17 de febrero de 2011

El pensamiento crítico... libre, pero ignorado


Acabo de leer “Postguerra” (Taurus, 2010), el monumental libro de Tony Judt, que analiza la historia de Europa desde la Segunda Guerra Mundial hasta finales del siglo XX. Mucho podría decirse de esa obra, que constituye un sorprendente ejercicio de autocrítica, de desmenuzamiento sin concesiones de una historia repleta de sucesos aún desconocidos y de valoración detallada de lo que ha significado el proceso de reconfiguración europea para sus propios ciudadanos y para el mundo, pero me centraré de momento en un aspecto que me ha llamado bastante la atención. Me refiero a la importancia que a lo largo de buena parte del período estudiado se ha concedido al intelectual como referencia a tener en cuenta o, en todo caso, como destinatario de los reconocimientos o de los vapuleos que suscitaban sus opiniones por parte de la clase política, ya estuviese en el poder o en la oposición.

Las reflexiones de pensadores como Sartre, Camus, Huxley, Ortega, Gramsci, Malraux, Habermas, Bobbio, Rawls, Berlin... y tantos otros, todos ellos de primer nivel, no dejaban indiferentes a quienes se ocupaban de la cosa pública. Sus escritos se leían, se citaban, no había reparo en admitir la incidencia de sus observaciones en el discurso que después se transmitía en los Parlamentos, donde eran citados y con frecuencia reconocidos. Para bien o para mal, mas nunca olvidados, porque se entendía que lo que decían les podía ayudar. Una especie de vínculo valorativo se establecía entre ambos. Hubo incluso políticos relevantes que no dudaban en señalar lo mucho que les habían influido desde las modestas tribunas donde quienes con espíritu crítico llamaban la atención sobre lo que se estaba haciendo y cómo se estaba haciendo, sin obtener, salvo contadísimas excepciones, otra satisfacción que la de sentirse tenidos en cuenta.

Nada de eso ocurre hoy. Le falta quizá a Judt explicar, con la precisión con que lo hace en el conjunto del libro que comento, las razones que han llevado a la política a alejarse de los clamores provenientes de la intelectualidad crítica, hasta culminar en el desencuentro. No es que se haya producido un divorcio, sino simplemente el despliegue de una evolución por derroteros diferentes, cada vez más distanciados. Obviamente aludo al pensamiento de denuncia, al razonamiento incómodo e incorfomista que reclama una visión distinta de las cosas y la adopción de decisiones concebidas y planteadas de otra manera. El interés por la reflexión contraria o discrepante se ha desvanecido quizá en un proceso sin retorno, que posiblemente no se restablecerá nunca (o en muchísimo tiempo). Bien es cierto, sin embargo, que tampoco es un pensamiento perseguido, no hay en el poder afán alguno porque desaparezca, sencillamente porque acaba siendo subsumido en el magma de la opinión controvertida que el propio paso del tiempo se encarga de diluir. Es un pensamiento libre, pero sus perspectivas y posibilidades de incidencia se muestran cada vez más limitadas. ¿Alguien ha oído en los debates parlamentarios, sean del nivel que sean, arropar las argumentaciones con opiniones solventes extraídas de las ideas sustentadas en el rigor?


Prima, en suma, la indiferencia frente al hostigamiento, el desdén frente a la animosidad. Qué mas da. Se entiende que sus reflexiones no hacen daño, entre otras razones, porque la consistencia del pensamiento crítico riguroso aparece en nuestros días desvaída ante el apogeo adquirido por sus dos principales neutralizadores: el ensordecedor ruido mediático, que todo lo envuelve para tensionar el ambiente mediante un lenguaje tan elemental como corrosivo, del que muy pocos se escapan, pues la mayoría recurre al insulto, a la mentira y a la vulgaridad, aprovechando las zahúrdas de la TDT; y el pensamiento dócil, sumiso, el que se fragua en la cohorte de los “intelectuales” a sueldo, cuya función no es otra que la de avalar, con argumentos precocinados, lo que se hace desde el poder, ofreciendo gato por libre sin que la mayor parte de quienes los leen o escuchan reparen en ello.


8 de enero de 2011

¿Pueden las redes sociales modelar la opinión pública? ¿Quién la orienta realmente?



He aquí un debate que no cesa de cobrar fuerza en este mundo nuestro dominado por la sobreinformación, por el desarrollo espectacular de las redes sociales y por los cambios y readaptaciones permanentemente observados en la opinión pública, con la consiguiente incidencia en los comportamientos políticos. Un debate que además se justifica cuando no son pocos quienes en el panorama ciberespacial aluden al impacto creciente de Internet en la política, al considerarlo un instrumento de movilización masiva, capaz de articular las reacciones de personas dispersas geográficamente y que, de manera instantánea, unen sus posiciones y sus voluntades en un empeño compartido que también de inmediato se proyecta, en ocasiones con gran resonancia, en el espacio público. No sorprende, por tanto, que Abdur Chowdhury, uno de los responsables del equipo de investigación de Twitter, haya llegado a afirmar que sería muy difícil entender las tendencias que rigen en el mundo sin la ayuda de Twitter.

Sin embargo, ¿hasta que punto podemos afirmar que reacciones en cadena como la que tuvo lugar con motivo del debate y votación de la Ley Sinde el pasado 21 de diciembre, cuando la página web del Congreso de los Diputados sufrió un ataque insólito de denegación de servicio, pueden repercutir, con la intensidad que sus protagonistas desearían, en la orientación de las mentalidades ciudadanas? ¿Hasta qué punto iniciativas como la de Anonymous AB, que utiliza Facebook, pueden llegar a modificar la percepción de un problema, o su forma de interpretarlo con fines reactivos a través de sus protestas virtuales, como ha pretendido en el caso que comentamos? ¿Qué grado de efectividad tienen, a la postre, esas densísimas tramas de flujos de información en las que confluyen miles de amigos y de seguidores, y que al tiempo se convierten en poderosas fuentes de información sobre quienes las integran, sin olvidar el hecho de que con frecuencia limitan, cuando no suplen, los contactos y las relaciones personales?

