4 de marzo de 2010

“Salvemos el Espolón”: cuando los centros históricos quedan abandonados a su suerte


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Cuando los lugares que en algún momento han sido claves en nuestra vida aparecen sumidos en el abandono y la indiferencia, una sensación de nostalgia y frustración se apodera de nosotros. Todos tenemos referencias espaciales que nos resultan tan entrañables, tan próximas, que nunca desaparecerán de la memoria. Por eso, cuando ocasionalmente volvemos a esos espacios, se agolpan en el recuerdo, sin poderlo evitar, experiencias, hechos y situaciones de las que nos sorprendemos que pervivan con tanta frescura y nitidez. Y, aunque las circunstancias de la vida nos hayan encaminado por otros derroteros y hacia otros escenarios, no es extraño que, cuando queremos evocar algo apetecible, el pensamiento nos remita inexorablemente a los lugares donde fraguamos etapas esenciales de la vida. Lugares de la juventud, espacios para el encuentro y el despertar de aquellas emociones que nos llevaron a despertar ante el mundo que nos rodeaba.

Hace tiempo que el Paseo del Espolón de Burgos ha dejado de ser lo que era; manifestación desoladora de un declive anunciado, casi nadie lo frecuenta, el comercio se marchó hace mucho, y no pocos de los edificios, de impresionante factura modernista, que lo flanquean, están en franca decadencia. Una decadencia que no deja de agravarse con el tiempo. Es, sin embargo, uno de los boulevares más emblemáticos de las ciudades españolas, de esos paseos arbolados, de reminiscencias urbanísticas francesas, construidos a finales del siglo XVIII para embellecer las ciudades y establecer ese necesario contrapunto de espacio de ocio adosado a la ciudad medieval. Quienes lo conozcan sabrán de qué estoy hablando.

Paseo de Marceliano Santamaría. Al fondo, el Teatro Principal

No es muy largo, pero su perspectiva, contemplada de un extremo a otro le confiere empaque, amplitud y una placidez gratificante, amparada en los árboles de amplias copas que lo delimitan, uniendo sus ramas en una bóveda tupida de ramaje que en el verano estalla de verdor y crea una de las sensaciones más satisfactorias entre los espacios públicos de esa bella ciudad castellana. Gentes de Madrid, del Pais Vasco, de Catalunya, de Andalucía, de Murcia… lo sabían bien cuando acudían a veranear a Burgos, “donde al frío lo llaman fresco” y donde, al reclamo del Espolón, lograban aliviar la canícula de la que huían para solazarse cabe el Arlanzón. Allí transcurrieron mi adolescencia y juventud, kilómetros de paseo marcaron mis andares de ida y vuelta, una y otra vez, hasta la fatiga, aunque no recuerdo haberme cansado nunca. En fin, no podría entender episodios claves de aquella época, ya lejana, sin traer a colación las conversaciones, los saludos, los flirteos, las esperanzas, todos ellos cobijados bajo la sombra de los “plataneros” del Espolón, con el templete de la música como punto de encuentro y confidente discreto de expectativas imprevisibles.





Acabo de visitar Burgos, fugazmente como suelo hacer desde hace años, y he vuelto a recorrer en solitario y despacio aquel paseo que enlaza el Arco de Santa María y el Teatro Principal, y en el que ya nadie se detiene. De pronto me he topado con una campaña ciudadana que, al grito de “Salvemos el Espolón” ha elaborado un Manifiesto “para terminar con esa imagen de abandono que crece año tras año y para que el Espolón recupere su antiguo su esplendor”. El Manifiesto se dirige a las autoridades locales “para que extremen la protección y el cuidado del Paseo”. Sinceramente deseo que lo consigan, ojalá, pero quizá esta campaña se haya planteado tarde, excesivamente tarde, cuando el olvido ha hecho mella profunda en buena parte de la ciudadanía, cuya reacción está por ver. ¿Qué percepción tiene hoy la mayoría de la sociedad burgalesa de lo que este lugar representa?
Es el sino del centro histórico de muchas ciudades, incapaces de rivalizar con el atractivo, aparente, forzado u objetivo, de otros escenarios que han orientado las preferencias de ocio y consumo de la sociedad sin darse cuenta de que, al abandonarlo, relegan también al olvido una parte sustancial de su memoria colectiva.

