He vuelto, después de muchos años, a la villa coruñesa de Padrón. Y lo he hecho, en principio, para evocar aquella tarde de abril de mediados de los setenta cuando en compañía de mi maestro, Jesús García Fernández, y de algunos compañeros de fatigas nos detuvimos en ella para resguardarnos de un día muy desapacible, de fuerte lluvia y rabiosa ventolera, encontrándonos de pronto frente a la estatua que se yergue al fondo de un bello paseo junto al Sar, que llaman del Espolón, erigida a la excelente poeta Rosalía de Castro (“A nosa Rosalia”) por los “padroneses do Uruguay”. Aquella imagen me quedó grabada para siempre tanto como la conversación que, a propósito de la dedicatoria, mantuvimos esa tarde sobre la importancia de la emigración de los gallegos a América, mientras procurábamos vencer el frío en torno a una placentera infusión en una cafetería que todavía existe.
Padrón ha cambiado mucho, pero aún conserva ese encanto especial de las ciudades gallegas que han permanecido fieles, al menos en sus centros históricos, a las edificaciones y a las plazas que han marcado su personalidad (¿cómo no recordar el paseo por la Pontevedra histórica?) Sin embargo, en esta ocasión no se ha tratado de un viaje profesional, sino de una visita orientada- en ese afán que mantengo para conocer de vez en cuando cómo han ido evolucionando los pueblos y los paisajes de España - al llamado “turismo literario”, que tanta profusión ha adquirido, aunque no siempre ofrezca la calidad deseable. Por eso, y al estar a tiro de piedra de la villa, Maria Antonia y yo decidimos conocer in situ el lugar donde radica la Fundación creada para perpetuar la memoria de Camilo José Cela Trulock, natural de Padrón y Premio Nobel de Literatura 1989.
Es un espacio singular, que impresiona por su magnitud y por su espectacularidad. Mucho dinero ha sido invertido, en efecto, en la compra y rehabilitación de las casas “de los canónigos” que en una sucesión de edificaciones a lo largo de la carretera configuran un recinto diseñado para enaltecer la figura de Cela a partir del ingente caudal de testimonios acumulados, en función de su obra, a lo largo de la vida. Frente al cementerio donde el escritor reposa, bajo un bello olivo, en una tumba sin flores (que, en cambio, sí embellecen las de alrededor) se abre, franqueada la carretera, el conjunto de instalaciones acondicionadas con ese fin.
La afabilidad de los anfitriones (un amable conserje y una guía tan culta como solícita) invita al recorrido por las diferentes estancias, organizadas de manera secuencial y temática. El inventario de los elementos allí recogidos debe ser inmenso: ediciones de sus obras (impresionante el número de las realizadas sobre La familia de Pascual Duarte), honores recibidos, diplomas de todo tipo, referencias de prensa… y un impresionante epistolario, en el que se clasifican más de 90.000 cartas, cuidadosamente ordenadas por orden alfabético para que quien lo desee pueda investigar aprovechando tan copioso y valioso bagaje documental.
No obstante, tanta densidad de bienes y recursos no se ve correspondida por la atención y el interés de la gente. Sólo cuatro personas en hora punta de una tarde de agosto formamos la expedición de que constó la visita guiada. Una vez asumida la magnificencia y megalomanía del conjunto, impera de inmediato la sensación de soledad, de vacío humano, de silencio….seguramente motivados por el desinterés que suscita. Incomoda la falta de vida en ese entorno concebido a mayor gloria de quien presumía de desaforado vitalismo. Todo ese acondicionamiento, costoso y abrumador, debe servir de poco cuando se observa la llamativa infrautilización de las instalaciones, totalmente desmesuradas para el uso que parecen tener. No hay alusiones a un programa de actividades que justifique el enorme salón de actos, que haría las delicias de muchos lugares y centros culturales en España; tampoco se destacan las referencias sobre los patronos que integran la Fundación , y a quienes se destina en teoría una sala de reuniones de gran empaque que rezuma, empero, soledad y muy poca frecuentación.
¿Y qué decir de las ausencias? No hay alusión alguna a quien durante años fue la esposa de Cela, Rosario Conde, que tanto le ayudó cuando empezó a darse a conocer, y a su hijo, de nombre Camilo y prestigioso profesor de Literatura en la Universidad de las Islas Baleares. Ni tampoco a su nieta. Como si no hubieran existido en una vida cuajada de experiencias y relaciones personales sin cuento, de las que se informa selectivamente como dando la impresión de que, a su muerte, la imagen de Cela queda mediatizada por la discriminación impuesta entre afines y desafectos. Al final del recorrido, que se reconoce con el obsequio de un libro, uno tiene la sensación de que, parafraseando aquella novela de García Márquez, Don Camilo José Cela no tiene quien le visite. Alguien, en cuya forma de gestionar las cosas confluyen el resentimiento con la mediocridad, se ha debido encargar de que, al final, tan impresionante legado haya quedado, al fin, sumido en la indiferencia.
La situación crítica por la que atraviesa la Fundación ha llevado a solicitar ayuda a la Xunta de Galicia, dispuesta a ofrecerla a cambio de llevar parte de los fondos a Santiago de Compostela. La sociedad padronesa no está de acuerdo, por lo que se ve, con que eso ocurra.
Ya que lo que sucede no es por desconocimiento de su figura, sino simplemente por desdén, máxime cuando en la misma ciudad la casa donde vivió Rosalía de Castro es objeto de significativa atención. Ese mismo día, una hora más tarde, la modesta vivienda donde “A nosa Rosalía” pasó varios años de su vida era visitada, las conté ex profeso, por 52 personas. Pero de eso ya hablaré otro día.
