Cuidado, heles ahí. Sin
complejos, a cara descubierta, y ajenos a los diccionarios o a los textos de
referencia, que precisan el valor de la palabra, emergen con fuerza los nuevos
teóricos del pensamiento distorsionado, de la expresión engañosa y del eufemismo cínico. Cristina Fernández, la que ahora manda en la Argentina, que dice no ser
"patotera" y que denuncia a los periodistas críticos mientras se niega a que le hagan preguntas, acaba de proclamar que lo que hace es "modificar el curso de la historia", dando a entender que el presente no tiene pasado y
que lo que ocurre bajo su mandato es de lo más innovador y revolucionario que
imaginarse pueda, cuando, a poco que se analice lo que hace y lo que dice en la perspectiva del tiempo, nada hay ni de lo uno ni de lo otro. Lo proclama a grito pelado en Buenos Aires mientras el aire se enrarece al son de
la agobiante y tramposa parafernalia peronista, que encandila a amplios
sectores de la sociedad a cambio simplemente de demagogia a raudales, de verborrea engañosa, y de
sinecuras sin cuento a los que lideran los movimientos sociales clientelarmente controlados y retribuidos por ella.
Entre tanto, en la ciudad que otrora se llamó Santa Fe de Bogotá, y hoy simplemente
se conoce como la capital de Colombia, Rajoy Brey, el gobernante español también refractario a las preguntas no previstas y que huye de las ruedas de prensa como de la peste, ha proclamado no ha mucho a los veinte vientos que se forman en el entorno de los
Andes que lo que él está haciendo es nada menos que "refundar" el Estado de Bienestar, ese modelo que tiene en Europa una tradición arraigada y
cuyos parámetros e indicadores se sustentan en principios que no admiten
equívocos. A la vista de lo que sucede y del panorama a que da lugar, la palabra "refundar" resulta tan ofensiva como impertinente, si no fuera porque la credibilidad del personaje y la confianza en él- los sondeos de opinión así lo avalan - ha tiempo que se esfumaron para muchísima gente.
Mas no son los únicos. Toda una nueva jerigonza intencionada - llena de tropos, sinécdoques o pleonasmos - emerge en el
panorama lenguaraz de la mayoría de los políticos actuales, sobre todo cuando están en el
poder, que recurren a las engañifas retóricas para sortear la realidad, maquillar sus
responsabilidades y ofrecer, a la postre, el mensaje más propio del gato correoso que de la liebre
transparente y diáfana. Al parecer, por esos derroteros va a circular, lo está haciendo
ya, el estilo de hacer política de nuestros días: enmascarar la realidad
mediante el empleo del lenguaje tergiversado. Toda una operación de marketing de palabrería mendaz se apodera de la escena, mientras se alerta a la tribu mediática, que vive a sus
expensas, de que ése es el guión a seguir, por lo que no cabe otra actitud que la
transigencia con el trampantojo.
Fernando otra táctica que veo muy plausible es querer arrinconar a los ciudadanos contra las cuerdas de la existencia para que explotemos y así ellos tener la excusa, porque tienen las armas, de liquidar a unos cuantos miles. Somos muchos en el mundo y tienen que deshacerse de nosotros, especialmente los viejos y los minusválidos y, si te das cuenta, por ahí van los tiros: denegando ayudas a la asistencia de los dependientes y hacer que los mayores nos paguemos las medicinas. Todo está muy bien planificado desde las "alturas" del poderío aunque yo diría las "bajuras"... Besotes, M.
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