Desaparecidas las guerrillas como movimientos de conquista violenta del poder, y tras las lecciones obtenidas de las catastróficas experiencias vividas en las guerras que han conmocionado al mundo en los años noventa del XX y primeras décadas del XXI, cabe plantearse hasta qué punto el panorama configurado a raíz del fracaso de USA, y de Occidente, en Afganistán, puede quizá perfilarse la tendencia hacia un mundo sin guerras convencionales, tal y como hasta ahora las hemos conocido. Quedarán guerras residuales, como la que sigue asolando Siria o conflictos armados puntuales en África, pero el modelo bélico basado en la ocupación y las batallas a gran escala tal vez tiendan a formar parte del pasado. Ello plantea incógnitas importantes sobre el futuro del comercio de armamento, que ha alimentado, con pingües beneficios, las confrontaciones a gran escala.
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