Algo más de cinco años han trascurrido desde el comienzo de la guerra de Irak. Las valoraciones de lo que ha representado se cuentan por miles y, más allá de las discrepancias, parece imponerse la contundencia de la realidad, que no admite subterfugios ni mendaces edulcoraciones. Entre los análisis más lúcidos, considero de especial relevancia el efectuado por Shlomo Ben-Ami, que no es precisamente un furibundo islamista ni un enconado antiyankee. Israelí moderado, y miembro del Partido Laborista, fue el primer embajador de Israel en España y desempeñó la cartera de Asuntos Exteriores en el gobierno de su país. Su opinión sobre el tema merece credibilidad y ha de ser tenida en cuenta. Esto es lo que recientemente ha escrito:
" La guerra ha pulverizado la sociedad iraquí y la ha disuelto en un mosaico de etnias y sectas. El "refuerzo" terminará tarde o temprano, y los iraquíes, paralizados por la violencia y la corrupción, seguirán siendo incapaces de unirse políticamente; dado que su ejército todavía no está en condiciones de tomar el relevo de los estadounidenses, es inevitable que vuelva a estallar la violencia yihadista e inter-étnica. Como dijo hace poco el coronel Omar Ali, responsable del batallón iraquí en Mosul -hoy el principal blanco de los insurgentes-, "sin los americanos, nos sería imposible controlar Irak".
Desde el punto de vista estratégico, la guerra ha sido un fracaso absoluto. Ha sido un caso claro de desmesura imperial que ha forzado los recursos del ejército estadounidense, ha menoscabado la posición moral de Estados Unidos en todo el mundo y su reputación en Oriente Próximo, ha representado una grave amenaza para su economía y ha demostrado a amigos y enemigos las limitaciones del poder norteamericano.
La consecuencia involuntaria más grave de la guerra ha sido la aparición de un poder chií que desafía a los aliados suníes de Occidente en Oriente Próximo. La destrucción de Irak como potencia regional ha situado la hegemonía en el golfo Pérsico -cuya importancia fundamental para los intereses occidentales no puede olvidarse- en manos del régimen islamista chií de Irán. (....)
La guerra de Irak ha hecho también que Estados Unidos ignorase el proceso de paz entre Israel y Palestina. Hoy en día, las posibilidades de que el Gobierno de Bush pueda reunir a sus aliados suníes "moderados" en la región para que ayuden a rescatar el proceso de paz están en manos de un eje regional encabezado por Irán, que incluye a Hamás, Hezbolá y Siria. Todos ellos están unidos en su rechazo a una Pax Americana en Oriente Próximo y, hasta ahora, han mostrado una resistencia extraordinaria a cumplir las condiciones previas que exige Estados Unidos para el diálogo.
Que Estados Unidos es incapaz de inspirar a los pueblos de Oriente Próximo, todos gobernados por autocracias que los norteamericanos apoyan, no es precisamente una novedad. Lo que es una novedad es que quizá esté perdiendo también la capacidad de intimidarlos con su poder".
(Shlomo Ben-Ami: El nuevo Oriente Próximo de Bush. El Pais (Madrid) 1.Mayo.2008)
La guerra de Irak es un desastre que nos perseguirá toda la vida. Lo que han hecho los tres personajillos de las Azores, tres miserable que ahora se están forrando de manera obscena, significa también la calidad de la gentuza que nos metió en esa locura
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