¿Qué quedará del árbol desangrado hasta la
extenuación? ¿En qué se convertirá ese tronco enhiesto y curtido por la
historia cuando ya no quede en él un gramo de resina vivificadora? He visitado
con mis compañeros y alumnos la tierra pinariega de Segovia, donde la resinación del Pino negral se confunde con el tiempo y el espacio hasta
identificarse con ellos.
Contemplando el espectáculo, y sin entrar en lo que
significa la recuperación de esta actividad económica en el contexto de la
crisis y del encarecimiento de los hidrocarburos, no he podido por menos de
tener la sensación de que la conífera enraizada en el paisaje de la Castilla
meridional se me antoja una metáfora plausible de lo que actualmente sucede en
España. Cortes y más cortes, siempre en la misma dirección, hendiduras que laminan la corteza, riqueza de
interior que emana hacia afuera para ser arrebatada, indefensión ante la
intemperie, desvitalización de la estructura viva... en fin, un remedo
ejemplificador de lo que está pasando, de lo que estamos viendo.
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