Tema delicado y con numerosos claroscuros, el referido a la opinión publica sigue siendo motivo de controversia, aún no resuelta. Tal vez la cuestión pudiera zanjarse afirmando, como hace Pierre Bourdieu, que “la opinión publica no existe”, pero lo cierto es que los comportamientos sociales y políticos sí reflejan en la práctica orientaciones mayoritarias, sesgos opciones en un sentido u otro, a medida que la democracia transforma la opinión publica -llámese así o de otra manera - en voluntad popular, dotada de verdadera incidencia política o, cuando menos, dotada de la posibilidad de repercutir en su configuración.

La realidad demuestra, en efecto, que esa opinión se construye sobre bases consistentes, apoyadas en las grandes corrientes de información y opinión cuyo origen no tiene nada de fortuito o circunstancial sino que, más bien, aparece como el resultado de un proceso gradualmente construido a partir de mensajes, reflexiones, ideas, debates y contenidos, cimentados tanto en la experiencia particular de cada cual como en los mecanismos responsables de la carga informativa, en buena medida controlada por lobbys mediáticos que la manipulan a su antojo u orientan en la dirección que más interesa a los grupos dominantes. Y es que la importancia de la opinión pública es tan relevante que cuantos tienen intereses que defender se afanan para influir en ella mediante estrategias de comunicación cada vez más sofisticadas y sutiles.

Frente a esta modalidad dominante de intervención en el sistema informativo, poderosamente organizado y estructurado a gran escala, entiendo - es un simple punto de vista - que las redes sociales ocupan un papel menor; un papel  que en la mayoría de las ocasiones, por no decir en todas (al menos hasta ahora) se ha limitado a convocar campañas de movilización más o menos exitosas, con un fuerte impacto en la capacidad reactiva de la sociedad, pero con débil repercusión a medio plazo en la formación de los criterios que configuran la opinión pública con auténtica, y eso es lo importante, dimensión política.

Con todo, no cabe duda de que estamos asistiendo a un fenómeno que en cierto modo marca con rasgos poderosos una tendencia característica de nuestra época. Me refiero a la magnitud alcanzada por las protestas sociales, que adquieren una extraordinaria resonancia a partir de 2008 hasta alcanzar una magnitud considerable con el estallido de la llamada primavera árabe en 2011. A la vista de la trascendencia alcanzada no está de más reflexionar sobre el alcance real de estos movimientos que ocupan el espacio público, logran una extraordinaria repercusión informativa, obligan a reaccionar a los poderes instituidos, todo ello como consecuencia, según afirma Lluis Bassets, del efecto que en tal sentido aportan "redes sociales como el instrumento organizativo mejor adaptado a las características de los nuevos tiempos". 

6 de enero de 2011

La Velada de Urueña


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No son necesarios espacios lujosos ni grandes manjares para disfrutar del placer de la buena mesa. Cualquier lugar acogedor, no importa que sea modesto, sirve para satisfacer el objetivo que realmente se pretende: disfrutar de la compañía apetecida para, al amparo de ella, dar rienda suelta al sinfín de temas que pueden aflorar en una tarde lluviosa de enero, sin guión previo ni tiempo tasado. Así ha sucedido hace unos días en la villa de Urueña, ese lugar vallisoletano bien conocido por el recinto amurallado que lo distingue en la lejanía, nítidamente destacado, al borde de los Montes de Torozos, sobre la campiña imponente de la Tierra de Campos. En ella se ha puesto en marcha una interesante experiencia cultural (La Villa del Libro), generosamente apoyada en dinero público y, sobre todo, alimentada por la iniciativa de un grupo activo, ilusionado y emprendedor de personas que, amantes del libro y de las artesanías más auténticas, han arriesgado su esfuerzo y su peculio en la instalación de establecimientos comerciales caracterizados por el denominador común de la cultura basada en el libro de toda la vida y en el buen gusto.

Lo desapacible del día no impidió el encuentro con Diego Fernández Magdaleno, Rosa Iglesias Madrigal y Borja Santos Porras. Les cito así, siguiendo un orden alfabético, pues absurdo sería establecer prelación entre quienes son merecedores de igual reconocimiento y admiración. Compartimos mesa y mantel durante varias horas, en buena medida trabadas por el gusto y la afición en torno a la música, en la que todos ellos han tenido y tienen mucho que decir, por más que sus sensibilidades amplíen con creces los horizontes de los sonidos que conmueven.

Sobremesa en Urueña. Huelga decir quién es quién

Véamoslo brevemente. Diego, profesor de piano en el Conservatorio de Valladolid, acaba de ser galardonado con el Premio Nacional de Música 2010, en su modalidad de interpretación. Creo que fui uno de los primeros en felicitarle y no he dejado de hacerlo desde entonces. Sorprende que un riosecano tan joven haya logrado tal nivel de excelencia en el impresionante oficio del pianista consumado y de una calidad que apabulla. Su mérito no consiste sólo en el dominio de la técnica, que manifiesta con espectacular brillantez, sino en su empeño por dar a conocer a los compositores contemporáneos, de los que el gran público apenas sabe nada y que, gracias a Diego, se han incorporado a los repertorios que enriquecen las salas de los lugares más diversos. Encima Diego es poeta y escritor de textos que rezuman una sensibilidad digna de ser valorada. Y además rumboso donde los haya: llevó regalos para todos.

En esta velada conocí a Rosa Iglesias, amiga de Diego. Y la verdad es que ha sido un descubrimiento. Pronto me dí cuenta de lo que significaba, a poco de saber de lo que ha hecho y de lo que hace. Licenciada en Medicina, su ámbito de actividad e ilusiones se proyecta en el desarrollo de una iniciativa cultural que no debe pasar desapercibida. Es artífice e impulsora de la Fundación Música Abierta, que tiene su sede en Urueña, y que ha concebido con unos fines más que loables, entre los que destaca el propósito de facilitar el aprendizaje musical para personas con problemas de discapacidad. Al tiempo, edita cuidadosamente documentos musicales que son auténticas joyas. Es el caso de “The Little Horses”, una recopilación de canciones de cuna con Enrique Bernaldo de Quirós al piano y la voz de la mezzosoprano Ana Hässler, y en la que confluyen obras de Chopin, Listz, Richard Strauss, Manuel de Falla y Federico García Lorca, entre otros de primerísimo nivel. Vive en Urueña, en una inconfudible casa construida en adobe y donde ha instalado y gestiona una tienda de juguetes tradicionales que recibe el nombre de la calle (Oriente 9) donde reside.