Notas: las fotografias fueron realizadas en el verano de 2008

9 comentarios:

  1. Guarda en tu mente lo que quedó en el recuerdo, Fernando. Son muchos los lugares que un día nos dejaron una huella dulce y hoy nos la vuelven a dejar pero amarga.
    a veces es mejor que venga la ola y la borre de la arena de la playa de nuestra mente.
    Esta Navidad, en Talavera de la Reina, mi lugar de nacimiento y en el que pasé toda mi infancia, sentí lo que tu describes ante el declive de los lugares en los que yo crecí.
    Un abrazo Fernando.

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  2. Si verías como están algunas de las casas de la aldea, en que de niños jugamos. Pero ahora que lo pienso, no sé si me aliviaría la nostalgia el verlas rehechas.
    Por cierto, Burgos me fascinó cuando lo conocí, la primera vez atravesándolo en tren , camino del servicio militar a realizar en León.
    Un saludo Fernando.

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  3. Fernando, no me puedo creer que El Espolón corra peligro de desaparecer. Voy muy poco a Burgos, pero es mi ciudad natal y le tengo mucho cariño, como es lógico. Sí es cierto que antes las terrazas del paseo estaban llenas a rebosar, ahora los altos precios les han quitado clientes y la distracción se ha ido a otros barrios. Cuando yo estudiaba allí funcionaban todos los comercios, y el paseo estaba siempre lleno, hiciera el tiempo que hiciera. Cuando era niña íbamos todas las tardes y comprábamos barquillos, no puedo olvidar ese olor, es uno de los olores de mi infancia. Hay que ver lo que daba de sí una peseta entonces...
    Hace poco supe por una colega también burgalesa que la excelente pastelería Ibáñez, que tenía unas exquisiteces como los chevalieres y las "lorenas", amén de unas pastas que quitaban el hipo, ha cerrado por jubilación del dueño o algo así. Ya no se puede comprar las morcillas artesanas de La Paloma, otra maravilla irrepetible. ¿Qué nos quedará dentro de poco? ¿La pastelería industrial de Carrefour? ¿Los burger de dudosa calidad? Burgos tiene, o tenía, un ambiente excepcional. Habrá que luchar para matener lo que queda.
    Un abrazo.

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  4. No conozco Burgos, pero tras leer este artículo , por unos segundos he querido vencer mi pereza viajera y trasladarme hasta allí. Sólo hasta el paseo del Espolón.
    Pero supongo que no me ha resultado especialmente atractivo el sitio en sí mismo. El paseo por la memoria de Fernando es lo que lo hace bello.
    Sólo es un paseo, como un cuadro sólo puede ser una tela decorada con pinturas, o una novela un ejercicio de escritura...el verdadero valor , la belleza reside en la mirada, la memoria, la experiencia, la interpretación, el cariño , la nostalgia...

    Qué bonito escribes, Fernando. Un placer leerte.

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  5. Magnífica y entrañable entrada, excelente clase de geografía urbana y un placer leerla por su contenido ameno, lúcido y nostálgico a la vez. Felicidades Fernando. Desgraciadamente vivimos olvidándo la historia de los pueblos, de las ciudades, incluso la más cercana en aras de un cambio anodino y muy poco convincente para muchos.Sólo nos queda la esperanza de ver algun día que los pueblos demande su historia tal y como fue .
    Que tengas un estupendo fin de semana y recibe un abrazo.

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  6. Bueno, me alegro que por fín se tomen cartas en el asunto. Los espacios los crea la gente y sin esta colectividad no hay espíritu ni vida. Esperemos que, ahora con la primavera, el ayuntamiento promueva esos latidos y vuelva a ser el Espolón de antaño.

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  7. Feliz fin de semana y un abrazo amigo Fernando.

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  8. Cuando estuve en Burgos, me encantó ese paseo. No me percaté de que estuviera muy abandonado pero, como todo, vamos abocados a una mediocridad rampante sea en las ciudades emblemáticas o en la educación. Qué pena. Besotes, M.

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  9. El que más y el que menos tiene algún "Espolón" en su corázón y en su memoria. Por eso resulta tan fácil comprender tus sentimientos, Fernando.

    Conozco el Espolón de Burgos, aunque hace bastantes años que no lo disfruto. Espero y deseo que ese Manifiesto no caiga en saco roto y quienes tienen capacidad de tomar decisiones sean sensibles a esa llamada de socorro...

    Un abrazo

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