se ha diseñado un sistema educativo precisamente orientado a facilitar su inserción, con todas las garantías y solvencia necesarias, en el mercado de trabajo. Cuesta también entender qué papel ocupamos en este escenario los que asumimos responsabilidades a la hora de transmitir la formación que capacite para el ejercicio de actividades profesionales sumidas en la incertidumbre. ¿En qué se están convirtiendo los Centros de Enseñanza? ¿En qué las Universidades?

Triste sino el de un modelo de crecimiento y organización social que confina a la juventud al limbo de la desesperanza, al terreno indefinido del “sálvese quien pueda” con la conciencia de que el espacio disponible es mínimo y resignado a aceptar que su decidida adecuación a la lógica de la competitividad, que rara vez cuestiona, facilita el que sea reconocido como algo indispensable para la propia solidez del sistema. Por el contrario, el sistema prescinde de él ante la indiferencia o la resignación de quienes, desde los poderes públicos, se muestran silenciosos y con la mirada perdida gesticulan para no decir nada o callar aceptando que la pérdida es inexorable. Que yo sepa, y procuro seguir el tema, ninguno de los líderes del G20 o de los grupos que se reunen con más parafernalia que resultados (lamentable el último sarao del Consejo Europeo con el tema de los gitanos rumanos expulsados por el gobierno francés), ha dicho nada respecto a la aseveración rotunda del Sr. Strauss-Kahn.

Sólo de cuando en cuando los jóvenes claman por su futuro. Con brillantez y fuerza lo ha hecho Diana Díaz Jiménez, desde Cáceres. Su Carta al Director ejemplifica el alcance social y la hondura personal de la tragedia. Creo que es una excelente reflexión, un testimonio de primera mano que conviene conocer.

2 comentarios:

  1. Realmente es un drama, contemplada la situación en el plano personal. Pero se trata de la pura realidad. Esa chica está muy bien preparada, mas no hay sitio para ella. ¿Por qué? Aquí disiento un poco de la aplicación de la etiqueta "generación perdida". No hay sitio para todos, como casi siempre, aunque ahora más. Sencillamente, porque están las máquinas, que suplen en progresión creciente a las personas en todas las profesiones. Casi hasta en la de maestro. ¿Y quienes sobran? Sobran chavales de la clase social de siempre, pero en más cantidad, como digo. Esa chica de la carta no es de ninguna generación perdida: pertenece, en todo caso, al sector "perdido" del total de su generación. En otras palabras, si su padre fuera el propietario de una empresa, el director de un banco o el ministro de..., la muchacha ni siquiera habría caído en la cuenta de lo que ella misma dice en su misiva. Conozco a dos de los hijos de un catedrático de Universidad, muy poderoso en el ámbito académico, que accedieron a la misma categoría profesional de su padre antes de los 30 años. Y a otros, los más, que son licenciados en Derecho o en Económicas, o en las dos ramas, y están ganando cuatro perras "de temporada" haciendo declaraciones de la renta y similares. Bastantes, también, están como la chica de la carta. Saludos (tristes).

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  2. ESCRITOR ,POETA Y AMIGO: TU POST ES MUY CIERTO..LOS JOVENES NO VEN SALIDA ..LOS CLAUSTROS UNIVERSITARIOS Y LAS ESCUELAS NO LOS PREPARAN PARA EL VERDADERO FUTURO.
    CREO QUE SI LOS JOVENES NO SABEN,NO PIENSAN,NO LUCHAN SERA MEJOR AVASALLAR SU FUTURO...
    TU VIÑETA ES PERFECTA PARA EXPLICARLO
    AMIGO COMO DICE SERRAT "LA VERDAD NO TIENE REMEDIO"
    OJALA NO SIGAN QUEMANDO GENERACIONES.
    BESOTES
    SILVIA CLOUD

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