La lucha por la vida, la imaginación en pos de
la supervivencia. ¿Cómo definir la capacidad del ser humano para suscitar la
atención ajena, que le permita sentirse alguien en medio de una multitud
indiferenciada e indiferente? Se puede hacer de muchas maneras, entre ellas la que utiliza la
cultura como herramienta capaz de atraer la curiosidad y, a ser posible, la
generosidad del paseante.
Situarse, sentado, junto a la Casa del Libro, utilizar ese logotipo borroso como expresión de un vínculo subjetivo con ese gran centro del saber ubicado en el corazón de la Gran Vía madrileña, no supone, a mi juicio, ninguna picaresca, sino la pretensión de sentirse cercano a un lugar donde la creatividad literaria alcanza su manifestación más esplendorosa, con la finalidad de convertirse, sabiéndose pequeño y aislado, en una modesta prolongación de lo que allí dentro se encierra. Basta observar el rostro del poeta para darse cuenta de su modesta pretensión.
Pasa el tiempo, y la caja de las monedas permanece vacía, como la mirada del que trata de escribir a la búsqueda de la inspiración, nada fácil en medio del incesante tráfago callejero. Observo durante unos minutos y nadie se detiene. Mientras tanto, aflora la pregunta inevitable: ¿Cuánto vale en realidad un poema?
Situarse, sentado, junto a la Casa del Libro, utilizar ese logotipo borroso como expresión de un vínculo subjetivo con ese gran centro del saber ubicado en el corazón de la Gran Vía madrileña, no supone, a mi juicio, ninguna picaresca, sino la pretensión de sentirse cercano a un lugar donde la creatividad literaria alcanza su manifestación más esplendorosa, con la finalidad de convertirse, sabiéndose pequeño y aislado, en una modesta prolongación de lo que allí dentro se encierra. Basta observar el rostro del poeta para darse cuenta de su modesta pretensión.
Pasa el tiempo, y la caja de las monedas permanece vacía, como la mirada del que trata de escribir a la búsqueda de la inspiración, nada fácil en medio del incesante tráfago callejero. Observo durante unos minutos y nadie se detiene. Mientras tanto, aflora la pregunta inevitable: ¿Cuánto vale en realidad un poema?
Yo creo que vale mucho, Fernando, pero cuesta poco, prácticamente nada, en la estimativa de quienes ponen hoy precio a las cosas. Tal vez por eso, y porque creen que es una acción de compraventa la que pretende este mendigo, los paseantes no dejan monedas ni billetes. Salud(os).
ResponderEliminarTienes razón, amigo Jaramos. Como diría el gran Machado, don Antonio, "es de necios confundir valor y precio". Un abrazo
ResponderEliminarA la opinión de jaramos añadiría yo también aquella frase tan manida pero, quizá, tan cierta: "malos tiempos para la lírica". Justamente cuando más la necesitamos para elevarnos de la mediocridad y la opresión que nos rodean, más parece que nos alejemos de ella. Y es que saben muy bien quienes tienen hoy la sartén por el mango que quien vive sumido en la preocupación y en resolverse la vida día a día no puede ocuparse de nada más. Un post muy interesante. Saludos cordiales.
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