¿Llegará algún día el mensaje que Miguel Ángel ha enviado en una botella con destino a la costa de Mar del Plata? ¿Quién lo duda? Todo es cuestión de tiempo. Basta con esperar a que el mar ponga de su parte, que lo hace, para que el objetivo se cumpla y la finalidad del propósito llegue a buen término. Lo conseguirá. El océano es indómito pero sabe también atender los deseos de quienes lo admiran y respetan. Y llegará a Mar del Plata porque la ciudad es acogedora y benevolente, abierta y deseosa de atender los deseos de quienes se acercan a ella. Una inmensa bahía la pone en contacto con el Atlántico. Kilómetros y kilómetros de playa enmarcan una línea de enlace que no admite reposo cuando el viajero se decide, pacientemente, a descubrirla.
Hacerlo en el otoño austral, que ahora se acerca, cuando la temporada de baños toca a su fin, depara satisfacciones que merece la pena experimentar. Cambian las tonalidades del color del mar, se tamizan los perfiles del horizonte, la arena difumina sus contrastes y hasta la silueta de los edificios que miran al frente marino acaban confundiéndose con él, sumidos en una bruma que compite con el sol. Las gentes caminan sabiendo que disponen de todo el tiempo del mundo, que nada detendrá su paso, decididos a no dejarse inducir ni por la prisa ni por el tedio.
Perspectiva de la playa
Los edificios que jalonan la playa son los mismos que en todos los paseos marítimos invadidos por la construcción desaforada, mas en Mar del Plata hay un punto desde el que se divisa el mar que rompe armoniosamente con la silueta errática de la mole despersonalizada. Son la forma y el diseño del Casino Central y el Hotel Provincial, una construcción espléndida, llevada a cabo a finales de los años treinta, en un momento de esplendor de la economía argentina, y que reproduce en esa ciudad emergente la armonía de la arquitectura neoclásica francesa, tan habitual en los grandes edificios que adornan las ciudades más emblemáticas de ese país.
Será precisamente allí, en ese punto delimitado por las esculturas de dos imponentes leones marinos donde quizá un gaucho de la Pampa , ya jubilado, que, antes de regresar al interior, aprovecha los últimos calores del verano para deleitarse con otro de los horizontes infinitos de Argentina, se percate de pronto de que , cubierta no del todo por la arena, aflora tímidamente una botella – real o virtual – con un mensaje que pronto hará llegar a sus destinatarios, como prueba de la amistad y del recuerdo que un infatigable y admirable cura palentino, residente en Valladolid, les transmite desde muy lejos evocando el encuentro que tuvieron en uno de los lugares más fascinantes del mundo, la Alhambra de Granada, en el que se fraguó una amistad imperecedera.
Un gaucho jubilado se dirige a la playa, donde no tardará en encontrar el mensaje de Miguel Angel. Y si no, al tiempo.
Pues ojalá que llegue esa botella de Miguel Angel, porque todo lo que sea un mensaje de amistad, merece la pena que llegue a su destinatario. Ah¡, y gracias por el recorrido que nos has hecho del mar de la Plata, debe ser precioso, y gracias también por las palabras que dejas en mi blog. Un beso Fernando
ResponderEliminarAporté mi granito de arena, y paso el enlace a mis familiares "blogueros" de Argentina.
ResponderEliminarMi comentario en su blog:
"Ojalá esos hilos que invisibles unen a las personas os hagan volver a estar juntos..."
Un abrazo de una almeriense
Y para tí Fernando OTRO.
Fernando, no sé por qué... pero este último post que has colgado es de lo mejorcito que te he leído. Mis felicitaciones... Me has llevado a la otra parte del charco, canaya¡¡
ResponderEliminarUn fuerte abrazo...
Llegará ese mensaje escondido en la botella...llegará seguro. Hermoso mensaje.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ya ha llegado la botella lanzada al mar a su destino. El resto puede ser anécdota (del gr. ἀνέκδοτα, cosas inéditas).
