23 de agosto de 2020

Mensajes en la calle (44): incomunicación en espacios compartidos

 


Mensajes de la calle en tiempos de pandemia

No he sacado la fotografía por pudor. Pero la escena es real, doy fe de ella. Son las 11 horas del 23 de agosto. Mientras disfruto de la prensa en papel frente a la fachada del Colegio de San Gregorio (uno de los mayores placeres que existen para mí), observo la escena que sucede a poco más de tres metros. Están sentados en la terraza un matrimonio de unos sesenta años con su hijo, en la treintena. Los dos hombres están enfrascados en sus móviles, tecleando de manera compulsiva. Cada cual absorto en su privacidad. Todos pasan del espacio de arte que les envuelve. La mujer, que no tiene móvil, les contempla. Se siente fuera de lugar. No para de mover las manos, con un tic nervioso incesante. Intenta hablar, mantener algún tipo de conversación, sentirse acompañada, pero nadie le hace caso. Silencio. Móviles a todo tren en manos del dueto masculino. Nuevo intento de la mujer por comunicarse con los que tiene delante. Uno la replica con un gesto de desdén. Silencio. Miro el reloj. Han pasado quince minutos. Sigo leyendo y observandoles a la vez. Silencio. Teléfonos que rompen la convivencia. Mujer incómoda en su soledad. Incomunicación absoluta en un entorno presencial, que tanto aporta y tanto se echa de menos.
Contemplo la orfebrería en piedra de la espectacular fachada. No soporto más la escena. Recojo el papel, tras leer los artículos de Remedios Zafra y de Vidal Arranz y reflexionar con la siempre provocativa y atinada viñeta de Rafa Vega, Sansón. Emprendo mi paseo por Cadenas de San Gregorio para enredarme en La Rondilla. Patear las calles, observar lo que ocurre en los barrios. Apreciar, cabreado, los matices innumerables de la soledad.

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