Camilo José Cela nunca me gustó. No he leído nada de él, por lo tanto no puedo juzgarle a nivel literario (sí he visto "El espíritu de la colmena" y varias peliculas basadas en sus obras) que me han gustado. Pero a "Cela", persona, lo encontraba soberbio, engreído, cínico y MUY desagradecido hacia su mujer (que le ayudó al principio como tu muy bien recalcas) y a su hijo. Un ser odioso. No me extraña que no vaya nadie a visitar su "fundación". Besotes, M.
ResponderEliminarA Merche Pallarés (con tu permiso, Fernando):
ResponderEliminarQuizá quería referirse a la novela titulada "La colmena". "El espíritu de la colmena" es una película española dirigida por Víctor Erice.
Ambas, novela y película, son extraordinarias.
Un saludo
Gran parte de la obra de C.J. Cela es extraordinaria. No tengo la menor duda de que ha sido un gran escritor.
ResponderEliminarDe su segundo matrimonio, de su ideología y de si supo o no digerir el Nobel de Literatura, prefiero no decir nada. Tengo la impresión, sin embargo, de que la soledad de su Fundación tiene que ver mucho con esto último...
Un abrazo
Tal vez Cela no haya dejado buen recuerdo, como persona, entre la mayoría de los españoles, que lo conocimos a través de sus apariciones en los medios de comunicación. Era algo arisco y un poco grosero, también parecía muy soberbio. La buena imagen, el sentimiento de afecto que una persona despierta (o no) determinan la respuesta del público cuando esa persona es ya tan solo recuerdo. Comprendo, por eso, que atraiga más la figura de Rosalía que la de Cela. Dicho esto, afirmaré también mi admiración por el escritor, uno de los más importantes de la época actual. Me causaron impacto (creo que ese es el principal efecto que sus obras generan) Pascual Duarte, por supuesto, La colmena, Pabellón de Reposo, Mazurka para dos muertos y Christus vs. Arizona. Por eso, siento que la fundación, que debería ser una institución que mantuviera viva su obra mediante actuaciones y actividades diversas, se halle en ese estado de postración que dices, prácticamente languideciendo.
ResponderEliminarHola Fernando,
ResponderEliminarEsto nos enseña una cosa, una persona puede ser un gran pintor, escritor, arquitecto, puedes ser especial y el más importante en su profesión, pero como ves va unida y sin disculpa alguna, a la persona. Podemos ser muy buenos en lo nuestro pero si como persona fallamos, si nuestro comportamiento transmisor e influyente en nuestro alrededor es arrogante, indispuesto, cínico...puede costarnos la indiferencia, a mi parecer una de las cosas que más puede doler.
Yo intento separar a la persona de su trabajo, leo el libro y me quedo con sus personajes, con sus historias, sus paisajes, olores y todo lo que me hace descubrirme en cualquier otra parte, que es mi principal objetivo cuando comienzo un libro. Pero no es así en todas las personas, lo entiendo y respeto.
Un abrazo.
didi.
LUIS ANTONIO, gracias por la corrección. Yo solo vi la pelicula que me pareció fabulosa pero, desgraciadamente, leerle no le he leido (estoy a tiempo y seguro que encuentro sus obras maravillosas), también porque pasé media vida en el extranjero donde Cela no era muy conocido. Besotes, M.
ResponderEliminarA mí, Cela me parece un escritor personalísimo, y me encanta. Comprendo que a alguien le puede resultar cansino. Pero a mí me parece un digno premio Nobel. Muy bueno tu reportaje.
ResponderEliminarUn abrazo.
No me extraña lo que dices sobre la Fundación que acoge gran parte del legado de Cela, ya sabía algo por la prensa pero tú lo cuentas mucho mejor, de primera mano y con todo detalle. Como ya dicen otros, la vanidad se ha cargado al genio. Nunca me pareció justo que le dieran el Nobel estando Delibes vivo, dónde va a parar... Reconozco que era un maestro del lenguaje, pero salvo "La colmena" y "La familia de Pascual Duarte" y algunos artículos y cuentos no he disfrutado con nada suyo. Empecé varias veces "Mazurka para dos muertos" y tuve que abandonar.
ResponderEliminarNunca fue un personaje simpático ni agradable, sobre todo tras su matrimonio con Marina Castaño, una bruja donde las haya. Cuando le dieron el Planeta por "La cruz de San Andrés", si no recuerdo mal, corrieron los rumores de plagio con demanda incluida y no sé cómo quedó el asunto, pero sí sé que vendió muchos menos ejemplares que Ángeles Caso, que quedó finalista, para contento de muchos. Estaba encantado de haberse conocido, vivía en su Olimpo particular y llegó a resultar odioso. Alardeaba de tener la lengua muy suelta y decir lo que le venía en gana. Le importaban un comino los demás si no recibía sus alabanzas. Su obra, ya ves, es casi ignorada y como no la recojan las autoridades pertinentes se cubrirá de telarañas y caerá en el olvido. La mala gestión y la ambición son enemigas de la literatura, por buena que sea. El "¡Hola!" no es el escaparate más adecuado para quien se supone un genio de las letras.
Un saludo.
Emotivo y sensible escrito para un hombre que a mi modesto parecer no se si se lo merece... No juzgo sus libros porque he leido varios, los obligados, y su prosa es buena pero él, como persona, nunca me gustó.Si estuve en la de Rosalía de Castro a quien admiro por su magnifica obra en los tiempos que lo hizo.... Te felicito por tu sensibilidad mencionando tus recuerdos hacia mi segunda patria chica.Tierra que admiro por su fuerte personalidad. Que tengas un estupendo fin de semana.Un abrazo
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