Las imágenes lo dicen todo. Sobran las palabras. La mirada se detiene, sobrecogida, ante el “espectáculo” y enseguida comprende que no da más de sí. Es inútil encontrar una justificación racional a tamaña aberración. Por mucho que se intente, nada de valioso e interesante transmiten los testimonios de un suceso que hace tiempo ocupa las páginas más sombrías de la España sórdida y violenta, que muchos quisiéramos que desaparecieran para siempre. Demasiada violencia hemos vivido en nuestra historia para soportar que la saña despiadada continué vigente en la pupila de cuantos sienten que el país sería mejor sin torturas, sin alaridos, sin mensajes que sólo transmiten la satisfacción que les aporta la muerte ensangrentada de un ser indefenso.
Conozco Tordesillas como la palma de la mano y en cierto modo se ha convertido, de origen urbano como soy, en el pueblo que nunca tuve. Debo abstraerme de los muchos tordesillanos que conozco cuando los veo bramar camino de la vega del Duero para disfrutar de lo más absurdo y agresivo que imaginarse pueda. Los que en ese hermoso pueblo, que los hay, abominan de tal salvajada, salen de estampida de la villa o se refugian en sus casas, con las ventanas cerradas, a la espera de que pase el frenesí irracional que se apodera de la Ciudad del Tratado en el segundo martes de septiembre, cuando son muy pocos los que se detienen a pensar en lo que hacen.
Mejor que se callen los que tratan de justificar lo injustificable. Piden respeto para las tradiciones, como ellos dicen respetar a los que rechazan el ejercicio macabro y siniestro en que se ha convertido el Toro de la Vega. “No nos entienden”, afirma el bravío mozo que se ha hecho con el trofeo, dando satisfacción al “mayor deseo” de su vida. “Que se jodan”, ratifica la muchachada que se agolpa en El Foraño cuando la vorágine de polvo y sangre ha terminado. Actitudes de indiferencia y desprecio hacia el que cuestiona la cosa, que a los pocos dias se olvidan o matizan porque son numerosos los que en su fuero interno, y yo lo sé, piensan que matar al toro de esa forma sólo es sinónimo de brutalidad.
No siempre ha sido así, pues a mediados de los sesenta se trataba de un mero encierro. La llamada "tradición" se rescató porque se reclamaba violenta. Y es que nada de “romance de valentía”, como cantaba la copla, hay en la hazaña de ensartar reiteradamente a un toro hasta la muerte con una lanza cuya longitud, rematada por un acero que asusta, pone a salvo cualquier percance para quien la esgrime con el deseo de hacer daño mortal, clavando varias veces hasta que el animal se desvanece para ser apuntillado. ¿Dónde está el mérito? ¿Dónde la bravura del individuo? No hay valentía, en efecto, sino crueldad, ensañamiento e incultura.
Menudo panorama el mío. Mi vida transcurre entre Valladolid y Tordesillas. La primera ha sido declarada “Ciudad Taurina” no por consulta ciudadana sino por votación mayoritaria del grupo político gobernante en el Ayuntamiento. Por cachavas. Y no cuando el Parlamento canario prohibió las corridas de toros en 1991, sino cuando lo ha hecho el catalán. La segunda ha acabado simbolizada en el mundo no por la figura de Juana de Castilla y el Tratado que dividió las tierras descubiertas al otro lado del Atlántico en 1504 sino por la tragedia del toro destrozado sin piedad con lanzas agudas a la orilla del Duero. ¿Qué hacer en estas circunstancias? Nada distinto a lo que hago. Disfrutar de lo bueno que ambas ciudades tienen, haciendo por completo caso omiso a cualquier referencia o experiencia que las asocie a la tortura y muerte de animales tan bellos.
Tristes contradicciones de la naturaleza humana. Un saludo.
ResponderEliminarAñadir algo a tu opinión sobre esos festejos aberrantes, violentos e inmorales sería caer en reiteraciones.
ResponderEliminarPermite que te acompañe virtualmente y que te manifieste mi entera solidaridad para que no te sientas tan en minoría...cuando visites Tordesillas.
Un abrazo
Soy antitaurina desde que tengo uso de razón.
ResponderEliminarEstos espectáculos, en lugar de alegrarme me deprimen y me esntristece ver que la gente disfruta con ello. ES algo que se me escapa. ¿Como la crueldad puede gustar?
No lo entenderé nunca.
Estoy contigo.
Un abrazo
¿Qué más puedo decir? Que no dejes de sentirte a gusto en Tordesillas.
ResponderEliminarCRONÓMETRO en mano, el torneo del Toro de la Vega de Tordesillas, clamorosa fiesta popular cuyo origen remonta el curso de las edades, prohibida por Franco en sus tiempos de hierro, duró este año doce minutos, doblegada la vida brava de Platanito, astado en puntas de la vacada abulense de Valdeolivas, por un joven caballista local, lancero decidido y diestro que cumplía "su sueño desde niño" al alzarse con el triunfo.
ResponderEliminarDoce minutos de lucha y una lanzada fulminante, a eso se redujo todo. Ya querrían semejante final los treinta millones de animales año con año sacrificados en los mataderos industriales, y no precisamente con miramientos ni a besos, ante la indiferencia de todos, incluidos en ese todos quienes se auto
proclaman sus defensores. Que nadie se llame a engaño ni se solape en coartadas buenistas: de no haber rendido su vida libre en la Vega de Tordesillas o en una corrida de toros, Platanito era carne de navajeo en las cámaras de desollamiento, eventración y despiece, sin pancartas ni manifiestos.
En fin, el Toro de la Vega de Tordesillas. Parece que el asunto tiene en ascuas al Gobierno, tal vez porque aflige a los verdes de Iniciativa por Cataluña y porque ha hinchado de vientos coléricos a los dirigentes más aparatosos de ERG. He ahí unos personajes y unos partidos políticos con inmoderación dominados por afanes imperialistas. Pontifican sin parar con ansias de imposición mientras se declaran agraviados
(sigue)
("es un ataque a
ResponderEliminarCataluña, nos sentimos desafectos", truenan a la menor) cuando los demás opinamos sobre lo suyo, que también es lo nuestro, pongo por caso el respeto a las sentencias del Tribunal Constitucional, piedra angular de la democracia.
Dichos sujetos y tales agrupaciones pretenden legislar así sea en Gerona/Girona o Lérida/Lleida como en Tordesillas, Burgos y Salamanca o en Albacete, Valencia y Sevilla, urbi et orbi, persuadidos de que su capricho ostenta rango de ordeno y mando, caudillos los tales de España por obra y gracia de una ley electoral y unas técnicas de acoso que bambolean nuestro destino al pairo de sus conveniencias y sus caprichos.
Con las comarcas mineras al borde
de la desesperación y con la vida de aquellos pueblos abocada al colapso, según el avisado decir de la ministra Salgado, el debate social giraría en torno al Toro de la Vega de Tordesillas.
A tono con tal diagnóstico de conveniencia, los padres de la patria próximamente acogerán en el Senado un carrusel de reuniones, seguramente con dieta y festival de invitados, a (despropósito de "este tipo de festejos" populares, dejando en manos de Bruselas las innumerables tragedias con calamidad y tortura, erizadas de sufrimiento y sembradas de congoja, de la falta de trabajo y el escamoteo de horizontes de los mineros.
La gente que nos gobierna desgo-bernando tiene el arte de hacer reír y llorar a la vez.
Visiones distintas. El texto es de Santonja