Lycée Champollion en Grenoble
"
L'école doit être assurée de ses ressources, on ne peut pas enseigner
correctement sans un encadrement suffisant pour nos enfants"(...) "C'est la raison
de mon engagement, et je le réitère aujourd'hui comme président de la République, de recruter 60.000 personnels de l'éducation
sur la durée de mon mandat". Con estas palabras, el primer
mensaje que François Hollande ha dirigido a su país tras tomar posesión como
Presidente de la República Francesa ha estado dirigido expresamente a la Educación, con
palabras que deben ser grabadas en la fachada, si es que existiera, del
edificio que simboliza la Unión Europea. Oír un discurso así nos reconcilia con
la política, nos acerca a los valores que representa el mejor poder democrático
al servicio de la ciudadanía, nos revela hasta qué punto no todos los políticos
ni todas las opciones son iguales.
Acabo de contemplar el acto institucional de investidura en el Palacio
del Elíseo. Nada de cruces, nada de biblias, nada de juramentos. La bandera
tricolor y el himno de la nación. Solemnidad formal, laicidad, cortesía y sencillez en el
fondo. El relevo que las urnas han determinado. Simbología republicana asumida
como garantía de la continuidad del Estado más allá del huésped del turno.
Muchas miradas, desde la izquierda y desde la derecha, se dirigen hoy a la
ciudad de Paris, a la espera de que un nuevo rumbo comience a tomar fuerza y
vigor en este escenario europeo tan asfixiante como deprimente. Hollande acude
a la cancillería de Berlín para subrayar que otros aires inundan, al fin, la atmósfera
en Francia. Aires que han comenzado con una hermosa invocación al valor de la
educación y la investigación científica, para las que no caben sino reconocimientos. ¿Han oído ustedes algo
parecido en los bosques grises de la Moncloa?
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