14 de marzo de 2010

Atención y desatención hacia el discurso político



A la hora de la verdad, sus palabras no suscitan la atención que debieran o que ellos desearían merecer. Son importantes, tienen poder, sus decisiones cuentan, pero, cuando hablan o escriben, las gentes miran para otro lado o pasan página. Me refiero a la voz y a la letra de los políticos, a sus mensajes, artículos y entrevistas. O, al menos, de una parte muy significativa. Los que hacen la prensa y manejan los medios se desviven por tenerlos entre sus conquistas. Cualquier primicia, cualquier comentario que salga de su voz cotiza caro y no hay tiempo que sobre cuando de recogerlos y transmitirlos se trata. Son las estrellas de las ruedas de prensa.

Cuántas veces - lo he vivido personalmente - en mesas redondas o debates varios compartidos con políticos alzados en la misma tarima, el ninguneo de que éramos víctimas los que estábamos allí sin más representación que la nuestra contrastaba con la preferencia y el sesgo privilegiado de que gozaban los que se batían el cobre bajo las siglas de un partido y sobre todo cuando alguna cuota de poder ostentaban. No importa el rango: concejal, alcalde, consejero autonómico, director general…. lo que fuera. Bastaba el pedigrí que da el poder para polarizar miradas, atención, micrófonos, libreta, grabadora, cámara…. El mundo mediático a sus pies.

Y, sin embargo, comprobaciones demoscópicas, registros de audiencia en radio y televisión, referencias de consulta en las ediciones digitales y comentarios en la prensa ponen en evidencia que el discurso de quienes ejercen la política es atendido de forma parcial, a ratos, cuando no se sume en la más absoluta indiferencia. Pocas veces las reflexiones de un político en los medios dan lugar a cartas al director, argumentos complementarios o puntualizaciones con sentido crítico. Cuando el texto va firmado por el dirigente de un partido, los registros de consulta en Internet son excepcionales. Da la impresión de que nada de lo que digan va a merecer la pena. Carlos Boyero escribía ayer que cuando oye hablar a Esperanza Aguirre o José Blanco siente un malestar especial e interrumpe de inmediato la audiencia. Sólo cuando las declaraciones están deliberadamente adobadas con sal gruesa o son provocativas – “habilidad” en la que José María Aznar ha decidido ser experto – la réplica está asegurada, aunque el interés sea flor de un día y pronto se sustituya, hasta la próxima, por el olvido, pues la incidencia de ese tipo de mensajes dura lo que el agua en una cesta. Una vez oí decir a Francisco Urmbral que las palabras de los políticos son como los anuncios de las carreteras: los ves, no te enteras muy bien de lo que dicen, los ignoras y ya no te vuelves a acordar de ellos.

No creo que eso sea bueno, pero ocurre. ¿Y porqué ocurre? ¿Por la desafección hacia los políticos de la que tanto se habla? ¿Por el desengaño? ¿Porque no se considera un discurso autónomo, que permita vislumbrar que hay algo más allá de lo que ya se sabe de antemano? ¿Porque los rostros están ya demasiado vistos y se reproducen en exceso? Quién lo sabe, mas lo cierto es que, cuando el ciudadano vuelve la espalda a la política y a las reflexiones de quienes la ejercen, el concepto de ciudadanía y de responsabilidad pública se debilita sobremanera. Aunque la culpa no creo que sea del ciudadano.

7 comentarios:

  1. Pues mira por donde, el viernes zapeando en la tele a eso de las 22:00 (hora que generalmente me duermo...) di con CNN+ y escuché un debate entre Cándido Méndez y Felipe González con Mª Antonia Iglesias de moderadora. Era el congreso del PSOE andaluz. Cuando empezó a hablar Felipe me tuvo absorta y embobada escuchándo lo que decía hasta las ¡23:30! Pensé que sus palabras tendrían repercusión mediática porque mucho de lo que dijo fue muy inteligente y atinado. Pero ya he visto que no. Ninguna repercusión. Pero, claro, Felipe es un animal político y los demás, pues, politicastrillos que no interesan más que a sus adeptos. Por eso la gente no escucha sus nimiedades aunque esto NO es bueno para la ciudadanía, tienes razón, pero es lo que hay. Besotes, M.

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  2. Las palabras importan poco, cuando se saben excusas.
    NO se trata de mentir, es no decir lo que sentimos y asi es difícil llegar. Y sí puede que la culpa no sea del ciudadano, pero ¿cuantos serían hoy dignos de ese nombre?
    Un saludo.

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  3. El alejamiento de la realidad de políticos y medios de comunicacón explica la indiferencia tan generalizada que se palpa en la sociedad. Parecen miembros de otra galaxia y eso es dañino para la democracia que se sustenta en la participación de todos en esa tarea común de mejorar las condiciones de vida de todos los ciudadanos.

    Espero que vengan tiempos mejores, porque los actuales quiebran el ánimo a cualquiera.

    Un abrazo, Fernando

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  4. Qué cierto lo de Umbral, buena comparación. En mi caso te seré sincera. He dejado de creer en los políticos más aún en sus intenciones...
    Un abrazo

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  5. No, amigo Fernando, no es del ciudadano.

    Me gusta tu post.

    Un abrazo.

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  6. Fernando, no sé si hay culpables entre los ciudadanos, pero entre los políticos, a montones. Resultan, salvo excepciones, aburridísimos, y, lo que es peor, falsos, mentirosos, ladinos. ¿Quién se fía de ellos? Los debates son largos y tediosos, ya sabemos de antemano lo que va a decir cada uno, qué cansinos... No hay ingenio, ni buena dicción, ni ideas novedosas o al menos coherentes. Cuando hablan de honradez ciertos sectores, ¿no dan ganas de partirles la cara? ¿Y cuando piden machaconamente dimisiones a troche y moche? ¿Y cuando hablan de la, para ellos "sagrada unidad de España"? Me sacan de quicio, lo confieso. Y no debería ser así, nosotros les hemos puesto donde están, les pagamos generosamente, les damos privilegios que para sí quisieran muchos, sus decisiones nos afectan profundamente, y sin embargo "pasamos" de ellos. Como mucho, leemos o escuchamos lo que otros nos dan seleccionado. Nos dan la opinión hecha y nos la tragamos porque es más cómodo que informarse a fondo y sacar nuestras propias conclusiones. Ellos tienen mucho tiempo (el que les dejan sus "otras" ocupaciones, bien remuneradas) para dedicarse a esos menesteres; los demás trabajamos y nos dedicamos a nuestra familia, entre otras muchas cosas, lo que no nos permite estudiar a fondo sus propuestas. Siempre se nos escapa la letra pequeña, y los titulares sólo son una parte del discurso. Así nos va.
    Un slaudo.

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  7. Últimamente me sorprendo a mi misma oyendo los debates políticos. Mientras ellos exponen sus puntos de vista yo voy murmurando en un diálogo sin sentido,hablando en alto como si pudieran oírme, para al final decir¡estoy hasta el pico laboina de vosotros!.
    He perdido objetividad, ya no me creo nada, siempre estoy con la bayoneta cargada, pensando que detrás de cualquier propuesta nos la van a meter doblada.
    Algunas veces necesito distanciarme unos cuantos días de la actualidad política y dedicarme a la vida contemplativa-por un decir- porque no soporto tanta corrupción en las palabras y en los hechos.

    Un abrazo

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