¿Y qué decir de Borja Santos, a quien he aludido ya varias veces en este blog? Confieso que es una de las personas más impresionantes que he conocido y al que considero, desde la perspectiva que me proporciona la experiencia, uno de los ejemplos más acreditados de lo mejor de nuestra juventud. Ingeniero de Telecomunicaciones, ha orientado su vida al servicio de las causas más nobles. Supe de él cuando trabajaba para Naciones Unidas en Ecuador, como experto en riesgos naturales, lo que le llevó a conocer a fondo ese país para transmitirlo en imágenes extraordinarias e impactantes como corresponde a un enamorado, a la par que cualificado profesional, de la fotografía. Cuando regresó a España, organizó una exposición sobre su experiencia ecuatoriana que tuve el honor de presentar, convencido de que estaba ante una muestra que sobrepasa con creces una exhibición fotográfica convencional. Su compromiso con las causas de los desfavorecidos permanece incólume. Tras una etapa de actividad en la Agencia Española de Cooperación, en breve partirá a Etiopía, al país indómito del oriente africano. Una nueva vida y vivencias sin cuento aún por descubrir. Le he aconsejado que escriba un diario, que redacte unas notas, que ponga negro sobre blanco todo lo que allí va a observar y descubrir. Seguiré de cerca la peripecia etíope de Borja, porque presumo que va a dar mucho de sí. Y si además de lo que haga a favor de aquella sociedad, que será muchísimo, lo embarnece con una colección de fotografías que cortan la respiración, qué más se podrá pedir a alguien que es consciente de los problemas de su tiempo aunque nunca se le vaya la sonrisa de la cara.

Fotografía de Borja Santos
De todo ello, y de mucho más, se habló en la velada de Urueña. Llovía a mares en la villa amurallada, mientras, en medio del silencio del entorno, nos acercamos a visitar por un momento la Librería Alcaraván antes de entrar en ese recinto mágico que Rosa ha construido repleto de juguetes de madera y de artesanías de mil colores que cobran vida cuando ella les habla. A la salida, Borja inmortalizó un lienzo de muralla, bajo las sombras de aquel atardecer del 4 de enero de 2011, apenas comenzada la segunda década del siglo XXI.


4 de enero de 2011

¿Qué periodismo nos espera?



Resulta difícil asumir el panorama que se cierne sobre el mundo de la información y todo lo que va a asociado a ella, sobre todo si se valora como un producto valioso y enriquecedor, abierto al debate plural y respetuoso de ideas, a la honestidad de los análisis, a la calidad en la forma de transmitirla. Quienes seguimos siendo adictos a la prensa diaria, a los programas de radio mantenidos por profesionales que huyen del insulto y la chabacanería o a los que desde la televisión nos acercan a la realidad para comentarla con conocimiento de causa, poco a poco vamos teniendo la sensación de que esas herramientas de placer intelectual y de disfrute satisfactorio del tiempo de ocio se nos están yendo de las manos. Y quizá, por desgracia, irreversiblemente. El cierre de una cadena de información y debate con la calidad que había logrado CNN + y su sustitución por un programa vulgar de “reality show” que roza la indecencia es un indicador tan trágico como elocuente de por dónde van las cosas.

Como cada cual es dueño de su tiempo y de sus gustos, no entraré a valorar aquí el grado de empobrecimiento y miseria que, de la mano de las TDT, se nos ha echado encima con la oferta televisiva que inunda las parrillas descendiendo a los infiernos de la ofensa, la vulgaridad y la miseria de quienes se deleitan con el insulto y la mentira. ¿Y qué decir de esas televisiones autonómicas, sumidas en el déficit que no cesa y concebidas exclusivamente como portavocías escandalosas del poder que las mantiene y como refugio en muchos casos de plumillas limitados a ser la voz de su amo? Lo mejor, por razones de salud, es pasar de esa patulea y procurar seguir alimentados de la información que mejor se atenga a los tres principios básicos de la deontología relacionada con la comunicación: el rigor, la tolerancia y el respeto.

Preocupa, sin embargo, la tendencia en que parece sumida la profesión periodística, como ha puesto de manifiesto la consultora Burson Marsteller, cuando afirma en un informe reciente que el periodismo atraviesa una crisis sin precedentes, como consecuencia de una serie de circunstancias concatenadas que en muy poco tiempo han ido creando un entramado de problemas de muy difícil solución. Entre ellas, se apuntan dos fundamentalmente: la crisis financiera, motivada por un descenso fortísimo de la cartera publicitaria, que opta por otras formas de promoción que los anunciantes consideran más efectivas, y el deterioro de la calidad informativa, en paralelo con la proliferación de “media” que rebajan el nivel de exigencia a la par que empobrecen y degradan el trabajo desempeñado por los profesionales.

Se señala que los periodistas tienen menos tiempo para actividades como la labor investigadora, la redacción sosegada, la profundidad en los análisis. Prima el sensacionalismo sobre la ponderación seria de lo ocurrido, el efecto mediático y oportunista sobre la visión global y crítica de los fenómenos. Corren malos tiempos para la información sin sensacionalismo y para la opinión sin condiciones. Analizar y profundizar en los hechos que nos afectan de verdad no está de moda; lo que priva son las miserias ajenas compensadas a tanto el minuto de pantalla.

8 de diciembre de 2010

Frases para la reflexión, ideas para la concordia: extractos del discurso de Mario Vargas Llosa en Estocolmo (7 diciembre 2010)


Ningún discurso es infalible ni está exento de la crítica. Pobre de la reflexión intelectual que no merezca controversia alguna. Pero, más allá de los aspectos opinables que sin duda encierra el discurso pronunciado por Mario Vargas Llosa el día anterior a la recepción del Premio Nobel de Literatura 2010, hay frases, ideas y consideraciones que conviene, a mi juicio, resaltar. No en vano invitan a pensar en torno a cuestiones claves de nuestra historia y de nuestra época.

