Cerca de Laja, en las proximidades del impresionante y enigmático conjunto arqueológico de Tiwanaku, y tras haber quedado sobrecogido por los paisajes de la desolación y la pobreza, el viajero encuentra ocasión para su solaz en un pequeño, modesto y limpio lugar para comer, que permite acercarse a los bienes que la Pachamama , símbolo de feracidad, aporta para aliviar el apetito y paliar las incomodidades del mal de altura (que existe, se lo aseguro, como la vida misma). Platos sencillos, que se resumen en una secuencia elemental a la par que nutritiva y reconfortante. Y muy baratos. Sopa a base de quinoa real, una planta maravillosa que crece profusamente en el entorno del Lago Titicaca, recomendable donde las haya para sentir el placer de los sabores silvestres, sin tapujos de ningún tipo. Suculento filete de carne de llama, que es de textura blanda, con muy poca grasa, apenas dado la vuelta para evitar que se seque y saboreado con la tipica guarnición que acompaña la comida de los Andes centrales, y donde destaca un arroz excelente. Y, para terminar, una infusión, muy caliente, de hojas de coca, salvíficas para los europeos desconcertados que llegan a Bolivia y que encuentran en esta planta de resonancias increíbles, y por supuesto en su estado más auténtico, un verdadero descubrimiento de sensaciones gratas antes de emprender de nuevo el camino, que les llevará tanto a los espectaculares paisajes del mundo andino como a los campos abiertos e inmensos de la desolación.
30 de agosto de 2008
Sabores de la Pachamama
Es la Madre Tierra , el origen de todas las cosas que la naturaleza proporciona al ser humano. Todo lo que es vida útil y aprovechable, todo lo que facilita el sustento y permite vencer el hambre y la miseria proviene de la Tierra , se identifica con ella. Los pueblos indígenas que ocupan los Andes Centrales, y que desde siglos se expresan en quechua y aymara, la llaman la Pachamama y extienden su nombre y sus virtudes a los infinitos vientos de la Cordillera para recordar que merece respeto, que debe ser venerada y que todo lo que se haga contra ella ofende la memoria humana. Las creencias y rituales han continuado hasta nuestros días, conscientes de que se trata de una idea-refugio que justifica la continuidad de su cultura y su defensa frente a la desidentificación.
En el altiplano boliviano puede apreciarse por doquier la dimensión que se da a la idea de la Pachamama , frecuente en los textos literarios, reiterada en los comentarios que se hacen en la prensa, omnipresente en las explicaciones de los guías. Por eso conviene tener en mente la idea de este símbolo asociado a la Tierra cuando se visita la región y se degustan los productos que ofrece. No trato con ello de banalizar una realidad que debe ser respetada, sino de ponerla en evidencia en este blog, cuando estoy a punto de concluir una increíble peripecia viajera por Bolivia, que me ha llevado a descubrir personas, hechos y lugares realmente fascinantes.
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Me encantaria poder disfrutar de esa experiencia. No sé si lo haré algún día, pero tomo buena nota de lo que dices y procuraré sentir también los sabores de los Andes
ResponderEliminar¡Bienvenido Fernando! La foto del Titicaca ¡preciosa! y tambien de los platos suculentos que os zampasteis... ¡Qué envidia! Es curioso que los indígenas tengan tanto apego y respeto a la pachamama y los vascos a "Ama Lur" bella palabra que significa madre tierra... Besotes, M.
ResponderEliminar¡Hola amigo!, ¿qué tal el verano? Espero que todo muy bien. A ver si poco a poco voy recuperando el ritmo, pues estuve fuera de casa.
ResponderEliminarMe gustó mucho visitarte, como siempre. Tu lectura es interesante, calmada e instructiva.
Cuídate mucho. Un abrazo.
Bienvenido a América.
ResponderEliminarMuy buen viaje.
Cariños
En la red se esperan sus comentarios sobre la tensa situación en Bolivia. Esperemos que lo haya disfrutado. Saludos
ResponderEliminarCreo que ya te queda poco y lo siento, con tus comentarios nos haces sentir el pais como si estuvieramos sentados en esa mesa.
ResponderEliminarBuen viaje.
La sopa tiene muy buena pinta y la carne de llama también. ¡Y tanto que existe el mal de altura! Yo sólo lo he notado un poco cuando subí al Mulhacén y este verano en los Alpes. No quiero ni pensar lo que será a seis mil metros de altura o a los ochomiles que suben los montañeros.
ResponderEliminarCuenta, cuenta y no te dejes nada en el tintero, me ha encantado. Gracias por tener un ratito para trasmitirnos lo que vives.
ResponderEliminarQuerido Fernando,
ResponderEliminarEsperei ansiosa a sua volta de Bolívia, conte-nos.
Fostes Bienvenido a América Latina.
Abraço. O abraço.
Una comida sencilla y parece que deliciosa.
ResponderEliminarLa foto del lago es una maravilla.
Bienvenido.
Un abrazo