La memoria histórica del mundo encuentra un espacio emblemático en la Plaza de la Moneda de Santiago de Chile. Han transcurrido muchos años desde aquel 11 de Septiembre de 1973, cuando el Palacio de Gobierno fue bombardeado en uno de los actos más brutales de aquellas últimas décadas del siglo XX, que se tradujo en el derrocamiento por la fuerza del régimen constitucional de Salvador Allende y en el inicio de una etapa de represión, muerte, ignominia y corrupción que está todavía muy presente en la mente de los chilenos y de cuantos en el mundo abominan de la violencia y de sus terribles secuelas sociales y políticas.
Muchos años han pasado ya, es cierto, pero un halo especial sigue dominando en este recinto cuando se le visita. La gente guarda silencio, las conversaciones, cuando las hay, se mantienen en voz queda, nadie osa romper la tranquilidad de un ambiente casi reverencial, que necesariamente se impone como reacción instintiva ante la sensación con que la mirada presencia un lugar de tantas resonancias y evocaciones. Santiago es una ciudad muy ruidosa, pero al llegar a este punto, el clamor de las calles parece contenerse con el propósito, siquiera sea testimonial, de no perturbar la paz deseada ante un edificio que fue mancillado por el estruendo de la barbarie y los gritos que durante años resonaron en la plaza proferidos por aquellos a quienes aturdía el respeto por la libertad. Frente a la bulla insolente de otrora, la actitud silente y respetuosa de nuestros días.
"Yo pisaré las calles nuevamente de lo que fue Santiago ensangrentada, y en una hermosa plaza liberada me detendré a llorar por los ausentes..." cantaba un conmovido Pablo Milanés en homenaje a los que padecieron aquel horror. No me gustan los fetiches ni las conmemoraciones forzadas, pero he de reconocer que la historia reciente de Chile siempre la he tenido muy presente en mis actitudes sobre la vida y los esfuerzos del ser humano por mejorar su situación. Por unos dias he regresado a Santiago con otro fin.... mas ¿cómo evitar una visita, fugaz y emotiva al tiempo, a uno de los lugares que para muchos marcó para siempre nuestra etapa de juventud?
Me parece que muchos españoles sentimos la historia de Chile como si fuera la propia. Yo respeto mucho a este hombre que se enfrentó al torpedero yanqui para enriquecer a su país y acabó machacado bajo sus ruedas.
ResponderEliminarY la canción de Silvio con sus palabras es una especie de himno que te ennerva cuando la oyes o la cantas.
Fernando, vaya viaje guapo que estas haciendo, no conozco Chile y me gustaría, tendré presente todo lo que nos vas contando cuando visite estos paises.
ResponderEliminarQuién no se acuerda de ese hombre maravilloso... Por cierto Fernando, ¿cuándo vuelves? A ver si llegas para la olla podrida que están organizando los de Burgos el 25 de éste. Me encantaría conocerte. Besotes, M.
ResponderEliminarHora Fernando, como me ha gustado tu relato, es muy interesante que Santiago sea tan ruidoso y en ese lugar todo se calme. A mi me encantaría ir a Chile...algún día iré, no lo descarto y visitaré como tú la Plaza de la Moneda de Santiago de Chile, seguro que experimento un conjunto de sensaciones únicas por todo lo que simboliza. Un saludo
ResponderEliminarFernando, gracías por hacernos viajar a tu lado al otro lado y, si algun día voy a Chile que no lo descarto, iré también con el mayor de los respetos a la Plaza de la Moneda para hacer honor a la memoria de quienes hoy descansa ...Un abrazo Angela
ResponderEliminarCreo que no hay pais en Latinoamérica que no tenga lugares que rememoran la insania desatada contra inocentes, por culpa de ideologías que solo buscaban favorecer a los mismos de siempre.
ResponderEliminarGracias Fernando por el relato que mas alla de enseñarnos un lugar, nos permitió sentir también.
Saludos cordiales.
Es cierto como quedo marcada la juventud, hoy madura, de esa época, que fue el oscurantismo de toda esta zona, sus secuelas son nefastas, pero habra que superarlas para mejoramiento de los que nos preceden.
ResponderEliminarDigo superarla teniendo presente su tiniebla para que no vuela a ocultarse el sol por estos lugares tan castigados por el primer mundo.
Recibe mi caluroso abrazo de mujer sudamerica.
Hola. Aciago día para mí aquel 11 de setiembre. Debía haber estado en Bilbao, en el entierro del padre de mi mejor amigo, y tuve que andar por la carretera, de viaje con dos personajes para mí odiosos. Ambos eran militares de la época de Franco, que alabaron el golpe de Pinochet. Nada podía hacer ni decir. Como digo, día aciago. Un saludo
ResponderEliminarFernando y el resto de bloggers que querais apuntaros a la "Olla Podrida" (el nombre suena fatal pero seguro que es una delicia) del 25 de Octubre en Arlanzón (Burgos) os podeis apuntar en: http://blogofago.com/2008/la-olla-digital/. Besotes, M.
ResponderEliminarHola Fernando, elegante descripción, en un espantoso recuerdo. Es verdad que hay lugares donde parece que la ciudad se para de repente, se inmoviliza el ruido, dejando ese aura caminar sin rumbo en silencio, mientras se está desnudando el alma por aquellos que murieron, es verdad que el silencio acertado de algunos lugares, es lo que me incita a ir a visitarlos, porque huelen a calma. Reconforta lo que escribes, un abrazo, didi.
ResponderEliminarNo me extraña el silencio casi reverencial que explicas.
ResponderEliminarUn abrazo.