13 de abril de 2008

¿Y qué va a pasar con la Educación?

El diseño del nuevo gobierno socialista por parte de José Luis Rodriguez Zapatero plantea no pocas incógnitas que sólo el paso del tiempo se encargará de despejar. Si ya he dejado constancia en la entrada anterior de la sorpresa que ha supuesto la eliminación de un Ministerio del Medio Ambiente, concebido con la perspectiva transversal e intersectorial que hasta ahora habia tenido, no es menor el desconcierto y preocupación que provoca la nueva estructural ministerial con que se plantea el funcionamiento del sistema educativo, que por vez primera aparece fragmentado, rompiendo así la lógica, justificada y necesaria articulación que debiera existir entre las enseñanzas universitarias y las que las preceden. ¿O es que ya no es pertinente?. ¿ Y por qué?.

El complejo universitario, cimentado en las etapas previas del proceso formativo, pasa ya a formar parte de una responsabilidad ministerial llamada de
Ciencia e Innovación (¿no son las Universidades mucho más que Ciencia e Innovación?), asignada a una Doctora en Biología, Cristina Garmendia, que, tras una fugaz experiencia académica, se ha orientado, al parecer con éxito, hacia el mundo empresarial en el sector de las biotecnologías. Curriculum irreprochable en ese campo, por lo que dice la prensa, pero desconocedora, hasta que se demuestre lo contrario, del complicado panorama actual de la Enseñanza e Investigación Superior en España, en un momento además especialmente crítico como es el que les aguarda a las Universidades de cara a su adaptación al Espacio Europeo de Educación Superior.

Personalmente, no creo que la atribución de la responsabilidad universitaria a una experta investigadora, estrechamente vinculada con el sector empresarial, vaya a mejorar sustancialmente el modelo organizativo en el que se ha basado el desarrollo de la investigación científica en España a través de los mecanismos hasta ahora dependientes del Ministerio de Educación y Ciencia (Agencia Nacional de Evaluación, Plan Nacional I+D, etc.), y que no han funcionado mal, aunque nada hubiera impedido potenciarlos en el marco de una responsabilidad ministerial integrada. En el rumbo emprendido, somos muchos los que advertimos de los riesgos que supone aplicar parámetros rígidos y selectivamente sesgados a favor de determinados campos del saber en detrimento de los que pudieran estar peor acomodados a la lógica de un Ministerio eminentemente sustentado en criterios de rentabilidad y pragmatismo comercial de la investigación universitaria. Con palabras precisas ya lo ha señalado el rector de la Complutense, Carlos Berzosa, al afirmar que "no queremos que la Universidad sea entendida como si viviese en un mundo aparte, como si no tuviésemos nada que ver con Educación y sólo estuviésemos vinculados a la investigación y al mundo empresarial". Se ha impuesto una visión reduccionista de la Universidad, cuyos resultados son más que inciertos.Veremos.


Y lo que se ha hecho con el Ministerio de Educación, que continua bajo la batuta de la siempre sonriente Mercedes Cabrera (¡cómo sentirá no presidir ya las reuniones de los rectores!), no invita tampoco al optimismo, precisamente por que, al final, se trata de un Ministerio en el que, como decia hoy un medio de comunicación, se cuece un confuso "cóctel entre educación y dependencia". En este escenario no son pocos los indicios que apuntan a favor de un debilitamiento sensible de la Educación, al tratarse de un tema que casi se entiende ya como una causa perdida, indiferente o ajeno a los graves diagnósticos que se hacen sobre la calidad de la educación en España. Como ocurrió con el Medio Ambiente, en el debate de investidura los principales líderes pasaron de puntillas sobre el tema educativo o simplemente lo menospreciaron. Se ha decidido mirar para otro lado, sin más. Da la impresión de que se trata de una cuestión incómoda, que hay que seguir gestionando, aunque alejado ya de las preocupaciones prioritarias, con la inercia que deriva de la inercia. Al fin, la dicotomía está más clara que el agua: la Universidad y sus investigaciones utilitarias, por un lado; la Educación y sus carencias, por otro. No nos compliquemos la vida con ambiciones y proyectos formativos que tantos quebraderos de cabeza nos causan. Y, para rematar con esta ceremonia de la confusión y compensar la pérdida de las competencias universitarias, cojamos el problema de la dependencia y unámoslo al de los educadores, lo que introduce una situación de incoherencia que va a poner muchas veces a prueba el equilibrio mental de la señora ministra.

Una mala copia del modelo británico. Una forma, en suma, de rellenar como sea un Ministerio capitidisminuido con una tarea - la de la acción social - que no se ve muy bien de qué manera puede gestionarse con la eficacia necesaria en un entramado de decisiones donde se mezcla con las funciones educativas, cuando lo lógico hubiera sido entender las politicas sociales imbricadas con las de igualdad, a las que, sin embargo, se segrega para justificar la creación de un Ministerio específico, independiente de aquéllas. ¿Garantizará todo ello los objetivos que se preven?. ¿Alguien es capaz de entederlo o explicarlo desde el más elemental sentido común?. Habrá que estar atentos al proceso de rodaje, que se me antoja confuso y posiblemente errático.

1 comentario:

  1. La universidad en manos de una empresaria de la directiva de la CEOE...viva el socialismo

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