ResponderEliminarNo podía pensar en aquel momento que un sencillo gesto como recordar un breve encuentro en lugar tan lleno de embrujo pudiera convertirse en la recreación, no virtual, literaria y cordialmente humana, de una ciudad que no conozco pero que se me ha hecho cercana en la persona de un desconocido gaucho jubilado que tal vez descubre el mar por primera vez en su vida, todo de la mano experta de Fernando.
Muchas gracias, maestro.
Saludos cordiales.
Fernando fue una alegría enorme asomarme por esas fotos dónde transcurrió casi toda mi infancia seguramente que la botella llegará un beso
ResponderEliminarSi tú lo dices y el cura palentino lo confirma, es que ha llegado. Y yo tanto que me alegro. De paso, tu descripción me hace soñar, porque ese lugar lo tenemos en proyecto, en sueño. Iremos a ver a la familia de allá y, ya que estamos allí, pues a comprobar que es cierto todo ese mundo de sugerencias que nos ofreces.
ResponderEliminarDan ganas de irse a ese mar, y contemplar un amanecer con el sosiego de las gentes que allí habitan.
ResponderEliminarLos mensajes siempre llegan, este aunque se embarranque, estoy segura que pasará por los hilos invisibles de la red, pero yo espero que algún día se saque el mensaje de botella.
ResponderEliminarUn saludo
hola escritor,poeta y amigo!siempre los mensajes llegan a su destino,y el mar será en esta opotunidad su complice...
ResponderEliminarers muy bueno en lo tuyo...
adelante
suerte,
besos.
silvia cloud
¡que paseo tan bueno me he dado gracias a tí¡ me encantó de verdad.
ResponderEliminarEl mensaje llegará...seguro
Bello artículo sobre Mar del Plata y generoso el dedicarlo a MIGUEL ANGEL. Besotes, M.
ResponderEliminarseguro que llegará, mantenemos la esperanza y más aún cuando está la AMISTAD de por medio, siempre gana. Precioso post que le dedicas con descripciones magníficas del lugar. Besos, Rachel
ResponderEliminarHola Fernando
ResponderEliminarhermoso post. Me has hecho cruzar el charco, visitar a Pilar y Miguel Ángel y en una botella me has traído de nuevo a las pampas.
Sin dudas llegará el mensaje a destino, independientemente a qué costa llegue y quién lo recoja.
Sin embargo prometo estar atenta a botellas a medio enterrar en mi visita al mar en marzo, con mi perro.
Un fuerte abrazo.
Fernando, emotivo recuerdo y magnífico paseo gracias a tu entrada. Espero que esa botella encuentre algun día su destinatario y que, en un tiempo no lejano, os volváis a ver. Me alegra Fernando que respires en el alto de Pajares el aire puro de la montaña y, dices bien, jamás se repite la luz...Pero, en tu querida Castilla el cielo y los atardeceres también tienen una magia especial... Gracias por recordarme con tu fotografía Extremadura tan entrañable y auténtica como olvidada...El casco antiguo de Cáceres me fascinó.... Y, ¡Plasencia , Merida y Trujillo...! Gracias Fernando por hacerme volver allí aunque sólo sea en el recuerdo. Un abrazo. Angela
ResponderEliminarQuerido Fernando: No quiero parecer presumida, no es mi intención, ni tengo tantos meritos como Miguel Ángel que tiene unas vivencias apasionantes.
ResponderEliminarSin embargo cuando empecé a escribir en mi pequeño blog en Enero de 2008 dije: "Que era como poner un mensaje en una botella y lanzarlo al mar"
Y en este mundo virtual inmenso, ha llegado., mi deseo se ha hecho realidad.
He recibido, cariño, apoyo, ánimo, amistad.
El mensaje de Miguel Ángel con más meritos llegará...¡SEGURO!
Las vistas del Mar de la Plata, preciosas.
Un besico.
La intención es buena, la descripción prometedora, pero veo más práctico cruzar el "estrecho" a bordo de un trasatlántico, descolgando la botella del ancla.
ResponderEliminar(menos mal que a pesar de los pesares siguen quedando románticos)