“… qué extraordinario privilegio el de un país, que no tiene una sola identidad porque las tiene todas.”
“…escritores españoles y latinoamericanos se mezclaron y fraternizaron, reconociéndose dueños de una misma tradición y aliados en una empresa común y una certeza”
“La patria no son las banderas ni los himnos, ni los discursos apodícticos sobre los héroes emblemáticos, sino un puñado de lugares y personas que pueblan nuestros recuerdos y los tiñen de melancolía, la sensación cálida de que, no importa donde estemos, existe un hogar al que podemos volver.”
“Sin las ficciones seríamos menos conscientes de la importancia de la libertad para que la vida sea vivible y del infierno en que se convierte cuando es conculcada por un tirano, una ideología o una religión”.
“Ninguna ciudad aprovechó tanto y mejor que Barcelona este comienzo de apertura (en los últimos años del franquismo) ni vivió una efervescencia semejante en todos los campos de las ideas y la creación. Se convirtió en la capital cultural de España, el lugar donde había que estar para respirar el anticipo de la libertad que se vendría. Y, en cierto modo, fue también la capital cultural de América Latina por la cantidad de pintores, escritores, editores y artistas procedentes de los países latinoamericanos que allí se instalaron, o iban y venían a Barcelona, porque era donde había que estar si uno quería ser un poeta, novelista, pintor o compositor de nuestro tiempo”.
”Para que no pasemos de servirnos de las máquinas que inventamos a ser sus sirvientes y esclavos. Y porque un mundo sin literatura sería un mundo sin deseos ni ideales ni desacatos, un mundo de autómatas privados de lo que hace que el ser humano sea de veras humano: la capacidad de salir de sí mismo y mudarse en otro, en otros, modelados con la arcilla de nuestros sueños.”
“Porque la nuestra será siempre, por fortuna, una historia inconclusa"
Merece la pena leer todo el texto

7 de diciembre de 2010

Al fin, la causa palestina recibe el debido y merecido respaldo internacional: hacia el reconocimiento de un Estado palestino libre e independiente



Poca, muy poca, atención está mereciendo esta noticia en la prensa europea. Una especie de manto de silencio o desdén se cierne sobre un hecho que, más allá de su significado político, encierra una considerable carga simbólica en lo que concierne a la solidaridad con uno de los problemas geopolíticos más graves y lacerantes de nuestra época. No ha sido la Unión Europea la que ha tomado la iniciativa que debiera haberla correspondido en este proceso, sino Latinoamérica, y en concreto aquellos paises que han entendido, sin las típicas ambigüedades a las que estamos acostumbrados en el lenguaje vacuo de la diplomacia irrelevante, que algo había que hacer para rescatar del pozo del olvido una realidad que no puede ser olvidada.
Tenía que ocurrir, tarde o temprano. Era una necesidad imperiosa, una medida necesaria para asegurar que la tragedia del pueblo palestino no quedase definitivamente sumida en la desmemoria o en la indiferencia. El paso del tiempo, con su enorme carga de frustración, dolor, injusticia e impotencia, no ha hecho sino agravar la magnitud de un problema internacional que permanece irresuelto después de las diez Resoluciones de Naciones Unidas que han tratado de asegurar una salida acorde con la legalidad internacional.
No entraré en detalles sobre un problema del que ya me he hecho eco numerosas veces en este blog, y que seguiré tratando con el mismo interés que me suscita cuanto ocurre en el Sáhara Occidental. Me limitaré simplemente a reconocer, con admiración y aplauso, la iniciativa adoptada por los países de MERCOSUR que han acordado el reconocimiento de un Estado palestino, libre e independiente, de acuerdo con los límites fronterizos de 1967. El primer paso fue dado por Uruguay el 13 de noviembre, cuando el presidente Mujica anunció la apertura de embajada al máximo nivel.
Posteriormente, y al tiempo que abandonaba la presidencia de Brasil con uno de los mayores niveles de popularidad que se conocen, Lula da Silva se sumó a esta iniciativa el 3 de diciembre señalando que "la iniciativa es coherente con la disposición histórica de Brasil de contribuir al proceso de paz entre Israel y Palestina, cuyas negociaciones directas están en este momento interrumpidas y está en consonancia con las resoluciones de la ONU, que exigen el fin de la ocupación de los territorios palestinos y la construcción de un Estado independiente en las fronteras del 4 de junio de 1967". Brasil, recuerda el comunicado oficial, reconocía desde 1975 a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) como la representante legítima del pueblo palestino, dotada de personalidad de Derecho Internacional público. En 1993, el país latinoamericano autorizó la apertura de la Delegación Especial Palestina con estatus diplomático similar al de las representaciones de las organizaciones internacionales y en 1998 se equiparó el trato al de una embajada. Pero nunca, como hasta ahora, había hablado de un Estado libre e independiente.
Tres días más tarde, la República Argentina se ha sumado al mismo proceso. No en vano, y según el comunicado oficial “Argentina tradicionalmente ha sostenido el derecho del pueblo palestino a constituir un Estado independiente, así como el derecho del Estado de Israel a vivir en paz junto a sus vecinos, dentro de fronteras seguras e internacionalmente reconocidas”, no sin dejar constancia de su apoyo “a las iniciativas de diálogo y paz de la comunidad internacional para una salida pacífica al conflicto palestino-israelí".
¿Se trata de iniciativas aisladas? ¿Tendrán continuidad en el mundo? ¿Qué hará la Unión Europea, que tanta ayuda concede a Palestina para asistir luego, impávida, a su destrucción por Israel? ¿Qué opinará Mr. Obama ahora que ya parece rendido ante la fiebre edificatoria del Estado hebreo en los territorios ilegalmente ocupados? ¿Qué pensará del tema la ministra española de Asuntos Exteriores, tan evanescente e imprecisa siempre en sus declaraciones? Numerosas incógnitas surgen ante un proceso que se mostraba inevitable, ya que no han sido pocas las voces en el mundo que han reclamado el reconocimiento del Estado palestino como forma de desatacar los bloqueos, incumplimientos y dilaciones a que la solución de este problema ha estado expuesta. Seguramente no será un proceso fácil ni tan rápido como muchos desearíamos. Pero se han dado pasos importantes en esa dirección, precedentes claves de la mano de países que no son irrelevantes en el mundo.

1 de diciembre de 2010

¿Es esta la visión que tienen los catalanes del mundo?


