21 de mayo de 2009

Viñetas que invitan a pensar: envidiar es sufrir



Aunque sea un retrato conocido, siempre impresiona cuando se contempla. Es obra de Théodore Géricault, maestro del romanticismo pictórico francés, que la realizó en 1822, y se encuentra en el Museo de Bellas Artes de Lyon. Hay catálogos que la identifican simplemente con el título de La Loca, pero en realidad el que le dio el pintor es “La monomane de l’envie”, la loca de envidia. Pocas imágenes como esa reflejan lo que supone esa actitud ante las personas y ante la vida. La monomanía, la obsesión, que llevan o pueden llevar al delirio.

Cornelivs ha escrito un post sobre este tema, que me da pie a completar algunas de las numerosas y atinadas interpretaciones que él hace sobre la definición de la envidia. Añado una que me parece fundamental y que está en la clave del gran riesgo que entraña. Y es que la envidia sólo hace daño a quien la tiene, sólo perjudica a la persona que siente hacia otra los achares y celotipias que la devoran. Es una conducta, pues, siempre insana, (¿qué es eso de la envidia sana?) que, por lo que dicen los psicólogos, deriva en obsesiones que conducen a esa monomanía denunciada con enorme realismo en el cuadro que nos ocupa.

Mas no es necesario recurrir a la Psicología para darse cuenta de ello. Sería suficiente con echar un vistazo a los numerosos testimonios que la historia, el cine y la literatura nos ofrecen para darse cuenta de los riesgos que acompañan a esa irracionalidad, que muchos conciben como la cara oculta de la competitividad que enfrenta, divide y tensiona a los seres humanos.
Las fábulas de La Fontaine la describen con sencillez y dureza a la vez, resalta desgarrada en las tragedias de Sófocles y cobra violencia y crueldad en textos memorables de Shakespeare o Stendhal. Pero ya que esta entrada me ha venido inspirada por el ilustre jienense, que deleita la blogosfera con su fascinación por Roma, simplemente le recordaría lo que la envidia supuso para Rómulo, cuando le llevó a quitar la vida a su hermano Remo, por más que ello no restase un ápice a la contribución que este tuvo en la fundación de la ciudad que baña el Tévere.

18 comentarios:

  1. La envidia suele definirse como la tristeza por el bien ajeno; un sentimiento desagradable que se produce al percibir en otro algo que se desea y que dificulta el desarrollo del que lo sufre y sus relaciones con los demás. Se mezclan emociones de naturaleza contradictoria, como por ejemplo, el deseo de tener lo que otro tiene, la admiración por lo que otro ha conseguido, el dolor por no tenerlo, la indignación por considerar injusta la diferencia que se observa o la incertidumbre por no entender a qué se deben las diferencias que producen la envidia. El envidioso, más que malvado, es un pobre desdichado. También es un insolidario porque piensa que la persona envidiada no merece lo que tiene.

    La envidia se produce casi siempre hacia personas muy cercanas. Lo que puedan tener personas desconocidas y distantes nos importa un bledo. Entre los valores más envidiados suelen encontrarse el prestigio, el reconocimiento, el estatus laboral, el dinero, el poder y las cuestiones materiales.

    Como el problema de la envidia es bastante común, algunos hablan de la “envidia sana” para autojustificarse. No hay envidias malas y envidias buenas. Todas son expresión de una conflictividad personal. Todas expresan inaceptación de las propias limitaciones. Por eso se dice que el envidioso tiene un evidente complejo de inferioridad al no aceptarse a sí mismo con las propias circunstancias.

    A veces se confunden los términos. Cuando uno piensa: ”Quiero ser tan buen escritor como Cervantes” no expresa envidia sino deseo de emularle y expresión de una evidente admiración.

    Interesante entrada, Fernando.

    Un abrazo

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  2. Sólo difiero cuando dices que la envidia perjudica a quien la padece, yo creo que superado ciertos límites, el entorno del envidioso también se verá afectado. Torcerá los hechos a su merced, enloquecerá a todo el que le rodea hasta conseguir lo que desea, y eso nunca se sabe muy bien qué sea, porque en realidad la envidia es global, no tiene medida.
    En cuanto a lo que dice Luis Antonio sobre la "envidia sana", creo que a veces lo utilizamos como una frase hecha, no porque realmente se sienta envidia de esa persona. Es una mezcla de admiración y ¡carajo, yo tenía que hacerlo así de bien!, que dependiendo como se tome puede llevarnos a avanzar en nuestra vida.Por otro lado, creo que la falta de la propia aceptación del ser humano, en ocasiones le ha llevado a conseguir objetivos de lo más loable (chavales con sindrome de down que son licenciados universitarios; descubrimientos científicos; logros deportivos...)el inconformismo forma parte de nuestra esencia.
    Besos nada envidiosos (salvo que las fotografías tan bonitas que colocas en el cabecero).

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  3. Ese cuadro es magnífico. Esa mirada... (la he podido percibir en ciertas personas del Imserso...) y, francamente, da escalofrios. Visitaré el blog de CORNELIUS. Besotes, M.

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  4. Por cierto no sabía que Rómulo mató a Remo. Ahora me entero. Todos los dias se aprende algo y contigo MUCHO. Besotes, M.

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  5. ..." El espartano Antistenes, al saber que le envidiaban, contestó con acierto: peor para ellos, tendrán que sufrir el doble tormenteo de sus males y de mis bienes"....
    (Ingenieros)

    Realmente son dignos de lástima, pero hay que ser muy precavidos de su poder destructivo.

    Saludos.

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  6. Y asi fue, querido amigo, con la envia nació Roma, y si quieres, el propio mundo: lo propio sucedió con Cain y Abel.

    Desde luego, la envidia solo hace daño a quien la padece. Es un grave problema.

