Estatua alegórica de la Republique française en Lille
¿Quién no ha criticado alguna vez a Francia? ¿Cómo
olvidar los agravios, las desconsideraciones, los menosprecios que a veces se
han hecho a los españoles desde los centros de poder, de la economía o de la
cultura franceses? Sin embargo, también perviven diáfanas en nuestra memoria las muestras
de interés que ese país ofrece cuando lo contemplamos desde la perspectiva que
lo presenta como protagonista de hechos históricos que han marcado con letras y
acontecimientos indelebles la evolución y el progreso de la Humanidad.
Mirar hacia París
nos resulta no solo evocador de lo que la ciudad más bella de Europa ofrece
como manifestación espacialmente representativa de hitos definitivos y esenciales en la
defensa y en la lucha por la libertad. La Bastille, la Commune, les Champs Elysées de la "libération", el Quartier
Latin, les Jardins de Luxembourg, Nanterre ... afloran siempre como paisajes fundamentales cuando se valora lo que
Francia representa a la hora de abrir nuevos rumbos y luces alentadoras en los
túneles cegados de la historia por el pensamiento opresor y monocorde.
¿Ocurrirá ahora cuando la Unión Europa se ve encenagada por el discurso único que todo lo bloquea y lo reduce al estigma de la insolidaridad y del sálvese quien pueda? ¿Hasta qué punto será posible avanzar por derroteros que permitan recuperar las confianzas perdidas, restablecer las ilusiones frustradas y restañar los derechos lesionados? Por muchos aspectos sigue siendo un país criticable, aunque, con todo, no es fácil sustraerse a la sensación esperanzada que en momento difíciles proporciona escuchar La Marseillaise.
Los resultados de las elecciones francesas me han provocado cierto optimismo.
ResponderEliminarEspero que los hechos que se desprendan de los mismos lo ratifiquen. Siempre he admirado a Francia a pesar de los agravios sufridos por esta denostada "piel de toro"...
Un abrazo
Francia es admirable por muchas cosas, pero yo soy muy pesimista con que las elecciones francesas puedan ser un revulsivo que cambie las políticas de ajuste impulsadas desde Europa y que están destruyendo las conquistas sociales que durante años han conseguido nuestros antepasados europeos. Y lo soy, porque, pese a su discurso esperanzador los partidos socialdemócratas han sido parte del problema, no han sabido poner las barreras necesarias a los mercados y decirles, por aquí no, y en consecuencia han sido ineficaces y son parte de la gripe que atraviesan las democracias occidentales.
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