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Desde el punto de vista didáctico y cultural los mapas mentales siempre han sido un ejercicio tan provechoso como ilustrativo. Revelan la visión que quien los hace tiene del entorno que le rodea, del mundo en el que vive. No hay en ellos rigor técnico o cartográfico alguno, pero es evidente que permiten extraer conclusiones valiosas sobre el modo de entender y valorar tanto lo que se tiene cerca como lo que, más alejado, merece también ser tenido en consideración simplemente porque existe y porque de ello se tienen constancias más o menos sólidas. Difícil es sustraerse a la dimensión globalizada de cuanto ocurre allí donde suceda. No son pocos los geógrafos que han dedicado páginas sin cuento a las manifestaciones empíricas de la llamada “Geografía de la Percepción, asociada a la concepción del espacio como expresión de una subjetividad que deriva de la cultura que se tiene y que a su vez explica comportamientos (behavioral geography) que de otro modo serían difíciles de interpretar.

Sirva esta reflexión previa para dejar constancia de la sorpresa que me ha producido el “mapa mental” que en la edición de El Pais Semanal de 28 de noviembre, publica el diseñador Javier Mariscal sobre la concepción que, a su juicio, los catalanes tienen del mundo, del mundo mundial, en el que viven. No lo hace un “charnego” o un catalán henchidos de visión crítica hacia Catalunya, sino un catalán, aunque de origen valenciano, de tomo y lomo, reconocido como uno de sus talentos más conspicuos, diseñador de la mascota con que se dieron a conocer los Juegos Olímpicos de Barcelona 92 (¿se acuerdan de Cobi?), y qué sé yo cuantas cosas más.

Me he detenido con atención en el mapa, porque todo lo que tiene que ver con el territorio me interesa. Y mi asombro ha sido grande, ya que, más allá de la caricatura y la visión humorística con que han de verse estos dibujos realizados con un cierto aire de provocación, no cabe duda que invitan a la reflexión. Echen un vistazo a la imagen, y sabrán de qué estoy hablando. Según Mariscal, la parte del mundo que los catalanes perciben gravita no tanto sobre Catalunya como sobre Barcelona, el epicentro magnificado de la centralidad y del espacio dominante. Sus referencias son las tópicas, las que simbolizan la imagen más convencional de la Ciudad Condal, relegando a un segundo plano a los otros topónimos que identifican el territorio catalán en esa interface espléndida que en él se produce entre el Mediterráneo y las múltiples expresiones de la montaña.
Pero lo que sí queda sumido en lo remoto es lo que se extiende más allá del río Ebro, poderosa solución de continuidad poco menos que infranqueable. Barrera de separación rotunda, lo que se abre a partir de ese cauce inmenso es bien poca cosa: Madrid como fortaleza casi hedionda, emerge en medio de la nada, flanqueada por tierras de interiores donde sólo crece el cactus solitario, en tímido contraste con las regiones de la periferia, asociadas a las señas más tópicas en las que se fundamenta una identidad no bien entendida. Una identidad que en el caso del Pais Vasco y de Galicia sólo cunde por su verdor, sin que en ninguna de las dos sobresalga otro aliciente que el que le confiere unos nombres emblemáticos en la proyección de los nacionalismos que tapizan esta nuestra sufrida piel de toro.

Bien poco queda allende la mar océana, que diría el Almirante, cuya estatua se yergue, altiva, donde empiezan o terminan las Ramblas barcelonesas. América queda desvaída en un horizonte lejanísimo en el que sólo descuellan la “linea del cielo” de Nueva York y la individualidad de la “isla más hermosa”, calificativo que el descubridor utilizaría cuando de pronto se topó con Cuba. Nada más. Se echa de menos lo que falta, es decir, continentes (Asia, Africa, el profundo austral) que, pese a su distancia, cuentan mucho, por las razones que sean, en este mundo de imágenes globalizadas de las que no es posible evadirse, por más que uno se empeñe.
Entendámoslo, en fin, como una simplificación, como una "boutade", como un juego (¿divertido?) de cartografías ilusorias, que quizá solo aniden en la mente de un artista dechado de capacidad imaginativa, y, por supuesto, también de una actitud muy crítica hacia sus conciudadanos más próximos. Mas qué duda cabe que llaman la atención, proviniendo de un creador que se las sabe todas. ¿Será esa la visión que los catalanes, o una parte significativa de ellos, tienen del mundo? ¿Será la que tiene el propio Mariscal, sin calibrar suficientemente la que tienen los demás?
En realidad, importa poco, ya que, para bien o para mal, el mundo está ahí, girando en torno a su eje, y, aunque no queramos o no nos guste, jamás nos podremos desprender de sus referencias universales, múltiples y contrastadas, ya inviten a la solidaridad o a la indiferencia.



28 de noviembre de 2010

Nadie habla de ellos. Nadie se acuerda de la tragedia del ciudadano que pierde su vivienda



Sigo con atención los debates que en España analizan las dimensiones de la crisis y los factores que la provocan. Muestro interés por las medidas que se proponen para atajarla. Me pierdo en los diagnósticos, en las advertencias y en las llamadas de atención. Atiendo con los cinco sentidos las declaraciones que desde el poder y la oposición se realizan sobre el tema. Atisbo en el plan previsto por el Gobierno el listado de leyes que se contemplan, hasta el final de la legislatura, con el fin de poner de manifiesto la voluntad de abordar problemas importantes. Leo con detenimiento, en fin, el resultado de la conversación mantenida por el Sr. Rodríguez Zapatero, y sus vicepresidentes, con lo más granado del empresariado español. Contemplo, sorprendido, cómo sólo cuatro de 37 (Anfac, Grifols, Inditex y C. Mondragón) pertenecen a la actividad industrial, es decir, la que crea innovación, empleo, valor añadido, exportación, mientras predominan los grupos financieros, las constructoras, la energía y el turismo. Empresas que en su mayoría obtienen la parte sustancial de sus beneficios en el extranjero. Preocupante panorama en un país que se ha ido desindustrializando, lo que justifica la ausencia en esa reunión de los responsables de los Ministerios de Industria y Ciencia y Tecnología. ¿No les sorprende también a ustedes?

Creo, en fin, saberlo casi todo, o al menos lo intento, de lo que los medios dicen sobre el principal problema global que actualmente afecta al país. A este pais, sumido en el desconcierto, asustado y sumiso. Y, sin embargo, en ninguna comparecencia, en intervención alguna ni en las conversaciones mantenidas con las grandes empresas, se dice nada, absolutamente nada, de una realidad social y económica que se ha convertido en tragedia de enorme dimensión. Nada se habla en esos foros donde se gestan las grandes decisiones del problema en que se encuentra el millón de ciudadanos afectados por los riesgos de desahucio de su vivienda como consecuencia de la imposibilidad de hacer frente a sus deudas hipotecarias.



