Nunca volveremos a ver su figura erguida, inconfundible, con la mirada siempre alerta, con la sonrisa complaciente y la afabilidad en el rostro, paseando a buen ritmo por las calles de Valladolid. Plaza Mayor, Santiago, Acera de Recoletos, Campo Grande, calle de Gamazo…el rito de todos los dias, hiciese frio o calor. Tampoco le oiremos hablar del Moñigo, del Sr. Cayo, del Bajo, de Mario, de Azarías, de Quirce, de las heladas tardías que sofocan los trigos de esta tierra tan dura como acogedora.
Los campos de Castilla se sentirán huérfanos e incluso las perdices, ahora que empiezan a despuntar, le echarán de menos porque sólo él sabía hablarlas como es debido. En los Montes de Torozos, en los cañones del Rudrón, en las hoces del Ebro, en los páramos de Masa, en los altos de Sedano, que tanto quería, las encinas y las retamas entonarán, al arrullo del viento, esa canción de primavera tan entrañable, aunque pronto en estos lugares se hará el silencio respetuoso que impone una añoranza imperecedera, la sensación de la ausencia incomprendida. Era tranquilo, cordial, pitillo hecho a mano, cuidadoso al extremo con las palabras, muy educado, con esa fina y sutil ironía que aportan la cultura, la sensibilidad y el sentido del humor. Como yo le conocí por primera vez, hace muchos años, paseando junto al lago del Campo Grande vallisoletano. Nada le resultaba indiferente, salvo la vanidad y la intransigencia.
Era de Castilla, de la Castilla que brinda sus colores, sus sonidos, sus mensajes a un mundo que a veces se le escapa. Siempre quiso permanecer leal a Valladolid, aunque los señuelos de fuera querían atraerle a entornos ruidosos que jamás hubiera entendido. No era hombre de pompa y circunstancia. Se sentía a gusto en los talleres de El Norte de Castilla, leyendo el diario, recorriendo las calles sin bullicio, aprendiendo de los demás, a los que enseñó sin parar. Era maestro del lenguaje y vigilante preciso de cuanto a su alrededor sucedía. Defendió la libertad y durante toda la vida fue fiel a sí mismo.
Miguel Delibes Setién, el hombre de los amplios horizontes, el cronista de los personajes humildes, el cantor del paisaje omnipresente, ha fallecido en Valladolid cuando marzo terciaba. Pronto vendrá la primavera, momento mágico que aprovecharán los surcos de Castilla para ofrecerle al unísono el homenaje que tan bien sabrán orquestar los árboles, el cereal y la amapola.
Siempre es dolorosa la muerte de un ser humano; pero en el caso de los grandes escritores, ademas de una tragedia, es una perdida irreparable.
ResponderEliminarUn abrazo.
(PErmiteme la puntualización, amigo, deberias corregir la fecha, 1020-2010).
ResponderEliminarGracias, Cornelivs. Siempre tan atinado. Un abrazo
ResponderEliminarHola Fernando.
ResponderEliminarMiguel Delibes caló muy hondo en mi desde siempre.
De veras que siento su perdida.
Juan Vicente Herrera,definía al escritor como "el patriarca de las letras españolas". Jamás entenderé porque era siempre el eterno candidato al Premio Nobel.
Es una gran perdida.
Un saludo.
Milana bonita..
ResponderEliminar¿Te acuerdas Fernando?
Delibes era el eterno candidato al Nobel porque su obra lo situaba ahí, en esa expectativa, otoño tras otoño,coincidiendo con su cumpleaños.No obtuvo ese premio porque renunció al cortejo que su concesión exige. Como renunció a dirigir El País en 1976, porque en su escala de valores había cosas que pesaban más. También renunció a otros ofrecimientos, como el terco e insistente del Premio Planeta, que logró captar a todos los nombres apetecidos menos a Delibes. Por eso, Lara, para tener a Delibes en su catálogo, compró la editorial Destino. Así era Miguel.
ResponderEliminarNos habrá dejado huérfanos, pero él ha recuperado a Ángeles. Y eso no tiene vuelta de hoja, ni roja ni blanca…
ResponderEliminarSaludos doloridos.
Esos niños que escapan de sus páginas, esas gentes sencillas que piensan y se mueven dentro de sus libros, esos paisajes serenos... En ellos sigue viviendo Delibes, en las estanterías de nuestras casas, en el aire espeso de las bibliotecas, en las narraciones de los profesores, en los recuerdos de nuestras lecturas adolescentes... Delibes vive con una fuerza que escapa a toda norma física. A toda vida terrenal.
ResponderEliminarEstimado Fernando; desde aquí quiero mandarte un sincero y fortísimo abrazo para solidarizarme con vuestro dolor. Nos ha dejado un HOMBRE BUENO Y UN GRAN MAESTRO. Lo he admirado desde 4º de bachillerato y, desde entonces, mi tiempo en silencio con él, también se fue. Me siento triste, demasiado triste porque todos los que le admiramos nos hemos quedado huérfanos...Un fuerte abrazo Fernando.
ResponderEliminarFernando, hoy Mi cabeza se ha llenado de recuerdos, reviví una de mis primeras lecturas voluntarias "Diario de un Cazador", luego El Camino, Las Ratas,todas sus obras me vinieros a mi mente.
ResponderEliminarHe recordado i primer encuentro con D. Miguel Delibes, una cena en el Felipe IV, con otras dos personas y el inolvidable paseo por la c ...iudad en compañia de Carmen Martin Gaite que teminó en la plaza de San Miguel a las dos de la mañana, rompiendo las normas, como si fueramos adolescentes.
Ocasionalmente nos cruzabamos en el tramo que hay entre la Acera de Recoletos y Calle Gral. Ruiz. ël camino de su casa, yó a la Casa del Pueblo. Cuatro palabras se cruzaban entre nosotros - "adios D. Miguel" - "Adios".
Creo que he leído prácticamente todo lo que ha escrito Miguel Delibes. De contados escritores puedo decir lo mismo. Por resumir lo que pienso de él, lo pondré en una frase:
ResponderEliminar“Ponía voz a los que no la tienen”
Se nos fue otro grande. Su hueco no se llenará tan fácilmente. Escribía por vocación sobre lo que realmente amaba y eso es difícil de conseguir de nuevo ...
ResponderEliminarUn abrazo
Está todo dicho y todo hecho, se ha ido a vivir en otra galaxia con sus inolvidables personajes.
ResponderEliminarUn abrazo amigo
Un gran hombre, un gran escritor. Me ha dado mucha pena su muerte, y aunque es ley de vida porque ya era muy mayor, es una gran pérdida. Que en paz descanse. Un beso
ResponderEliminarBello y poético homenaje, querido Fernando. Fue un fiel retratista de Valladolid; de las tierras y gentes de Castilla. Se le echará mucho de menos. Descanse en paz. Besotes, M.
ResponderEliminarUn gran homenaje regalarle tus palabras allí donde esté y un gusto para nosotros poder compartirlas.
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