Por más que se pretenda evocar el espíritu de lo que supuso hace diez años la Cumbre auspiciada por Naciones Unidas que dio a conocer los encomiables Objetivos del Milenio, sería lamentable que la que ahora se reúne en Nueva York lo haga con el mismo sentimiento de complacencia y confianza expresado entonces. Lejos, muy lejos, están de cumplirse aquellos fines que nos han tenido expectantes y esperanzados a lo largo de una década. Con la mirada puesta en 2015, fecha de referencia para su cumplimiento, son muy pocos, si es que los hay, los que abrigan la ilusión de que al fin será posible un mundo más justo, en el que los esfuerzos realizados para vencer el hambre, la pobreza extrema, las enfermedades endémicas o las gravísimas agresiones sobre el medio ambiente se van a situar en niveles que nos lleven a considerar que, en efecto, nos encaminamos hacia un planeta más cohesionado, en el que la globalización sea planteada en su dimensión más sensible.
Existen muchos motivos que alientan, por desgracia, en contra de esta tendencia. Si en momentos de bonanza económica, los logros han sido muy limitados (tan sólo se han conseguido ligeros avances en la lucha contra la mortalidad infantil y las enfermedades infecciosas, mientras los alcanzados en enseñanza primaria son nulos y la pobreza y el hambre mantienen sus umbrales de catástrofe), no cunde el optimismo cuando esta campaña se afronta en momentos de crisis y de debilitamiento de la voluntad de cooperación a nivel mundial. La ayuda oficial al desarrollo ha descendido sensiblemente – España la ha reducido en 800 millones de euros - como consecuencia de las politicas restrictivas frente a la deuda por parte de los paises desarrollados, mientras la conquista del 0,7 % del PIB se ha postpuesto por aquellos que presumían de avanzar sin reservas en esa dirección. No son frecuentes las voces de los dirigentes decantadas en este sentido.
Con todo, en mi opinión, no es eso lo más grave. Las expectativas se complican y oscurecen en un contexto internacional donde los causantes de la crisis han acabado siendo, a la postre, los beneficiarios de ella. La posición firmemente asumida por la ONU en todo este proceso - la sustitución de Koffi Annam lo ha revelado con creces - declina al compás del fortalecimiento de foros, grupos y acuerdos que soslayan por completo la legislación internacional amparada en el respaldo de la Asamblea General o de la Organización Mundial del Comercio, donde están todos. Pero en los G-8, en los G-20, en Davos y en encuentros del mismo jaez no están todos, ni muchísimos menos. Sólo un grupo de paises y de líderes se concitan para hablar de todo menos de solidaridad. No hay nada que regule estos organismos, pero actúan como si fueran depositarios de la mayor de las garantías jurídicas.
Que se sepa, de ninguno de ellos, carentes de la legitimidad de la ONU , han salido declaraciones sensibles con el compromiso contraido hace diez años, e incluso algunos de sus buenos propósitos han quedado simplemente en papel mojado. Se habló de refundar el capitalismo, de poner coto a los paraísos fiscales, de fiscalizar las transacciones especulativas, de demostrar, en fin, que se había aprendido la lección que llevó al desastre en el verano de 2007. ¿En qué han quedado tales intenciones? ¿Alguien ha oido hablar de nuevo de disciplina y supervisión? Todo parece indicar que la voz cantante no está ya en manos de los Estados soberanos, representados en Naciones Unidas, sino en la capacidad de maniobra de quienes, por paradójico que parezca, propiciaron el desaguisado que nos ha llevado donde estamos.
Sorprendido, leo que el Sr. Rodríguez Zapatero, presidente del Gobierno de España, y tras mostrarse solícito con el soberano marroquí, va a protagonizar “una ofensiva económica” en Nueva York. No lo hará sólo en la Asamblea General , como procede, sino en una reunión con lo más granado de las finanzas mundiales. Nada menos que un encuentro con los trece bancos y fondos de inversión que integran los más importantes del mundo por el volumen de fondos que manejan. He visto la relación y no está convocado nadie del mundo empresarial con vocación productiva, creadora de riqueza y de empleo, sino representantes conspicuos del capitalismo financiero puro y duro. De eso que eufemísticamente se conoce como "los mercados". "Intermediarios de inversiones", para ser más precisos, se les llama también. Allí estarán, entre otros, los consejeros delegados de Citigroup, Prudencial, Blackrock, Paulson & Co., Bridgewater Associates, Goldman Sachs, Metlife, el presidente de Soros y el director de mercados de deuda pública de TIIA Cref. Vean las páginas web de esas instituciones y sabrán lo que es bueno.
Llegarán ustedes quizá a la misma conclusión que yo: recabando su atención, los gobiernos rinden pleitesía a quienes no ha mucho se consideraba responsables del crack que nos afecta, mientras hoy, en cambio, aparecen como referencias victoriosas a los que consultar. Es tremendo: que, aprovechando la Cumbre que debiera reflexionar autocríticamente sobre lo que se ha hecho en estos diez años con los Objetivos incumplidos, se polarice la atención en torno a lo que hacen o pretendan hacer los principales artífices de los problemas que aquejan al mundo, no deja de ser una visión dolorosa y muy decepcionante de lo que está ocurriendo. Pues dudo de que haya advertencias severas o recriminaciones que reorienten sobre los comportamientos ya conocidos.
