La
lucha por la solidaridad no sólo debe referirse a las actuaciones que se muestran sensibles con los problemas y las
dificultades que afectan a los millones de personas sumidas en el
subdesarrollo. Por lo común las posturas planteadas con tal fin se decantan primordialmente y de manera
justificada a favor de las situaciones derivadas de la miseria, la desigualdad
y la injusticia en los escenarios más críticos de la Tierra. Sin embargo, la
mirada en esa dirección no debe impedir centrarla también en aquellos otros que
nos son más cercanos, que coexisten con nosotros en la cotidianeidad de nuestro
entorno, que tenemos incluso al alcance mismo de la mano. Y es que cuando nos
aproximamos al conocimiento de las dimensiones que alcanza la desigualdad en
los países que consideramos avanzados, los datos acusan sin paliativos la
magnitud de la brecha que separa a los ricos de los pobres.
Número de veces que la renta media del 10% de la población más rica supera la renta media del 10% de la población más pobre. Fuente: OCDE (2011)
Basta
echar un vistazo a los datos publicados por la OCDE para percatarse de hasta
qué punto la dualidad social marca de forma indeleble el panorama social a
través de una información suficientemente expresiva como para inducir a
profundizar en ella y conocer de cerca, sin tapujos, cómo se manifiesta en la
vida de los ciudadanos y en el despliegue o frustración de sus oportunidades en
un panorama que en modo alguno debe ser simplificado o ignorado
Claramente
por encima de la media figuran países que ocupan una posición destacada en el ranking
del desarrollo. He ahí, bien identificados, los nombres de Australia, de
Japón, de Canadá, de Italia, del Reino Unido, de Israel, de Estados Unidos y de
Chile, uno de los Estados socio-económicamente más contrastados del mundo. En
ese grupo figura también España, donde, para precisar la dimensión del
problema, la renta media del 10% de la población es casi doce veces superior a
la renta media del 10% de la población más pobre.
Ahora
bien, más allá de los datos generales,
y centrados en el caso de España, resulta pertinente una llamada de atención
sobre los riesgos que amenazan el mantenimiento de los derechos esenciales de
la población, entre los que la sanidad y la educación ocupan una posición
preeminente. Mientras asistimos al lamentable espectáculo que los sitúa en una
pendiente regresiva a medida que los recortes aplicados en los presupuestos del
Estado no hacen sino deteriorar lo conseguido en ambos servicios básicos –
sobre todo, cuando se comprueba que la reducción del 83 % del presupuesto
afecta al gasto público directo, con particular incidencia en la política
social, y la reducción de las ayudas en cooperación al desarrollo disminuyen en
un 72 % - , no está de más recordar el flagrante incumplimiento de compromisos
internacionalmente asumidos que ello representa.
Conviene
recordar que España suscribió en 1977 el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales por el que el Estado se comprometía a
preservar y defender los indicadores que reflejaban una atención expresa a
favor de los derechos que dignifican a la persona y aseguran unos estándares
esenciales de bienestar. La comprobación de que las medidas de mutilación
presupuestaria adoptadas por el Gobierno en estos capítulos pueden ocasionar un
efecto traumático sobre la sociedad, y en especial sobre sus sectores más
vulnerables, ha motivado la denuncia presentada por varias ONG ante el Comitéde Derechos Económicos, Sociales y Culturales de la ONU, alegando que el país
incumple compromisos internacionales debido a la adopción de medidas “que
derogan garantías legales de los derechos sociales” y ante la constatación de
que las políticas que se están impulsando, como la reforma laboral, la reforma
sanitaria y la reforma educativa empeoran la situación de los grupos sociales
vulnerables.
En
cualquier caso, nos encontramos ante una transgresión flagrante de los
principios inherentes a la solidaridad que, por lo que se ve, es un valor en
crisis, gravemente amenazado en todo el mundo y cuya defensa requiere voces
enérgicas y contundentes en todo tipo de foros y espacios de relación.
Los números podrán ser prosaicos, pero a veces resultan más clarificadores que las propias palabras. Interesantes datos los que nos aportas, Fernando. La cuestión es si los que tienen poder para equilibrarlos los conocen y si son sensibles a los mismos...
ResponderEliminarUn abrazo