    Un enorme y entrañable abrazo, querido amigo, no sin antes agradecerte tus amables palabras y los inmerecidos elogios que me dedicas.

    Reitero mi abrazo.

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  7. La envidia, a veces llega a ser enfermiza, es entonces, cuando cegado por el odio, se puede llegar a matar, pero como bien dices, el que realmente sufre, es el que siente envidia. La expresion de los ojos de la mujer del cuadro, es autentica. Un beso

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  8. Para mí un envidioso es siempre un ser en precariedad, un necesitado, alguien que no está satisfecho de sí mismo y se siente inferior. Hoy mismo he leído con mis alumnos un poema de Fray Luis,

    "Aquí la envidia y mentira
    me tuvieron encerrado.
    Dichoso el humilde estado
    del sabio que se retira
    de aqueste mundo malvado, 5
    y con pobre mesa y casa,
    en el campo deleitoso
    con sólo Dios se compasa,
    y a solas su vida pasa,
    ni envidiado ni envidioso".

    "ni envividiado ni envidioso", ese final me fascina, porque es la perfección de un ser humano. A nadie se envidia, pero tampoco se es envidiado, porque ante nadie se hace alarde de lo que se posee. Pero además recuerdo un precioso refrán árabe que dice: "No celebres a tu amante ante los extraños", cuyo sentido es el consejo de no alardear de lo que posees ante nadie, pues suscitarás la envidia, y ese terrible sentimiento no sólo hace daño al que lo padece, sino al objeto y en realidad a toda la red social de ambas partes.

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  9. Muy buen complemento a la entrada de Cornelivs.
    Es cierto que los mayores perjudicados son los envidiosos que sufren sin necesidad, pero a veces los envidiados reciben algún "palo" colateral que también merece mención.
    Un abrazo y que sepas que el título de tu post tiene alguna otra acepción.
    Un abrazo

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  10. Me has hecho pensar si soy o tengo alguna envidia escondida hacia algo o alguien... y reconozco que soy demasiado sencillo.
    Pero hay un punto que difiero. Todos los presentes hablan de la envidia como algo malo y pienso que, en su justa medida, es muy útil. Nos olvidamos qué, muchas cosas, se han realizado por enviaid a otro, la envidia entre escritores han dado frutos muy apetecibles, la envidia entre deportistas ha hecho que vivamos partidos, carreras o campeonatos extraordinarios. La envidia es un envite a la superación.
    Lo peor es cuando, el ser humano, sobre pasa un límite y quiere tener lo de los demás al precio que sea.
    Muy buena entrada, me has hecho pensar.
    salduo y salud

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  11. A ÁLVARO DORIAN:

    Yo creo que no hay que identificar la envidia con el espìritu competitvo o con el deseo de mejorar o alcnazar metas más elevadas.

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  12. me ha gustado mucho tu post, es cierto que la envidia es malísima.
    Paso a dejarte un cariñoso abrazo y mis mejores deseos para este fin de semana.
    Un beso,
    Rachel

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  13. Has elegido a la perfección el cuadro de Géricault que ilustra tu Post.. en este caso se confirma lo de "la Imagen..." Dicen tanto estos ojos.. mirada ladeada, nunca de frente..
    La envidia, mientras se mantenga en el individuo, sólo le perjudica a él... pero si se traduce en hechos, palabras, rumores.. ahí si que es de lo más nociva... pero el desdichado, desgraciado, al final siempre es el envidioso.


    Un beso, Fernando.

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  14. la envidia ... como todos los sentimientos profundos lleva millones de asesinatos a sus espaldas. Guerras, odios, infidelidades, ¡cuántas desgracias le son atribuibles!

    Y dicen que aquí en nuestra España tenemos para dar y tomar ...

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  15. Fernando es Gizela Rudek.
    No encuentro tu correo y necesito comunicarme contigo.
    El mio: Rudekgizela@gmail.com .
    Y disculpas en avanzado.

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  16. Hola Fernando, hay grandes ejemplos de envidia escritos en libros, peor muy reales, que nos dicen lo que peligrosa que es la envidia, en este caso "Una imagen vale más que mil palabras", porque expresa el delirio y la tristeza convertida en odio e inconformidad hacia la vida. Porque el que siente envidia nunca está conforme en la vida, es un miserable, un desgraciado que lamentablemente sufre y sufre siempre.
    Un gran post lleno de arte.
    Un abrazo, didi.

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  17. hola escritor,poeta ya migo!!!
    muy cierto..la envidia destruye al ser humano...
    y no creo en la envidia sana...
    abrazotes!!!
    silvia cloud

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  18. He tenido la suerte, o la desgracia que no lo sé muy bien, de no haber sido envidiado. Tampoco de envidiar a nadie. Me he ahorrado ese sufrimiento propio y también se lo he ahorrado a los demás. Pero ha sido simple suerte.

    Ese dicho popular que dice más o menos: “fue la envidia de todo el contorno”, a mí no se me puede aplicar.

    Tampoco es que haya sido testigo de situaciones en que se diera en alguien esa actitud. Bien es cierto que nunca he estado en situaciones de competitividad, de lucimiento personal o de empeños de poder o de prestigio.

    No es que haya pretendido aquello del “beatus ille…”, pero de alguna manera me ha ido saliendo algo semejante.

    Y es cosa de la que me alegro, porque a juzgar por el rostro de la envidiosa del cuadro, la envidia es generadora de mal tanto para quien la sufre como para quien es causa de ella.

    No, definitivamente, la envidia no es buena. Ni siquiera la que vulgarmente se considera “sana”, porque el no lograr epatar, menos alcanzar y sobrepasar, al sujeto modelo es causa de frustración, ruptura y hasta enfrentamiento.

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