15 de septiembre de 2021

El diálogo como fundamento del futuro en Cataluña

 


Me atrevo a opinar que el tema catalán está encauzado o en vías de encauzamiento. Dos años por delante se han concedido los de la Taula del Diàleg, asumiendo que no van a presionarse mutuamente. ¿Paz, al fin, en la Plaza de Sant Jaume? Cada cual con sus posiciones, con sus poses cada cual. Asumiendo la imposibilidad de llegar a acuerdos políticos desestabilizadores del sistema que estructura y cohesiona al Estado (salvo modificación ajustada a la Constitución), la invocación al diálogo, como actitud y voluntad de encuentro, se presenta como algo potencialmente taumatúrgico, como término apaciguador de tensiones, que las partes no quieren, aunque se halle vacío de contenido operativo. Dar tiempo al tiempo y reafirmar por parte de Pedro Sánchez esa postura de sensibilidad hacia Cataluña sin perder de vista que el resto de las Comunidades autónomas están ojo avizor frente al agravio comparativo, que coste electoral tiene cuando se produce. No puede haber letra pequeña ni oculta, porque esas letras también se leen.

E o tempo passa mientras diluye el ruido y se convierte en herramienta utilizada para modificar el paisaje y la correlación de fuerzas de cara a la nueva gobernación que se perfila no muy lejana en Cataluña. Inerme Carles Puigdemont en Waterloo, como un patético remedo del ridículo Bonaparte de opereta en que se ha convertido, errática la estrategia de Junts per Cat y desprovista la CUP de asidero sólido al que agarrarse en un contexto en el que la violencia y la demagogia pierden sentido, cabe intuir que a medio plazo la confluencia de intereses entre ERC y el PSC va a pilotar la nave catalana, con proclividad y respeto al constitucionalismo, que acabará prevaleciendo.
¿Optimismo, ingenuidad, tal vez visión sesgada, que puede confundir los deseos con la realidad? Tan sólo son hipótesis tras lo vivido.


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