Es simplemente, me atrevo a aventurar, una manifestación más de hasta qué punto en estos tiempos de rechazo al diferente y de emergencia de la xenofobia, a la par que de concentración escandalosa de la riqueza y de puesta en revisión de lo público, los que mandan en el mundo con el apoyo de sus pueblos ceden soberanía a los que entienden que la injusticia y la desigualdad en el mundo son inevitables.
Hoy, el color de tu escrito es como el del día que nos acompaña: gris.
ResponderEliminar"Los gobiernos rinden pleitesía" a los que, en definitiva, detentan el poder.
Así nos va...
Un abrazo cálido bajo un cielo nublado que llora en silencio
¡Qué mundo hemos creado para dejárselo a nuestros hijos! ¡Qué vergüenza!
ResponderEliminar¡Que trabajo me está costando mantener la fe en un mundo mas solidario...!
ResponderEliminarUn abrazo, amigo.
Esta crisis ha servido para cambiar el sistema, que era lo que realmente querían los que manejan los hilos, y nos han puesto en nuestro sitio, ya nada será igual, y las diferencias sociales, serán cada vez mayores. Los que han propiciado esta crisis mundial, pasan del hambre, pasan de solidaridad y de un mundo mejor, ellos ya tienen todo lo que quieren, ahora lo que de verdad debemos hacer, es exigir los derechos de los mas débiles "por cojones", si por las buenas no ha podido ser, por las malas, a la calle todos, a boicotear todo lo que huela a "capitalismo", a reventar esas fortunas escondidas, a "joderles" su cómoda existencia.
ResponderEliminarUn beso
Totalmente de acuerdo, pienso que justamente los responsables de esta crisis no solo se han beneficiado de ello sino que también se olvidan de que a los que ha dejado muy mal parados, dan lo mismo. Hablar de economía es lo mismo que hablar de mafias y corrupción.
ResponderEliminarLa pena más grande Fernando, es el olvido hacia el compromiso de ayudar a los más pobres y desfavorecidos, porque mientras estoy escribiendo este comentario mueren personas de hambre.
Un abrazo, didi.
Fernando, yo tampoco a estas alturas creo ya en los gobiernos, ni están ni se les espera a que busquen el modo y el cuando... Apelo también a tu grito de ver un mundo más solidario, más coherente, más justo ...Pero me temo que ya nada va ser igual...Un abrazo y que tengas una buena tarde aunque la esperanza se encuentre mermada...
ResponderEliminarYo amigo Fernando, y ya me vas conociendo, no entiendo nada. el mundo de la política se me escapa, pero se me escapa porque yo le puse veto. Siempre pensé que para ser político hay que saber mentir y creerse uno mismo sus propias mentiras. ¿Qué político conoces que no engañe? Pues esto es lo mismo. Se ponen la piel de cordero cuando lo que hay debajo son verderos lobos ávidos de poder y dinero.
ResponderEliminarLo demás no importa. Y a la vista está.
Un abrazo
Estimado profesor:
ResponderEliminarSe dice que para Einstein locura era hacer lo mismo una y otra vez, y aun así, esperar resultados diferentes. Parece que todos estamos de acuerdo en que el mundo que conocemos debe cambiar, que no nos gusta; pero al mismo tiempo nos sentimos profundamente aterrados ante cualquier iniciativa que se aparte levemente de la ortodoxia en que tan cómodamente nos hemos instalado. Quizá sea porque, después de todo, algunos, los que vivimos en cierta parte de este mundo de injusticias y desequilibrios, no estamos tan mal y siempre podremos aguantar un poco más. Diferente es, en cambio, para los que ya no tienen nada. Ellos no pueden seguir esperando. Demandan perentoriamente soluciones reales y no meros gestos, esos gestos que nos hacen sentir tan bien a los demás y que tan dulcemente adormecen nuestras conciencias. Son precisamente los gestos que ha creado el propio sistema, el que genera tanta injusticia y tanta desigualdad, para hacernos sentir que cambiamos algo, cuando realmente no cambia nada. ¿Seguirá siendo cierto aún que otro mundo es posible? No, mientras continuemos haciendo lo mismo una y otra vez.
Sobre el (in)cumplimiento de los Objetivos del Milenio, debería mover a reflexión las palabras del Canciller cubano Bruno Rodríguez Parrilla, pronunciadas en su discurso ante la ONU el pasado 21 de septiembre, en Nueva York:
http://www.cubadebate.cu/opinion/2010/09/21/las-naciones-unidas-traicionaran-su-razon-de-ser-si-no-toman-conciencia-de-nuestras-realidades-y-actuan-ahora/
Un saludo.