28 de septiembre de 2010

La prueba de la honradez: ¿cuántos podrán tirar la primera piedra?



Angel Luna, portavoz socialista en las Cortes Valencianas y contundente fustigador de la actitud de Francisco Camps, que, imputado por cohecho, sigue presidiendo de manera obscena, rayana siempre en el ridículo y vergonzosa, el Gobierno valenciano, ha arrojado una piedra en la sala de plenos del Parlamento autonómico para demostrar que la corrupción no va con él. Respondía así a la frase provocativa del presidente de la Diputación de Alicante, un dirigente del Partido Popular apellidado Ripoll, cuando retó a que "quien estuviera libre de corrupción tirase la primera piedra". Luna ha aceptado el reto. Lo ha hecho simplemente con un pequeño guijarro, que ha simbolizado la sutil línea de separación que separa la corrupción de la honradez. La ética del escándalo. Muchos españoles le acompañarían en este gesto. Sin duda.
Hay mucha gente honesta en nuestro país, personas trabajadoras, silenciosas, respetuosas, que no braman ni insultan en las televisiones, que se acuestan pronto y se levantan temprano, que luchan por su futuro mientras miran con preocupación el de sus hijos, cuyo horizonte es más que sombrío, pues nada saben de recomendaciones, de componendas y de monedas de cambio. Son españoles de a pie, que salen de casa con el alba y no saben muchas veces si su empleo será duradero, si conseguirán liquidar la hipoteca que les quita el sueño, si llegarán a fin de mes.
Son gentes cuya única riqueza consiste en demostrar que tienen una piedra en la mano presta a ser lanzada, dispuestos a arrojarla con timidez para demostrar que la miseria moral de la corrupción, amparada en la terrible percepción de que "todos son iguales", no es una lacra que les afecte. Algún día acabarán por tirar la piedra, que quedará al descubierto. Es su único recurso. La prueba de su credibilidad. Y se amparan en ella mientras contemplan, preocupados, la posibilidad de que, con artimañas y dilaciones, los comportamientos corruptos y las inconcebibles trapisondas desveladas en conversaciones escandalosas queden, al fin, impunes.
Muchos arrojarán la piedra, pero qué será de los que no podrán hacerlo, ¿son más o son menos? That's the question.

7 comentarios:

  1. El hecho de que todos seamos imperfectos, amigo Fernando, no nos impide que combatamos la imperfección ajena, ni nos quita autoridad moral para ello.

    De lo contrario, nadie, absolutamente nadie, podría aconsejar a nadie, pues nadie es perfecto.

    Yo lo veo asi.

    Un abrazo.

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  2. HOLA ESCRITOR POETA Y AMIGO:
    GENTE HONESTA TODAVIA QUEDA...TRABAJADORA TAMBIEN,CAPAZ DE JUGARSE CON PALABRAS Y HECHOS ...
    POBRES DE LOS QUE NO PUEDEN NI RETENER UNA PÌEDRA EN SU MANO...
    UN LUJO LEERTE...
    BESOTES.
    SILVIA CLOUD

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  3. La gente honrada que hace su trabajo y lo hace bien normalmente permanece oculta, porque siempre saltan a la vista los errores, pero muy pocas veces se presta atención a los aciertos.
    Me alegro de que tú sí lo hagas.
    Un saludo.

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  4. Si dejamos de creer en la honradez, dejamos de creer en TODO.
    Como tú bien dices...
    ¿Quién se atreve?
    Un abrazo

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  5. Aplaudo el gesto de ángel Luna.

    Fernando: Por el comentario de Silvia, me entero de que también eres poeta y no te quiero ocultar mi interés por conocer algo de esa faceta...

    Un abrazo

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  6. Que haya gente corrupta que ocupe hojas y hojas de los periódicos y horas y horas en los telediarios, no quiere decir que todos seamos así. Ni mucho menos. Lo que pasa es que estos son quienes más ruido hacen. Pero piensa el ladrón que todos son de su condición. Y se equivoca. Hay muchos que podrían tirar la primera piedra, muchos que están libres de pecado.

    Un abrazo.

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  7. aquél que puede tirar la primera piedra ha de tener la generosidad suficiente, para algunas veces guardársela en el bolsillo.

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