Son ciudadanos olvidados, dejados a su suerte, pese a ser legión. Más de 230.000 expedientes de desahucio se han acometido en España desde mediados de 2008. El problema afecta a la mayor parte de quienes se sumergieron en la vorágine irracional del crédito hipotecario en los últimos cinco años, atraidos por los bajos tipos de interés, el atractivo de acceder a una vivienda propia al amparo de la proliferación inmobiliaria e inducidos asimismo por los bancos, que se mostraron dispuestos a respaldar con su crédito las operaciones más arriesgadas, implicando en ellas a los avalistas de los solicitantes hasta configurar una trama tupidísima en la que se vió apresado, casi de por vida, un sector importante de la juventud española y de los inmigrantes llegados al señuelo del empleo pretendidamente asegurado.

Mas ese tinglado se ha venido abajo y con el estallido de la burbuja ha sobrevenido un drama humano de colosales dimensiones. La gente pierde sus casas sin remedio ni paliativo, aunque ello no suponga la cancelación de la deuda, ya que el compromiso hipotecario se mantiene hasta su amortización definitiva. Y es que el procedimiento de dación en pago, por el que la entrega de la vivienda supone la eliminación de la deuda, no se aplica en España. La deuda no desaparece con la entrega del inmueble, que además pierde valor frente al que tenía en el momento de ser adquirido, por lo que la deuda mantenida es superior con frecuencia al valor tasado de la vivienda. Así se explica la situación trágica en la que se desenvuelven numerosas personas jóvenes, y no tan jóvenes, que han debido buscar refugio en el entorno familiar, mientras el problema se muestra irresoluble en el caso de los inmigrantes que, afectados por la misma situación, carecen, en cambio, del resguardo familiar que les acoja y proteja. De ahì su desesperación y las protestas de sus gobiernos, como contundentemente ha hecho el ecuatoriano. Se ha registrado, en ambos casos, situaciones terribles, que están en la mente de todos. ¿Puede haber algo más terrible en la vida de una persona, de una familia, que la pérdida de la vivienda para quedarse sin remisión en la puta calle?

Mas de ese tema apenas se habla en los medios y, lo que es más grave, se ignora en los ámbitos de la decisión que podría introducir medidas que contuviesen la gravedad del problema. Una palabra de reconocimiento de su tragedia también sería pertinente. En Estados Unidos hay movilizaciones muy fuertes contra los desahucios, que han logrado éxitos importantes, e incluso el Gobierno federal ha habilitado una linea de ayuda a los damnificados por la insolvencia y donde, en cualquier caso, la devolución de la vivienda al Banco libera de la carga contraida. En España la situación deriva a la actitud resignada del sálvese quien pueda. No ha habido reacciones colectivas contra el fenómeno que comento. Apenas solidaridades aisladas, manos irritadas en el rostro, algún insulto que otro y miradas al suelo.
Con todo, siempre hay espacios de encuentro y de solidaridad a los que acogerse. ¿Porqué no recurrir a la Red de Solidaridad Activa contra los Deshaucios, que se ha creado en España?


20 de noviembre de 2010

La sociedad española no es así


Creo estar en lo cierto cuando afirmo que la gran mayoría de la sociedad española es honrada, trabajadora, sensible y con espíritu crítico ante los problemas de nuestro tiempo. Tanto en los ambientes en los que habitualmente me desenvuelvo, ya en el trabajo o en el ocio, como cuando me informo a través de los cauces que valoro o asisto a actividades culturales de la más variada índole percibo a mi alrededor sensaciones creativas, en las que el debate respetuoso está presente, donde la gente habla sin gritar, escucha con educación y elude el aspaviento, el insulto y la impertinencia.


Entiendo que es el modelo de sociedad que domina frente a la vulgaridad y el mal gusto que de cuando en cuando sacude, como una fusta brutalmente violentada, el espacio mediático. Sin duda su resonancia es grande porque cuentan a su favor con la disposición de las herramientas que propalan a los cuatro vientos sus exabruptos y estridencias. En ocasiones he llegado a pensar que cuando sujetos que, desde el espacio público, alardean de pederastia o de fantasías sexuales, que ofenden la inteligencia, o presumen de actitudes que avalan la desvergüenza más miserable lo hacen porque consideran que sus frases tienen una audiencia que los jalea o, lo que es peor, porque no son conscientes de lo que realmente dicen, sintiéndose impunes en medio de un escándalo que en el fondo les trae sin cuidado porque piensan que de él incluso pueden sacar tajada. En realidad viven, pues no saben hacer otra cosa, de mostrar impúdicamente sus obsesiones a modo de proclamas originales, que no son otra cosa que palabras rancias, anacrónicas y repletas de mezquindad.


En esta patulea de la indecencia rijosa coexisten algunos políticos, que con estilo chulesco alardean de decir lo que piensan sin pensarlo, con periodistas, escribidores y tertuleros de medio pelo, que sorprendentemente ocupan tribunas abonadas con dinero público y en las que se regodean diariamente en medio de sus propias excrecencias. Normalmente suelen responder a un denominador común: son tipos cebados en la ofensa a la mujer, es decir, en la consideración de la mujer como un ser susceptible de ser denigrado sin rubor alguno, movidos por esa depravación machista en la que todos incurren al mezclar el rechazo político con la ofensa personal. También se ensañan con los débiles, con los pobres, con los que no pueden defenderse, con los que lo pasan mal.


A uno de estos bocazas, de palabra miserable y mente sórdida donde la haya, la que lo invitó a su programa televisivo calificó como “enfermo”, sin que el individuo frenara su verborrea indecente, oida por varios grupos de niños que sorprendentemente asistían a un debate centrado solo en la sal gruesa, en la chabacanería y en el insulto al adversario. ¿Saben los padres a lo que se exponen sus hijos acudiendo a los corrales de Telemadrid? Enfermo es sin duda el tipo de marras. Pero dudo de que el personaje sea consciente de su patología, pues, a renglón seguido, quien acoge en su ropaje mediático a tales emblemas de lo cutre sale en su defensa y los respalda asumiendo incluso la brutalidad y obscenidad de sus mensajes, al afirmar sin rubor que si se supiera de sus conversaciones privadas, "estaría muerta" (sic). Algún día se hará balance de lo que quien comento ha hecho en perjuicio de la calidad de la democracia española y de la dignidad de la política. Nadie se libra tarde o temprano del juicio objetivo de la Historia. Ahí están las hemerotecas para poner a cada cual en su sitio, aunque piensen que la celeridad del tiempo diluye aquello que desearían olvidar.


Con todo, y partiendo del hecho de que esas cosas suceden porque determinados ámbitos políticos amparan o excusan tales barbaridades, lo cierto es que la sociedad, la gran mayoría de la sociedad, camina por otros derroteros. Los problemas de la gente son otros, sus preocupaciones se debaten en escenarios diferentes, sus sensibilidades priman sobre la desvergüenza que la galaxia de lo cutre trata de imponer. De modo que, por más que el ruido de la miseria moral impregne el ambiente y dé la sensación de que estamos en el país de la bazofia, somos muchos más los que abominamos de ese estilo y nos avergonzamos de ser conciudadanos de tales miserables.


11 de noviembre de 2010

El escándalo de mirar para otro lado cuando se destruye un pueblo. Nunca podremos desprendernos de la Historia del Sahara Occidental

Niños saharauis en el aeropuerto de Villanubla (Valladolid), a punto de regresar a sus lugares de vida en el exilio. Verano de 2009


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Durante muchos años la tragedia del pueblo saharaui se ha identificado sobre todo con la terrible situación de los refugiados en los campamentos situados en la Hamada de Tinduf, al oeste de Argelia. Representaban el símbolo de una comunidad expulsada de su tierra, tenazmente defensora de su identidad y dispuesta a los mayores sacrificios mientras esperaba ansiosa, con la paciencia que proporciona el sentirse convencida de sus derechos, el cumplimiento de la legalidad internacional, que simplemente se limitaba, en sucesivas Resoluciones, a plantear, mediante referendum, el fin del proceso vergonzosamente iniciado con la ocupación por la fuerza en 1975. Hoy se sabe ya que aquella "marcha verde" que invadió el territorio español y que forzó al llamado Acuerdo de Madrid de cesión del Sahara Occidental a Marruecos y Mauritania fue apoyada, tras consulta, por Estados Unidos durante la presidencia de Gerald Ford, culminando en una de las experiencias internacionales más ignominiosas del último cuarto del siglo XX. Obviamente aquel Acuerdo fue considerado ilegal a todos los efectos. Un baldón en la Historia contemporánea de España.


Sin embargo, lo que está ocurriendo en noviembre de 2010 aporta una dimensión nueva que, además de mostrar la gravedad de las condiciones en que se encuentran los saharauis que habitan el territorio ocupado, desbarata por completo los argumentos engañosos de Marruecos y las opiniones que desde Europa secundan las pretensiones de ese gobierno autocrático al proponer una opción que la comprobación de los hechos revela tan ofensiva como insultante. El ofrecimiento marroquí de sustituir el referéndum exigido por la ONU por un plan de autonomía constituye una afrenta cuando se observan las razones que han dado origen a la instalación del campamento en las proximidades de El Aaiun, la violencia con que ha sido desmantelado, la represión, el amedrentamiento y los saqueos sufridos por la comunidad saharaui y, lo que no hay que pasar por alto, la manipulación informativa propiciada por la imposibilidad de acceder a la capital del Sahara Occidental para conocer lo ocurrido y dar cuenta de ello a la comunidad internacional.
Pues, ¿qué fiabilidad, qué garantía, tiene un plan de autonomía aplicado a un territorio que ha sido agresivamente colonizado y cuyos residentes originarios aparecen sometidos a un proceso de marginación que les convierte en súbditos discriminados, sin posibilidad de acceder a los mismos derechos que se otorga a los ocupantes? ¿qué confianza, qué credibilidad, merece un país que vulnera los derechos a la información y a la verificación de lo sucedido, demostrando con arrogancia inadmisible un desprecio absoluto a las normas que regulan la libertad de expresión y el derecho a una información veraz, máxime cuando hay pruebas evidentes de violencia y maltrato?


Tinduf, Gdeim Izik. He ahí dos lugares que se unirán para siempre en la historia de la infamia y en la vulneración de los derechos humanos. Por si faltara una muestra más de la magnitud en que se plantea la tragedia saharaui, ya no hay duda que valga. Todo ha quedado en evidencia: tanto los exiliados como los residentes conforman una comunidad que siempre será maltratada por Marruecos. El colonialismo ha quedado en evidencia a través de la usurpación de los derechos y las propiedades. En el Sahara Occidental lo mismo que en Palestina. Dos situaciones que se entrelazan mientras los grandes del mundo asisten impávidos y cobardes a la ceremonia implacable de la destrucción. De ambas me he ocupado varias veces en este blog, pues son causas que defiendo de manera decidida.
Y, por lo que respecta al Sahara Occidental, a la tierra de Saguia el Hamra y Río de Oro, no cabe otro sentimiento que el que mezcla la solidaridad con la decepción. Solidaridad que será larga pues la batalla se muestra interminable. tras siete lustros de ilegalidad impune. Y decepción brutal y desconsolada ante lo que estamos viendo: silencios clamorosos en los cuatro vientos, muestras indecentes de hipocresía, ningún atisbo de condena ni denuncia de los hechos (salvo las honrosas excepciones de los Parlamentos de Andalucía y Navarra), miembros del gobierno español que se contradicen con declaraciones lacónicas y de circunstancias sin saber qué más decir, visitas vergonzantes a Argelia para aplacar al Frente Polisario, declaraciones contemporizadoras y elusivas del problema, Unión Europea sumida en sus aspavientos sin rumbo, en manos de liderazgos mediocres, mientras consiente con todo lo que debiera indignar su personalidad tradicionalmente defensora de los derechos humanos, intelectuales de fuste a los que solo interesa destacar “au dessus de la mêlée”, tertulianos de rabia incontenible que apenas mascullan vaguedades cuando de la catástrofe se trata, infomativos de la televisión pública que relegan la noticia al cuarto plano. Miseria por doquier, adobada de mala conciencia que fuerza a bajar la vista y hundir la cabeza. ¿Sensación de impotencia, olvido deliberado, hastío incontenible?



7 de noviembre de 2010

Todas las voces son necesarias para defender al pueblo saharaui … y cuanto más resonantes mejor



Ningún Estado reconoce la soberanía del Reino de Marruecos sobre el Sahara Occidental. Después de 35 años de ocupación ilegal y por la fuerza, sigue siendo el único territorio en el mundo pendiente de descolonización, mientras permanece incumplida la Resolución de Naciones Unidas que obliga a la celebración de un referéndum de autodeterminación que ponga fin a la situación de inseguridad jurídica en que se encuentra un territorio que sigue aún bajo la administración española. Mientras tanto, el acoso y la humillación no cesan. Tanto en el exilio como en la zona sometida a ocupación.

A medida que se conoce la situación de los saharauis residentes en el territorio ocupado, la indignación se acrecienta, porque ya no ha lugar a la sorpresa. Lo que está sucediendo en estos momentos clama al cielo y no hace sino acumular, experiencia tras experiencia, demostraciones más que suficientes de que la política de Marruecos sobre el Sahara Occidental se basa en tres ejes permanentes: marginación de los saharauis, relegados a la precariedad y el abandono, represión sin límites hacia cuantos defiendan la causa justa del pueblo sojuzgado y expolio permanente de los recursos. ¿Qué más argumentos cabe esgrimir para que al fin el mundo exija a Marruecos que cumpla la legalidad internacional? ¿Porqué no se le aplican con la misma contundencia las medidas utilizadas contra aquellos gobiernos que han incumplido también las normas internacionales e incluso se ha sometido a sus dirigentes al Tribunal Penal Internacional? Nada parece inmutar al jefe del Estado marroquí: mientras mantiene en un guetto a la población acampada en condiciones infrahumanas en el campamento de Gdeim Izik, aprovecha la ocasión para reclamar la parte del territorio saharaui en poder del Frente Polisario, mostrando una arrogancia tan insultante como mezquina.

Tanto ha sufrido el pueblo saharaui, tanto ha sido el menosprecio vivido por los españoles solidarios con ese pueblo, tanta la ignominia padecida dia a día, tanta la desesperanza… que resulta difícil resistirse a la reclamación de que otras voces se unan a las nuestras para encontrar la salida que ponga fin a uno de los episodios más trágicos de la geopolítica mundial en nuestros días. Y si esas voces poseen la resonancia que merecen, serán coherentes con lo que pretenden en este mundo de problemas irresueltos, evitando posiciones críticas selectivas y el empleo de distintas varas de medir frente a la injusticia y la violencia.

Por esa razón, y tras casi siete lustros de vergüenza, ¿no sería el momento de que el papa de Roma aprovechase el interés y el celo que muestra por cuanto sucede en este país, que tanto le aflige pese a que tanto le da, para hacer oir su voz reclamando justicia y respeto hacia el pueblo saharaui? Y ya que el flamante Premio Nobel 2010 ha dejado por escrito su inequívoca voz de denuncia contra la colonización del Congo y la explotación de la Amazonia peruana en su excelente El sueño del celta, ¿no parece llegado el momento también, como ciudadano español que es, de que Mario Vargas Llosa reclame, con la rotundidad y fuerza con que lo hace para otros escenarios, el cumplimiento de la legalidad internacional y la defensa de los derechos humanos allí donde, como en el espacio que nos ocupa, están conculcados hasta extremos inconcebibles?

1 de noviembre de 2010

Mensajes en la calle (30): ¿Alcalde vanidoso o nuevos tiempos para los monarcas?


El río Ebro a su paso por la ciudad de Miranda de Ebro (Burgos)

Observar y detenerse en los letreros que en la calle dan cuenta de la vida y de la historia de un lugar arroja enseñanzas valiosas, que a veces sorprenden. Nada de lo que se difunde gráficamente en el espacio público para que los demás lo vean es inocente y banal. Nada es casual e intrascendente. Esconde siempre una intencionalidad, un propósito decidido, que invita a la reflexión, alienta el comentario o simplemente sirve para hacerse una idea de lo que el responsable del aviso o del anuncio pretende.


Pasear por el espléndido puente del siglo XVIII que cruza el Ebro en Miranda de Ebro, una villa industrial en el nordeste de la provincia de Burgos, es un placer, que permite no sólo contemplar la perspectiva del río más caudaloso de España, patrimonio de todos porque varias regiones atraviesa, sino también apreciar el significado histórico que esa obra desempeña en el engarce del núcleo originario de la ciudad (el barrio de Aquende: magníficas las referencias de los edificios catalogados por su interés arquitectónico) con el espacio en el que han tenido lugar los principales procesos de crecimiento y transformación urbanística (el barrio de Allende). Mas el viajero que mira en lontananza sin reparar en detalles nimios de pronto se detiene porque el ojo izquierdo, que guarda para los detalles de cerca, le indica que algo llama la atención. Pocos quizá se fijan en el hecho, pero, a fe del paseante, la cosa tiene su intríngulis.


Excelentes descripciones sobre los caracteres arquitectónicos de los edificios singulares del barrio histórico de Miranda de Ebro. Un ejemplo a seguir.


¿De qué se trata? De algo tan significativo como los cambios introducidos en las placas que dan testimonio de las reparaciones efectuadas en tan destacada infraestructura. Han sido tres:





La primera durante el reinado de Carlos III, aquel monarca admirable que trató de modernizar España contando con algunas de las mejoras cabezas que ha dado la historia del país y bajo cuyo mandato se acometieron importantes obras públicas; en la segunda gobernaba a la sazón Alfonso XIII, aquel rey de imprudencias gravísimas que acabó en el exilio y en la ruina…. Y en la tercera, ¿qué ha ocurrido en la tercera reparación? Pues nada, que alterando el modelo utilizado hasta entonces, la figura del Jefe del Estado ha desaparecido. No hay rey que valga, ni referencias monárquicas que encuadren la época. El que mandaba en el momento no lo hacía en España, sino en su ciudad, en su pueblo, en su ámbito de poder y relaciones. Mandaba el alcalde. Y punto.


Lo curioso es que el munícipe que hizo tal cosa fue el mismo que encargó la inscripción relativa a la reforma anterior, en la que sí figuraba el rey pero no el alcalde. ¿Cómo entender esa modificación? ¿Como olvido deliberado, que lo es, del monarca de la época o como demostración de ese empeño obsesivo de los alcaldes de nuestros días que, celosos de su legitimidad, que la tienen, están dispuestos a figurar en todo lo que inauguran para que su nombre vaya asociado para siempre a su paso por el poder que todo lo puede?


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